porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

22.12.14

Un poquito de pesimismo pa' los pibes.

¿Pensar o no pensar? ¿Quién tiene la receta de lo que hay que hacer cuando tenés el alma partida al medio? Tal vez si no le dedicás tiempo en tu cabeza, te vaya a doler menos. O quizás te haga pelota más adelante, cuando la realidad te haga ver, oler, tocar, escuchar y hasta comerte lo que te está pasando.

Supongo que a cada persona le sale manejarse de formas distintas, y les servirá a algunas y a otras, no. De todas formas, no sé qué tan importante es si elegís darle un pedazo de tu mente a la angustia o evitarla por completo. Porque cuando te golpea, a la razón la anula por completo. Hasta que empieza a funcionar otra vez y ahí agarrate porque si se le ocurre detenerse en la desgracia..: no hay más infeliz que el que es muy consciente de que es infeliz (así como no hay persona más feliz que la que se da cuenta -a tiempo-).

¿Te pasó de vuelta, no? El "qué feliz que soy" llegó en forma de "qué feliz que era". Y bueno. Lo malo de lo bueno es que uno se acostumbra. Y lo bueno de lo malo es lo mismo. Ojalá la mierda que te rodea se arregle, pero si eso no pasa, se va a convertir en tu nueva realidad y tal vez, conviviendo con eso, hasta vuelvas a ser feliz -o eso creas, que es casi lo mismo-. 

8.12.14

Hoy tampoco

Es una noche más. Como toda noche más, es hoy. Hoy es diferente.

Capaz piensa mil horas qué ponerse o tal vez se pone "lo primero que encuentra". El destino lo eligen sus amigas. Casi que no tiene lugar en esa elección. Y eso lo hace más especial. Es hoy. Así son las historias que le cuentan. Si está enojada, de mal humor; si no quiere ir, si prefiere otro bar... "Yo estaba enojado y triste el día que te conocí, triste porque estaba solo y enojado porque sí"...

Finalmente se pone ese vestido que le queda mejor que cualquier otro, el corpiño que le hace las tetas más lindas, el maquillaje exacto entre natural y femenino. Se toma tres vasos, lo ideal, sin pensarlo, pero ya se conoce: lo suficientemente fisura para ser sin restricciones pelotudas y lo exactamente limitada para no papelonear. 

Pasan seis horas. Cinco. Siete, tal vez. O puede que ocho. O quizás cuatro. Horas de un no sé qué que no puede describir: no por el fernet y el vodka sino por el vaivén inapalabrable. Ese vaivén que nadie puede reconocer. Ese vaivén de catástrofes para algunos, aciertos para otros, nadas para unos cuantos.


Vuelve. Llega. Puso canciones en el camino porque tuvo ganas de encasillarse en algún sentimiento musicalizado pero reconoció que no hay canción que exprese "hoy tampoco". No sabe qué cosa, pero vuelve con un "hoy tampoco" que le pesa en la espalda.

¿Para qué pensé en la ropa?, se dice, mientras se saca ese pedazo de tela apretado y corto que con suerte podría ser un vestido. ¿En serio me tomé tiempo en elegir el corpiño?, se pregunta, mientras se lo quita con bronca y lucidez. Porque a pesar del alcohol que le pesa en las venas, entiende todo. Entiende todo lo que no entendía cuando supuestamente estaba en su mejor estado. Que vestirse el cuerpo es desvestirse el alma. Y ella quiere gustar por dentro, entonces, ¿qué sentido tiene tanta tela?

Porque ella es lo que es cuando está desnuda. Cuando no tiene corpiño, cuando la bombacha es la última del cajón, cuando toma agua mineral, cuando no se maquilla hace tantas horas que ya son días, cuando está en zapatillas. Cuando en sus uñas se ven continentes de esmalte saltado, cuando su boca tiene sabor a milanesa fría. Cuando prende el último cigarrillo, que se lo dieron y por suerte es mentolado optativo. Cuando tiene el alma real y "aburrida".

Cuando vuelve, y no cuando sale. Porque para arrancar uno se prepara, por más que vaya a comprar frutas al chino de la esquina y elija ir con el pijama. Porque para el regreso no hay elección... cae con lo que tiene. Con lo que le queda. Y ahí es cuando ella quiere gustar. Con los restos. Con la nada.

