porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

21.4.14

Bicibiografía

Respiré por primera vez el 26 de Mayo de 1994. Mi mamá dice que fue un parto normal, a diferencia del de Camila, tres años atrás, que fue un poco largo y complicado. Luciana, que llegaría casi dos años después, implicó todo lo contrario: junto con mi papá tendrían que irse a la clínica a las 6 de la mañana a las apuradas, dejándonos a mi hermana más grande y a mí en mi casa a cuidado de Doña Carmen, la vecina.

Mis viejos se casaron con la presencia de un cura y un rabino. Cuando tomé conciencia de las barreras que a veces implica la religión, comencé a enorgullecerme de la relación de mis papás, de su casamiento, y de esa foto que apenas vi una vez de los dos referentes espirituales fundidos en un abrazo. No creo en ninguna de las dos religiones, pero me siento un poquito de ambas; me gusta la mística, la historia y la tradición del judaísmo, y me sensibiliza la unión familiar que implican fechas como Navidad o Pascuas. Suelo decir que soy mitad judía y mitad católica, más que nada para inquietar a las mentes cerradas que no pueden tolerar cosas así.

Así como mi nacimiento fue el más fácil de los tres, en vida resulté la más complicada. No lo digo yo, o sí; pero también lo sabe cualquiera que conozca mi familia. En chiste, pero sé que es de verdad, suelo decir que soy la oveja negra: mis papás se conocieron jugando al voley, Camila estuvo en la Selección Argentina y se fue a estudiar, por eso, a Estados Unidos; Luciana también juega. A mí me gusta el fútbol. Además mis hermanas son más de los números, de los silencios, del perfil bajo, de la templanza. Yo soy de las letras, la verborragia, la extroversión y el desenfreno. Soy la que, lejos, más fastidios les trajo a mis viejos, más peleas, y también más discusiones: pienso bastante distinto a ellos, además de que siempre trato de discutir absolutamente todo (al punto de que a veces no sé bien qué es lo que pienso yo, además de “lo contrario a lo que piense el otro”).

Igual, tengo entendido que desde chiquita soy inquieta y relativamente molesta. Me llevaron al jardín de infantes con dos años recién cumplidos porque mi mamá estaba en mi casa con Luciana recién nacida y yo me aburría y pedía con locura ir. Ahí entré a Hombre Nuevo, la escuela de mis amores, donde estuve hasta los doce años y, además de ser parte de mi familia, me dio a mis amigos de la vida. Después fui a Ecos, mejor conocido como “el de la tragedia”, por el accidente ocurrido el 8 de Octubre del 2006 donde murieron 9 chicos y una profesora por un choque en Santa Fe. Terminé la secundaria y también me llevé grandes amigos de ahí, y después decidí empezar a estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA y Periodismo en TEA. La privada la termino este año, la otra espero terminarla antes de jubilarme.

De amor no hablo porque estoy más lejos que de recibirme. 

19.4.14

Toco de ojo

A mí me enseñaron que un color, señalándome objetos, se llamaba, por ejemplo, "rojo". Pero, ¿qué me dice que vos ves al rojo como lo veo yo? Quiero decir, quizás te enseñaron que "eso" se llamaba "rojo" pero tal vez vos lo ves como yo veo el azul. Pero los dos le decimos "rojo". Y nunca vamos a terminar de saberlo. 

Entonces de repente pensé que -claro que iba a saltar con esto- igual pasa con el amor. Que "amor" no es más que una palabra que se le adjudica a un sentimiento, pero que en realidad no existe tal como "uno solo", sino que cada uno elige ponérselo de título a lo que le parece, y que entonces debatir sobre él y pretender llegar a un acuerdo es bastante iluso. Es cierto que hay ciertas cosas que se generalizan sobre su significado: está claro que es algo que despierta atracción, que moviliza, que así como da felicidad; inquieta. Que llena, que hace sonreír, que se besa. Pero quizás para un ama de casa todo eso le significa un tipo que le da seguridad, comodidad, abrazos y es buen padre; mientras que puede ser que otra mujer encuentre el "amor" en un hombre que la hace sentir una princesa, le regala cosas, es caballero y la lleva a recorrer el mundo; y tal vez una piba halle todo esta cuestión en el pibe que no tiene más que besos, una Quilmes bien fría y una guitarra para tocarle su canción preferida de Las Pastillas.

Creo que la clave de todo esto está en que las dos personas envueltas en dicho sentimiento tengan la misma percepción, o al menos similar. Así como dos diseñadores de ropa deberían tener la misma visión de "rojo" cuando hagan su nueva colección para que no quede cualquier cosa o no terminen de los pelos.

La diferencia acá es que con los colores pasa que ya no hay más por conocer; no existe ningún tono que no te suene familiar, que no sea parecido a otro o una mezcla entre dos. Con el amor nada que ver, siempre puede aparecer algún loquito en zapatillas que no solo te muestre un color nuevo, sino que te arme un arcoiris que jamás viste en tu vida (y tampoco te hubieras imaginado).

