porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

24.10.15

Yo no buscaba a nadie y

Me gusta el lado de la ventana porque te puedo ver. Porque te encuentro en las flores recién salidas, porque aparecés en la tierna mirada de un labrador chocolate o por ese auto que se parece al tuyo.

Elijo la ventana porque es un lugar en el que te tengo. Ahí, en el nombre de la calle o en un grupo de varones. Mirá, allá va uno con tu barba; y ese otro tiene tu corte de pelo de Otamendi descuidado. Y ahí pasa otro, ¿lo ves? Con tus zapatillas preferidas y un andar muy tuyo. 

Me siento acá, en la ventana, porque se hace más real la música que estoy escuchando. Porque el paisaje de ciudad intensifica lo que oigo y claro que estás en los temas que especialmente elegí para esta ocasión.

Mirá si me voy a ir de la ventana si hasta siento que puedo escribirte a vos, en segunda persona, como si fueras la hoja o la lapicera o la tinta o incluso mis propias manos. Que igual, lo sabés, serían tuyas si las quisieras.

Pero en un momento paso del otro lado de la ventana. Desde acá ya no te veo, pero algún otro viajero nostálgico ve en mí a quien lo desvela; tal vez por mis Vans gastadas o las uñas coloridas. Está bien. Creo que el tiempo perdido es el rato en el que ni sentimos ni hacemos sentir. Hoy tampoco voy a lavar las zapatillas. 

17.10.15

El diablo de tu corazón

El bombón diabólico me mira con cara de "esta canción me la dedicás". Y se sonríe con goce. Algunas veces hasta me lo dice: "con este tema pensás en mí, ¿no?". Y quedaría asquerosamente engreído si no fuera asquerosamente real. 

Seguramente sea demasiado obvia (pasar por adelante suyo justo cantando en voz alta esa parte es infantil y patético). Porque sino es raro. Es decir: yo no me pongo a escuchar canciones pensando si me la dedica alguien que no me interesa. En algún punto, doy vueltas por su cabecita. O eso me gusta creer; y cuando uno escribe, crea un mundo. Entonces acá, en estas palabras, él también me invoca en esos estribillos.

Una cosa es segura: ama que yo tenga curiosidad de saber cómo es que él besa, y yo amo que él lo ame, aunque (o más bien "porque") me confunde. Es que a veces es tan lindo estar confundido. Por lo pronto, es mejor que nada.


Pero cada tanto pasan de esas cositas de mierda que me hacen dar cuenta de que en los únicos lugares donde es mío es en mis textos y en las canciones en las que tan evidentemente lo proyecto. Y que yo lo proyecte simplemente le divierte, como el mismísimo demonio goza al elegir a quién va a llevarse para abajo y al verlo arder. Sólo que yo canto y sonrío enamorada mientras me estoy carbonizando.