Porque cuando uno gusta con nada, es cuando gusta de verdad. Cuando gusta todo. Gustar en partes es para jugar al tetris, y ya se cansó de jugar. 

8.11.14

Dejalo así

No podíamos. No daba. No estaba bien. Pero venía acumulando ganas desde hacía muchísimo tiempo, y no era calentura, era mucho más que eso. La incluía, obvio, me moría de ganas de conocerle el cuerpo con los ojos, con las manos, con la boca; pero además tenía ganas de saberle las dudas, las flaquezas, las fragilidades; esas que ese hombre adulto y duro jamás exteriorizaba. Me gustaba todo lo que sabía de él, lo que veía, lo que me enteraba, lo que suponía, lo que imaginaba. Quería conocer más para terminar de enamorarme. O empezar.

Necesitaba dos instancias. Primero un mesa de un bar, con una cerveza que después fueran dos, o tres, y una charla hasta desnudarnos con palabras. Segundo, una cama. Sin un orden determinado. Sin embargo, entendía que él sabía que no correspondía. Ninguna de las dos cosas. Porque una, fuera la que fuera por la que empezáramos, iba a llevar a la otra. Y tal vez una sola de ellas no hubiera implicado una complicación, pero sí las dos, porque de ese combo no es fácil volver.

Igual, yo no quería volver. No en ese entonces. Pero, como siempre, tenía miedo de mí, miedo de ese miedo a cuando todo sale bien. Porque ahí es cuando yo empiezo a salir mal. 

28.10.14

Gustar en silencio

Me quedo.
Disfruto de tu mano correctamente atrevida en mi cintura, de tu mirada de reojo (o más bien de la mía que sueña con que hay una tuya en paralelo), de la duda de si esta semana te veré o no (porque podría preguntarte pero elijo esa intriga). De callarme porque temo a tu desaprobación, de vestirme solo para que me veas aunque tal vez ni me mires o quizás ni te cruce. De suspirar en voz alta para transmitirte no-sé-qué, de esperar a que crucemos miradas y hablemos en silencio.
Disfruto de callar, de no decirte nada, de no inquirir, tampoco. Porque este mundito queda hermoso en mi cabeza y prefiero que viva ahí como nuestro antes de que muera allá afuera como solamente mío.

13.9.14

Ruido a viento

Vivo en una casa. Me ponés un balcón, me escondés al sol y te encargás de que mis oídos escuchen música de esa que me mueve, y estoy en las nubes. (Literalmente más cerca de ellas que de costumbre). Ni siquiera necesito una noche ideal. Hoy no se ven estrellas ni la luna. Pero igual. No sé qué tanto de este paisaje me pone introspectiva. Si lo pienso, son edificios, calles, autos, luces... nada muy poético. Sin embargo, me dieron ganas de escribir. Escribirte. 

Escuchá una cosa que te voy a decir.
Lo que más odio de nuestra historia no es que haya terminado. Tal vez porque no siento que eso haya pasado realmente. Lo que me rompe la cabeza es pensar que lo tuvimos ahí, que nos tiraron un pase al medio del área con el arquero en cualquier lado y no la metimos. Que nos chocamos la cabeza, o nos desconcentramos, o alguno la pateó para cualquier lado.
No nos enamoramos. No, y no me digas que sí, porque no. Nos quisimos, mucho, sí, pero nunca llegamos a amarnos de verdad. Por más te amos que nos hayamos regalado. Y digo "regalado" porque era eso, para hacer sentir bien al otro y, obvio, también elevarnos nosotros. Porque amar es hermoso y creer que amás también mientras no te tropezás con la verdad.
Pero no, no nos amamos. Porque los que se aman meten el gol. Después, tal vez, pierden el partido; pero hacen bailar a la red de un pelotazo. Si me preguntás por qué, no tengo idea. O sí, vos no sos para mí y yo tampoco para vos. Siempre lo supimos, en verdad. Pero nos gustábamos. Y nos queríamos. Y pensamos que esa cuenta daba amor. Linda confusión. De vuelta: hasta que caímos. 
Nos caemos juntos y nos levantamos solos. Desde siempre y ¿para siempre?. Todavía me acuerdo de ese día que te dije "Creemos que es un chau definitivo, sufrimos, nos acostumbramos a no tenernos, creemos que no nos vamos a ver nunca más, nos volvemos a ver... ¿va a ser así toda la vida?", y me respondiste con un tan simple como complejo "sí". Nos caemos juntos y nos levantamos solos. 

