porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

8.3.15

SolDía

Suena "Ya pasó". Estoy acostada en la cama, con la notebook, boca abajo, con los sentimientos a flor de piel y los dedos fluyendo sobre el teclado tratando de dejarlos escapar porque sino me asfixian. Una suerte de Carrie Bradshaw del tercer mundo. Con más kilos y menos zapatos. Y sin fumar porque mis papás no me dejan.

Los domingos hacen que me mire los pies. ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy? ¿Qué hago yo esperando un puto as? Sigo en zapatillas, y eso me alegra. No sé bien a qué lugar me dirijo pero voy convencida, como si supiera. Ya no espero la carta ideal, y tampoco sé de cartas de póker, la verdad. Me chupa un huevo el as, digo truco con un doce y que pase lo que tenga que pasar. 

No me veo las uñas de los pies (ya dije, estoy en zapatillas) pero igual me las cuestiono: es domingo, me voy a plantear hasta lo que no exista. Las tengo alternadas, una verde y una negra, y así. Ya a punto de saltarse. Todo sigue igual de bien. 

Pero de repente pienso que tal vez debería estar en tacos, y tener todas las uñas del mismo color y recién pintadas, y aprender de cartas de póker, y cual GPS tener la noción exacta de a dónde camino. No sé. Si estuviera convencida, no sería tan domingo. Porque hay domingos y muy-domingos y claramente hoy sobra. Desborda. Por eso se me escapó de los dedos y ahora está en estas palabras. Capaz así lo tenga menos en las entrañas.