porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

14.9.16

Croquis de una angustia

Los brazos de mamá. O de papá. Mi cama (abajo de la sábana, y la frazada, y el acolchado, y si es abrazada a mi peluche, mejor). Sus brazos. Los brazos de alguien que imagino pero no sé cómo es. Los brazos de alguien que ni imagino. Hacerme una bolita en el piso, boca abajo.

Cerrar los ojos bien fuerte, taparme la cara, como si no viendo yo dejara de ser vista. Como si desapareciera. En un abrazo, en mi cama, en el piso. A veces sólo sintiendo que no estamos es que no duele lo que duele. 

O dormir. La solución más eficaz y efímera de todos los problemas. En ese rato, es como si jamás hubieran existido: pero tampoco hay conciencia como para disfrutar de esa anhelada liviandad. En realidad, el momento de placer es después y más corto: cuando me despierto, esos segundos en los que todavía no me acuerdo la mierda que anoche me apretaba el pecho. Bueno, "anoche": cuando la mierda es tanta, a veces uno se acuesta a dormir a cualquier hora del día, sólo para poder respirar un rato.

Y el pensamiento que aparece siempre en los malos momentos: ¡qué feliz era antes de esto! Y después la noción de que ni era tan feliz, porque no me daba cuenta. Y la bronca por eso, y las ganas de volver, y la sensación de que cuando esto pase (¿va a pasar?) voy a aprender a realmente disfrutar que todo siga igual de bien.

Y por último, lo peor de todo, eso: que quizás no pase, que hay males que llegan para quedarse, que lo único que podemos hacer es hacerlos ponerse cómodos y aprender a convivirlos. Hay discursos simpáticos que hablan de combatir todo y luchar, pero a veces la mejor lucha es asumir y seguir. Agarrar la flecha que me clavaron en el pecho y usarla de bastón. O guardarla para tirársela a todas las otras cosas que haya que combatir después. Porque sí, obvio, esto sigue. 

Y qué bueno que siga... PROBLEMA en serio es que deje de seguir.