Ahora ya sé por qué esto me hizo pensar, y en vos, y en escribirte. Porque somos una noche nublada de Palermo. Porque es mediocre como nosotros. Porque no llueve, pero tampoco es que se ven las estrellas. Porque no hay mucha gente caminando por la calle, pero sí algo de movimiento porque es sábado. Porque los autos no van ni apurados como un lunes a las 8 de la mañana, ni relajados como un domingo a las 5 de la tarde. Porque si contara la cantidad de ventanas iluminadas en todos los edificios y las que están a oscuras, el número sería igual. Porque siempre fuimos gris, el intermedio, el ni fu ni fa. 

Y, también, porque hay ese ruido a viento que me suena a soledad. 

19.8.14

De historias sin final

El peor nudo en la garganta que sentí me lo desataron con un beso. Jamás había sentido tan física una angustia. Era un algo espantoso en el pecho que no se iba con nada. Con los ojos le pedí a unos labios que se acercaran a los míos y aunque hasta entonces eso no había pasado nunca, lo entendieron a la perfección. Jamás me lo hubiera imaginado, pero fue instantáneo. La sensación desapareció al instante, pero surgió otra: un quilombo indescriptible en la cabeza. "¿Qué carajo hicimos?". Llanto. Juan leyó en mí un arrepentimiento y se fue, sin decirme nada.

Desde entonces los nudos fueron cosa de casi todas las semanas. Él ya no me los curaba, sino que me los generaba. No puedo desligar "amor" de conceptos como "quilombo", "peleas", "angustia". Para mí van de la mano. Lo experimenté de esa forma y ahora pienso que una relación con todo correcto sería muy aburrida.
- Nunca tendríamos que haber estado juntos.
- Bueno, Lu, pero ya estuvimos. Ya está. - me respondía, y me besaba, como recordándome lo que me pasaba con él y por qué estaba bien que fueramos "algo".

"Algo". Siempre me molestó no poder ponerle un título. Las cosas sin nombre nunca empiezan y, por ende, jamás terminan. Al día de hoy sigue esa nebulosa, esos encuentros esporádicos que evidencian lo mierda que es todo lo otro que no lo incluye. Porque estoy bien sin él. Pero con él estoy mejor. Porque me gusta la manera en la que me mira... y no lo digo solo por sus ojos, sino por quién ve él en mí.

"No te enamoraste de mí sino de ti cuando estás conmigo", dice el gil de Arjona. Y tal vez sí, pero ¿quién dice que el amor no es eso? Me gusta quien soy al lado suyo. No hay cosa más hermosa que alguien te pueda hacer sentir así.

11.8.14

Especial X

No sos responsable de ninguno de mis desvelos, ni de mis lágrimas cuando suena un tema en particular en el iPod, ni de mis escritos, ni de mis malhumores. Es más, casi nunca te pienso. Pasaste en mi vida totalmente inadvertido y el día de mañana no vas a ser una historia que le cuente a mis hijos; pero acá estoy, dedicandote unos renglones, quizás de lo único de lo que seas responsable sobre mi persona.

Es que no tenés nada que ver con un extremo, y uno se desvela, llora, escribe y se malhumorea por extremos. Es eso, lo "nuestro" (las comillas son necesarias pero de todas formas me parece grotesco decir "nuestro") fue tan mediocre que a veces me pregunto si existió tal cosa o nomás fue ausencia-de. Dudo acerca de si fue algo que nunca empezó, o le falta un cierre. O quizás es simplemente así, ¿por qué esperamos que todas las historias y romances y amoríos sean redondos? Aún en las imperfecciones que les permitimos, pretendemos que sean perfectos, con principio y fin; claros, precisos. Y no.

Pero ahí estás, siempre volvés de alguna manera. Sos esa cosa que tengo pendiente; eso que me falta conocer. Esa duda, esas ganas de enojarme con motivo. De poder pensarte sin sentir que estoy flasheando. De concretar; y no lo digo por las ganas de palpar tus promesas, sino por poder escuchar tus melodías y pensarlas para mí.

