porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

13.9.14

Ruido a viento

Vivo en una casa. Me ponés un balcón, me escondés al sol y te encargás de que mis oídos escuchen música de esa que me mueve, y estoy en las nubes. (Literalmente más cerca de ellas que de costumbre). Ni siquiera necesito una noche ideal. Hoy no se ven estrellas ni la luna. Pero igual. No sé qué tanto de este paisaje me pone introspectiva. Si lo pienso, son edificios, calles, autos, luces... nada muy poético. Sin embargo, me dieron ganas de escribir. Escribirte. 

Escuchá una cosa que te voy a decir.
Lo que más odio de nuestra historia no es que haya terminado. Tal vez porque no siento que eso haya pasado realmente. Lo que me rompe la cabeza es pensar que lo tuvimos ahí, que nos tiraron un pase al medio del área con el arquero en cualquier lado y no la metimos. Que nos chocamos la cabeza, o nos desconcentramos, o alguno la pateó para cualquier lado.
No nos enamoramos. No, y no me digas que sí, porque no. Nos quisimos, mucho, sí, pero nunca llegamos a amarnos de verdad. Por más te amos que nos hayamos regalado. Y digo "regalado" porque era eso, para hacer sentir bien al otro y, obvio, también elevarnos nosotros. Porque amar es hermoso y creer que amás también mientras no te tropezás con la verdad.
Pero no, no nos amamos. Porque los que se aman meten el gol. Después, tal vez, pierden el partido; pero hacen bailar a la red de un pelotazo. Si me preguntás por qué, no tengo idea. O sí, vos no sos para mí y yo tampoco para vos. Siempre lo supimos, en verdad. Pero nos gustábamos. Y nos queríamos. Y pensamos que esa cuenta daba amor. Linda confusión. De vuelta: hasta que caímos. 
Nos caemos juntos y nos levantamos solos. Desde siempre y ¿para siempre?. Todavía me acuerdo de ese día que te dije "Creemos que es un chau definitivo, sufrimos, nos acostumbramos a no tenernos, creemos que no nos vamos a ver nunca más, nos volvemos a ver... ¿va a ser así toda la vida?", y me respondiste con un tan simple como complejo "sí". Nos caemos juntos y nos levantamos solos. 

Ahora ya sé por qué esto me hizo pensar, y en vos, y en escribirte. Porque somos una noche nublada de Palermo. Porque es mediocre como nosotros. Porque no llueve, pero tampoco es que se ven las estrellas. Porque no hay mucha gente caminando por la calle, pero sí algo de movimiento porque es sábado. Porque los autos no van ni apurados como un lunes a las 8 de la mañana, ni relajados como un domingo a las 5 de la tarde. Porque si contara la cantidad de ventanas iluminadas en todos los edificios y las que están a oscuras, el número sería igual. Porque siempre fuimos gris, el intermedio, el ni fu ni fa. 

Y, también, porque hay ese ruido a viento que me suena a soledad.