porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

16.7.16

Norte

Resulta que hace un rato estaba pensando en que sos el pibe por el que más cosas hice. Es re lindo poder decirlo, aunque más lindo sería si hubiera servido para algo. Pues, un poco sí: para tener esta sensación en el alma de que por vos hice de todo. Para poder escribirlo. Para poder, algún día, contarlo. Para si llegamos a estar juntos, echártelo en cara. Y aunque seguramente eso nunca pase, me sirve para hoy imaginar ese posible día en el que seamos dos y yo me enoje porque por vos di todo y vos poco y nada. 

Para empezar, y arrancamos con lo mejor: te escribí una canción. Y no sólo eso: la canté y la divulgué para que todo el mundo sin saberlo esté cantando nuestra historia. Al menos la mía con vos, que para mí es tuya, aunque no quieras. Como yo.

Y eso es lo más significativo, pero también hay miles de pequeñas cosas que accioné solamente para vos. Tragos que jamás hubiera fondeado si no te estuviera por ver, o si no me acabara de enterar que no te iba a ver, o si no anduviera triste y con ganas de salir fuerte porque me desilusionaste una vez más (o me desilusioné sola..). 

Perfume. Me gusta ponerme, pero siempre que supe que iba a cruzarte (o que existió la más mínima chance), seguro que me puse un poco más o de mi preferido en lugar del cotidiano. O la cantidad de veces que fui a tal lugar sólo porque quizás vos estabas. Quizás. Ni hablar de si sabía que estabas. O las cosas que te escribí y nunca te mandé. Desde tuits hasta archivos de word como este. O los besos que soñé dormida y despierta. O las canciones en las que te busqué y como no te encontré, puse siguiente. Y siguiente, y siguiente, hasta encontrarte. Igual que con las películas y las series. 

Es que parece que si no estás vos, no tiene sentido. Sos mi norte, y para vos soy apenas una partícula del mar. Pero ojo, porque así empiezan los tsunamis. 

3.7.16

Mientras haya historias que contar

Un relato trunco. Uno de esos que no se puede terminar de escribir, que de hecho casi ni merece ser escrito porque medio que no pasó nada, aunque vos sentiste de todo. Un cuento sin desenlace que más bien quisiera ser novela, pero pobre, si ni para cuento le da. La historia que se queda en las ganas de escribir. Tan sólo una así hace falta para encontrarse revolviendo libros del pasado. Libros que sí vieron la luz, que sí tuvieron grandes hechos y merecieron ser escritos. Libros que nunca llegaron a llenarse de polvo no por no ser viejos, sino por la ausencia de nuevos libros para leer. Libros ya terminados que quisiste seguir escribiendo y los terminaste arruinando. Y quemando. 

Entonces tu biblioteca quedó vacía. Y ahora no sólo no tenés qué escribir, sino tampoco nada para leer. Tranquilo, que las historias se escriben solas cuando estás vacío y simplemente salís a dar una vuelta.