Es que para mí fui distinta. A las mujeres nos encanta pensar eso, que fuimos especiales para el otro, no necesariamente amadas, sino diferentes: que los dejamos pensando, que los atontamos, que no nos pudieron entender, que fuimos locas, que nos atrevimos, que no nos cabió una. Me quedo con esa idea, lo que tal vez hace más triste que para vos haya sido absolutamente nada.

Ser una loquita suelta se siente mejor que ser una normal suelta. Y, por suerte, no necesito confirmar nada. O sí, me encantaría, pero sabiendo de tus mañas, jamás me harías saber si te moví más de un cuarto de pelo. 

Vos sí que sos especial... eso seguro. El problema es que lo sabés. 

14.7.14

Mundial

Anoche no me podía dormir. 
Mi cabeza iba del primer gol de Messi en el mundial al penal que no cobraron contra Alemania, después los quilombos en el Obelisco, después Masche diciéndole a Romero "hoy te convertís en Héroe" antes de los penales contra Holanda, después Messi con cara de vacío recibiendo el balón de oro, después los forros brasileros séptuple-camiseta, después la pelota pateada por Götze haciendo mover la red de nuestro arco.................................................................

Busco las palabras y no las encuentro. La ilusión es una inversión de sentimientos, puede salir bien o mal. Esta vez no ganamos, pero hay algunas cosas que no se va a llevar nadie... Di María haciendo el corazón con las manos después de meter un gol en el minuto 118 contra Suiza. Pipita festejando su tanto contra Bélgica señalándose a sí mismo cerrando bocas con una euforia indescriptible. El "hoy te convertís en héroe". Chiquito golpeándose el pecho, el corazón, con una sonrisa que no me voy a olvidar en la vida. Zabaleta estallado con la peluca azul a pesar de tener la boca hecha mierda. Messi cantando "A Messi lo vas a ver".................................................................

Sabella. Sabella que no sólo la rompió en lo futbolístico (critiquen lo que quieran pero el tipo nos llevó a la final después de 24 años), sino que terminó siendo más querible que Pikachu. Sabella se las manda. Sabella cayéndose para atrás, Sabella siendo mojado por Pocho, Sabella poniendo la cara por todos, Sabella con los ojos llorosos. Le quiero dar un abrazo, casi como a Masche o Lío.................................................................

Sin embargo, ahora, después del minuto 114 del partido de ayer, de la final del mundo contra Alemania, todo eso me representa un poco de tristeza. No porque no esté orgullosa, no porque no AME a esta Selección, no porque sienta que me defraudaron. Pienso que quizás es cuestión de tiempo, pero me angustia la comparación inconsciente que hago entre cómo me sentía en el momento en el que vi estas imágenes por primera vez, y cómo me siento ahora. "No puedo disfrutar de los recuerdos porque me parte el bocho que no puedan volver a pasar". Ahora lo asocio con lo que no fue. Con un amague. Con una ilusión truncada. Antes lo veía a Messi levantando la copa, a Masche llorando por la emoción de haber llevado el equipo a la gloria, a Lavezzi mandándoselas en el festejo.................................................................

Este escrito es inconcluso, porque así me siento yo. 
Gracias por hacernos sentir así de llenos.
Y perdón por no poder evitar estar triste.

15.6.14

¿Por qué el mundial?

¿Qué tiene el mundial que genera lo que genera? ¿Es en todos los países que despierta lo que despierta en Argentina? ¿Es porque es fútbol y es el deporte con más peso en nuestro país? ¿Por qué no pasa lo mismo con otras copas internacionales? ¿Es por que el mundial es cada cuatro años? ¿En los Juegos Olímpicos se siente igual? También hay fútbol, pero creo que no. ¿O quizás no me estoy acordando bien, porque este tipo de pasiones solo se las reconoce y entiende cuando están transcurriendo? Después, tal vez, en los recuerdos, pierden intensidad. 