7.4.14

Abril

Calamaro se los olvidó en el placard. Fito insiste en destacar su hermosura y su compañía; mientras que Luis Alberto eligió contar sobre su luna, y pedirle que lo lleve. Charly y Nito se centraron en su lluvia, como quién invoca algo a quien nadie le presta atención para allí sí encontrar el aprendizaje que les faltaba en otros lados. Sabina (que lo guardaba en un cajón) se pregunta quién carajo se lo robó.

También podemos pasar a otro nivel y hablar de que Chano necesita 300 años de terapia para poder dejarlo pasar, mientras que Chuky de Smitten se centra en el 23 y en un perfume. Fue en él, también, que los tipos de Maná dicen que intentaron trasladar a Penelope al manicomio. Y A Reik le duele ese en el que la vio por primera vez.

Quizás sea por eso que no escribo canciones, porque a mí nunca me dio nada. Siempre me acuerdo cuando, algunos abriles atrás, Michelle me hizo notar la importancia que le daban las canciones. Que a mí no me diera algo en especial me hizo sentir más mediocre, sumado a que al Otoño lo pongo en un lugar de "nada" que aumenta la sensación de vacío y aburrimiento. Pisá una hoja seca: escuchá el ruido. Mirala, tocala, olela (claro, no tiene olor). Me vas a entender.

Pero de repente se me ocurrió algo, mientras escribía esto (que, como siempre, empecé sin idea de cómo lo voy a concluir, incluso a sabiendas de la gran posibilidad existente de que termine borrando todo -chance que aún existe-). Quizás a Calamaro, a Luís, a Charly, a Nito, a Sabina y al resto; también los aburría la nada de algún abril pasado, y por eso se lo olvidaron en el placard, o les pareció sumamente bello un poco de tranquilidad, o de tanto vacío se detuvieron a mirar la luna, o la lluvia; o en serio se les fue sin nada a tal punto de sentir que se los robaron.

O, tal vez, simplemente la palabra tiene una linda fonética y les soluciona un obstáculo a la hora de componer. Pero a mí me gusta, siempre, quedarme con las otras justificaciones. Por las dudas, no pregunto.

6.4.14

Obtuso

1. Entonces me bajé del colectivo, después de divertirme preguntando banalidades a dos pibes y que un rastafari sentado al lado me dijera antes de bajarse "lee Nietzsche". Quise entenderle la razón de ser de ese comentario, y a mi decena de preguntas necesarias para que tuviera los huevos hippies para decirlo, me respondió: "porque estás hablando boludeces y te vendría bien". Lo dijo una milésima de segundo antes de bajarse, como quien roba un celular para salir corriendo, venderlo y darle de comer a sus pibes, o quizás para comprar más falopa.

Entonces mi desahogo sólo pude hacerlo con los dos pibes que hacían de oyentes en mi in-intencional show de stand-up. "Pobrecito, no entiende que todos somos una mezcla de profundidad y superficialidades: el que todo el tiempo habla y piensa en serio es más idiota que el que no para de decir boludeces. Y además de boludo es un careta, porque esas tonterías las tiene adentro y niega su exteriorización porque elige quedar como quien recomienda leer Nietzsche en vez de cagarse de risa sin preocuparse porque un rastafari le pueda llegar a recomendar, con superioridad, leer a Nietzsche".

2. Después de mi descargo, y de continuar con esa sarta de estupideces, me bajé. Vi a lo lejos venir a un señor canoso, con rulos, despeinado; responsable de un caminar con un grado de alcohol posiblemente más alto que su perversión (eso supuse). Dobló para donde yo iba, y esas dos cuadras que me separan de Gaona me generaron cierta sospecha, cierta persecución, cierta inseguridad. Perdón, vivo en Buenos Aires, y sin ponerme en un trillado lugar político, tengo que reconocer algunas verdades de quien camina estas calles a estas horas y con algún factor perseguidor encima.

Miré para atrás con los ojos sin mover la cabeza. Le puse más firmeza a mis pasos de los que en realidad tenía. "No te metas conmigo porque se pudre todo, guacho, soy la capa de Flores", traté de transmitir con mi caminar. Pero en esa cabeza borracha se pasaba una película que no tenía nada que ver con lo que la sala de cine de mi cabeza estaba proyectando.

En realidad no lo sé. Pero en los últimos diez pasos me animé a deducir que quizás atrás de esos rulos canosos y borrachos estaba un hombre vacío. Lo había visto quedarse parado en un edificio: obvio me encargué de pensar que estaba esperando a ver a dónde iba yo para seguirme. Pero, ¿y si estaba esperando que bajara la mujer por la que entregaría los sesos? ¿Y si salió de trabajar y aunque estaba muy cansado eligió irse a un bar barato para después poder dar pasos borrachos en busca de esa mujer que él está seguro que le corresponde pero la realidad le niega? ¿Y si mañana no se va a acordar de estos pasos borrachos porque le averguenzaría reconocer que no puede superar a la tipa y que todavía el alcohol le desnuda las entrañas, aclamando que no se olvidó un carajo?

3. Mi cabeza tiene millones de ángulos y se comporta como una calesita, pero, ¿por suerte? nadie tiene la ¿suerte? de ser un robot; y aunque en barrios y plazas distintas, todos nacimos girando en la búsqueda de una sortija y probablemente nunca la terminemos de encontrar.