¿Tiene que ver con la fiesta que involucra el mundial? ¿Los Juegos Olímpicos también son un estallo, en ese sentido? Los veo como un poco más caretas, puede que no me acuerde bien bien. ¿Relaciono mucho este mundial con la fiesta porque es en Brasil "alegría nao tem fin" y lo generalizo al resto de los mundiales? ¿Mi vieja se va a poner a ver el partido nivel sentada en la mesa con la vista fija en la tele, o va a estar haciendo cosas de acá para allá mientras "mira"? ¿Y mi abuela? ¿Y tu vieja, y tu abuela, y tu hermana? 

¿Lo que nos significa "el mundial" tiene que ver con la mística que se armó alrededor, creada por el sentimiento, la publicidad y los hitos tipo "la mano de Dios"? Y si es así, si eso generó semejante cosa que se fue transmitiendo, ¿por qué tuvo el lugar de generarlo? En los Juegos Olímpicos de Atenas del 2004, Manu Ginobili metió un doble en el último segundo contra el favorito Serbia y Montenegro, con caída y emoción, que le dio la victoria a Agentina. Y aunque tuvo repercusión y capaz te clavé una que otra lagrimita, no llegó ni cerca a crear un bioma como el que genera el mundial.

¿Por qué el fútbol? ¿Por qué el mundial? ¿Por qué en Argentina? 

13.6.14

Alcohol

Como cuando tomás un poco de más y la vuelta en taxi se hace insoportable por ese esfuerzo casi sobrehumano de fijar la mirada en la senda peatonal, la esquina, el quiosco, la estación de servicio, el semáforo; todo para no marearte. Pero esta vez es con otra cosa: te empeñás en detener los ojos en lo negativo, en el motivo del chau, porque escabiaste recuerdos de más. Y marearte te puede llevar a hacer una (otra) llamada pelotuda.

Te sale más o menos bien, apagás la música que es la barra de los recuerdos porque ya estás demasiado ebria de él. O de tu memoria de él, que definitivamente es mucho mejor y mucho peor que él en sí mismo: de repente los momentos llanos se vuelven de película y color rosa; y los de mierda, mucho peor (de alguna manera hay que justificar la distancia, sino la culpa ahoga y el alma explota de angustia).

Seguís en el taxi, al fin y al cabo vas para tu casa, donde el mundo cobra sentido, donde te das cuenta que tomes lo que tomes, fernet con coca o fernet con recuerdos, todo sigue siempre igual. Elegís cerrar los ojos, pero te das cuenta que mejor no: así te mareás más y capaz que vomitás. Y vomitar recuerdos es quedarse vacío... Y aunque te perturbe tener todo eso adentro, siempre lo supiste: no tener nada es mucho peor. 

30.5.14

¿De quién son?

Ahora me doy cuenta de cómo mira la gente. Alcanza con detenerse en sus ojos por un rato. Cada cosa que recorren con ellos tiene una lógica, y con ella el tiempo que le dedican. No existe el “mirar nada”, ni tampoco “mirar todo”. Esos suelen estar pensando en otra cosa (mirando para adentro, quizás) y van con los ojos de acá para allá en un inconciente e inútil afán de disimular. Otros van a lo fijo: ahí es cuando los motivos de dónde posan sus pupilas pasan a ser obvios (alcanza con detenerse en sus ojos por un rato). No tuve ganas de darme cuenta que una chica con uniforme de colegio miraba con asco y curiosidad a una mujer de rasgos indígenas darle la teta a su bebé. ¿Si disimulaba? Sí, trataba. Pero disimular y que se note es mucho peor que no disimular. Como cuando te tropezás y te levantás rápido. 

 No sé si quiero saber tanto. Pero más me molesta darme cuenta que yo estoy haciendo exactamente lo mismo, mirando ajenamente a la chica en uniforme, a la que le da la teta a su bebé, a la vieja que tengo sentada al lado, al pibe con gorro escuchando música… Pero con la excusa de estar observando algo para después narrarlo y perpetuarlo. Lograr fijar ese espacio-tiempo que no tiene ni un tiempo ni un espacio. Que es todo y es la nada misma. Que, justamente, se mira pero no se toca.

Mientras, no puedo dejar de sorprenderme de esa gente que no para de mirar. A tal punto que la señora que tengo sentada a mi derecha me intimida a la hora de escribir esto en mi celular (quise hacerlo en un cuaderno pero seguía con mucha facilidad –y nada de disimulo- cada trazo de mi lapicera, por lo que se iba a dar cuenta de que, de alguna u otra forma, estaba escribiendo sobre ella). Entre todo eso descubro unas retinas que no juzgan. Que no puedo descifrar los motivos que las llevan a quedarse poco o mucho tiempo en cada cosa. Que de repente pasa el mismo rato mirando un botón negro que una persona con el pelo de 6 colores distintos hablando a los gritos. Todo es igual de sorprendente e igual de bueno. Entonces nos colgamos, retina con retina, con esa beba, como conectándonos, como si ella me entendiera todo lo que estoy pensando acerca de esa gente que no para de mirar así. Pero, como con todo, su mirada sobre la mía dura unos segundos y se va con el marco de una ventana o quizás hacia una plaza llena de toboganes del otro lado del vidrio. 

 La señora de rulos sentada a mi lado ya me hace sentir incómoda. No sé si yo estoy demasiado perceptiva, pero empiezo a sentir que todas las personas saben lo que estoy pensando sobre ellas. Así como yo puedo entenderles todo, ellos pueden hacerlo conmigo. Aunque, por momentos la mujer parece ni saber que estoy sentada a su lado, que tengo el celular en la mano y que lo saco y lo dejo a medida que se me ocurren cosas para seguir con esto. Está como dos minutos seguidos haciéndole caras ridículas a la beba. La madre de la misma no le responde con sonrisas ni nada, por lo que me parece un poco freak que siga tanto tiempo. La nenita no está ni cerca de mi percepción: se ríe, aplaude, balbucea. 

Sin embargo, algo que pasa a los minutos modifica mi teoría. La bebita sí se detiene más tiempo a mirar algo: dos nenas de unos 6 años que acaban de subir y no paran de hablar. No les puede sacar los ojos de encima. Mira su conversación como árbitro de partido de tenis. Otros seres no contaminados (o al menos no como yo, pero quizás un poco más que la beba). Apenas se bajan las dos chicas, la bebita hace puchero. Estímulo-Respuesta. Simple. Obvio. Puro. 

La vieja freak me pide permiso para pasar, se quiere bajar. Yo, como siempre, no me levanto; me pongo de costado, corriendo las piernas. Sé que queda medio descortés pero tengo concluido que el espacio que le va a quedar para pasar es el mismo, y yo así estoy más cómoda. Desde al lado de la puerta le sigue haciendo caras a la beba. Ella, otra vez, no hace más que reírse. Cuando por fin se baja la señora, que ya me siento más cómoda para seguir con mi ¿absurdo? relato, vuelvo a cruzar miradas con la nenita. Pienso, sin darme cuenta, que sería genial que le saque yo también una sonrisa como para cerrar la historia así como a mí me gusta, con una moraleja, a lo Cris Morena… no pasa. Ella es la única que de verdad me puede leer a mí, pero ya estoy contaminada. A ella la leemos todos, obvio. Pero no tiene nada que esconder. 

Perdón.

22.5.14

Y la cruel resignación?

Esa mañana se levantó con la sensación de que ese día iba a ser el que hacía tanto estaba esperando; el que por fin le cambiaría la vida. Desde chica que lo esperaba, no porque no fuera feliz en la estabilidad de su rutina, sino porque estaba buscando tener una existencia merecedora de una película, de un libro, al menos de una nota en un diario. Eso era: no quería ser normal.  (¿Alguien realmente lo quiere?)

Se puso una camisa; nunca usa camisa. No desayunó porque jamás desayuna y "tampoco la pavada"; la gracia del cambio repentino en la línea de su futuro estaba en que fuera "un día como cualquier otro". Por eso, también, se puso unas Converse viejas y ni siquiera se peinó. Con ese mismo afán de "casual" que se vestía para las citas, así muy "ni me arreglé" pero en realidad habiendo pensado y analizado mil horas qué ponerse con el objetivo de lograr ese look "me puse lo primero que encontré". 

En el subte viajó apretada y le pareció que era una historia genial: un transporte incómodo, calor, fastidio del resto de los pasajeros, imposibilidad de cruzar ese cúmulo de gente para llegar a la puerta ("no puedo creer que estoy a un metro y, con todas las personas que tengo en el medio, me siento más lejos que Buenos Aires - Mar del Plata"). 

Sin embargo nada pasó. Ni al llegar a la facultad, ni en el colectivo de vuelta, y mucho menos cuando entró a su casa (le gusta su hogar porque está muy cómoda pero la inquieta la idea de que las cosas pasan de la puerta para afuera). Entonces se sentó en la computadora y empezó a escribir en tercera persona. 

Escribir es que de repente la no-historia se haga historia. Es que "un día como cualquier otro" parezca merecer ser puesto en palabras. Vuelve a uno más interesante. Y hace dar cuenta de cosas: capaz sos re feliz, pero todos los días te levantás pensando que ESE va a ser el día. 

No importa que pase o no pase. Ese ímpetu hace que tenga sentido. 

21.4.14

Bicibiografía

Respiré por primera vez el 26 de Mayo de 1994. Mi mamá dice que fue un parto normal, a diferencia del de Camila, tres años atrás, que fue un poco largo y complicado. Luciana, que llegaría casi dos años después, implicó todo lo contrario: junto con mi papá tendrían que irse a la clínica a las 6 de la mañana a las apuradas, dejándonos a mi hermana más grande y a mí en mi casa a cuidado de Doña Carmen, la vecina.

Mis viejos se casaron con la presencia de un cura y un rabino. Cuando tomé conciencia de las barreras que a veces implica la religión, comencé a enorgullecerme de la relación de mis papás, de su casamiento, y de esa foto que apenas vi una vez de los dos referentes espirituales fundidos en un abrazo. No creo en ninguna de las dos religiones, pero me siento un poquito de ambas; me gusta la mística, la historia y la tradición del judaísmo, y me sensibiliza la unión familiar que implican fechas como Navidad o Pascuas. Suelo decir que soy mitad judía y mitad católica, más que nada para inquietar a las mentes cerradas que no pueden tolerar cosas así.

Así como mi nacimiento fue el más fácil de los tres, en vida resulté la más complicada. No lo digo yo, o sí; pero también lo sabe cualquiera que conozca mi familia. En chiste, pero sé que es de verdad, suelo decir que soy la oveja negra: mis papás se conocieron jugando al voley, Camila estuvo en la Selección Argentina y se fue a estudiar, por eso, a Estados Unidos; Luciana también juega. A mí me gusta el fútbol. Además mis hermanas son más de los números, de los silencios, del perfil bajo, de la templanza. Yo soy de las letras, la verborragia, la extroversión y el desenfreno. Soy la que, lejos, más fastidios les trajo a mis viejos, más peleas, y también más discusiones: pienso bastante distinto a ellos, además de que siempre trato de discutir absolutamente todo (al punto de que a veces no sé bien qué es lo que pienso yo, además de “lo contrario a lo que piense el otro”).

Igual, tengo entendido que desde chiquita soy inquieta y relativamente molesta. Me llevaron al jardín de infantes con dos años recién cumplidos porque mi mamá estaba en mi casa con Luciana recién nacida y yo me aburría y pedía con locura ir. Ahí entré a Hombre Nuevo, la escuela de mis amores, donde estuve hasta los doce años y, además de ser parte de mi familia, me dio a mis amigos de la vida. Después fui a Ecos, mejor conocido como “el de la tragedia”, por el accidente ocurrido el 8 de Octubre del 2006 donde murieron 9 chicos y una profesora por un choque en Santa Fe. Terminé la secundaria y también me llevé grandes amigos de ahí, y después decidí empezar a estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA y Periodismo en TEA. La privada la termino este año, la otra espero terminarla antes de jubilarme.

De amor no hablo porque estoy más lejos que de recibirme. 

19.4.14

Toco de ojo

A mí me enseñaron que un color, señalándome objetos, se llamaba, por ejemplo, "rojo". Pero, ¿qué me dice que vos ves al rojo como lo veo yo? Quiero decir, quizás te enseñaron que "eso" se llamaba "rojo" pero tal vez vos lo ves como yo veo el azul. Pero los dos le decimos "rojo". Y nunca vamos a terminar de saberlo. 

Entonces de repente pensé que -claro que iba a saltar con esto- igual pasa con el amor. Que "amor" no es más que una palabra que se le adjudica a un sentimiento, pero que en realidad no existe tal como "uno solo", sino que cada uno elige ponérselo de título a lo que le parece, y que entonces debatir sobre él y pretender llegar a un acuerdo es bastante iluso. Es cierto que hay ciertas cosas que se generalizan sobre su significado: está claro que es algo que despierta atracción, que moviliza, que así como da felicidad; inquieta. Que llena, que hace sonreír, que se besa. Pero quizás para un ama de casa todo eso le significa un tipo que le da seguridad, comodidad, abrazos y es buen padre; mientras que puede ser que otra mujer encuentre el "amor" en un hombre que la hace sentir una princesa, le regala cosas, es caballero y la lleva a recorrer el mundo; y tal vez una piba halle todo esta cuestión en el pibe que no tiene más que besos, una Quilmes bien fría y una guitarra para tocarle su canción preferida de Las Pastillas.

Creo que la clave de todo esto está en que las dos personas envueltas en dicho sentimiento tengan la misma percepción, o al menos similar. Así como dos diseñadores de ropa deberían tener la misma visión de "rojo" cuando hagan su nueva colección para que no quede cualquier cosa o no terminen de los pelos.

La diferencia acá es que con los colores pasa que ya no hay más por conocer; no existe ningún tono que no te suene familiar, que no sea parecido a otro o una mezcla entre dos. Con el amor nada que ver, siempre puede aparecer algún loquito en zapatillas que no solo te muestre un color nuevo, sino que te arme un arcoiris que jamás viste en tu vida (y tampoco te hubieras imaginado).

7.4.14

Abril

Calamaro se los olvidó en el placard. Fito insiste en destacar su hermosura y su compañía; mientras que Luis Alberto eligió contar sobre su luna, y pedirle que lo lleve. Charly y Nito se centraron en su lluvia, como quién invoca algo a quien nadie le presta atención para allí sí encontrar el aprendizaje que les faltaba en otros lados. Sabina (que lo guardaba en un cajón) se pregunta quién carajo se lo robó.

También podemos pasar a otro nivel y hablar de que Chano necesita 300 años de terapia para poder dejarlo pasar, mientras que Chuky de Smitten se centra en el 23 y en un perfume. Fue en él, también, que los tipos de Maná dicen que intentaron trasladar a Penelope al manicomio. Y A Reik le duele ese en el que la vio por primera vez.

Quizás sea por eso que no escribo canciones, porque a mí nunca me dio nada. Siempre me acuerdo cuando, algunos abriles atrás, Michelle me hizo notar la importancia que le daban las canciones. Que a mí no me diera algo en especial me hizo sentir más mediocre, sumado a que al Otoño lo pongo en un lugar de "nada" que aumenta la sensación de vacío y aburrimiento. Pisá una hoja seca: escuchá el ruido. Mirala, tocala, olela (claro, no tiene olor). Me vas a entender.

Pero de repente se me ocurrió algo, mientras escribía esto (que, como siempre, empecé sin idea de cómo lo voy a concluir, incluso a sabiendas de la gran posibilidad existente de que termine borrando todo -chance que aún existe-). Quizás a Calamaro, a Luís, a Charly, a Nito, a Sabina y al resto; también los aburría la nada de algún abril pasado, y por eso se lo olvidaron en el placard, o les pareció sumamente bello un poco de tranquilidad, o de tanto vacío se detuvieron a mirar la luna, o la lluvia; o en serio se les fue sin nada a tal punto de sentir que se los robaron.

O, tal vez, simplemente la palabra tiene una linda fonética y les soluciona un obstáculo a la hora de componer. Pero a mí me gusta, siempre, quedarme con las otras justificaciones. Por las dudas, no pregunto.

6.4.14

Obtuso

1. Entonces me bajé del colectivo, después de divertirme preguntando banalidades a dos pibes y que un rastafari sentado al lado me dijera antes de bajarse "lee Nietzsche". Quise entenderle la razón de ser de ese comentario, y a mi decena de preguntas necesarias para que tuviera los huevos hippies para decirlo, me respondió: "porque estás hablando boludeces y te vendría bien". Lo dijo una milésima de segundo antes de bajarse, como quien roba un celular para salir corriendo, venderlo y darle de comer a sus pibes, o quizás para comprar más falopa.

Entonces mi desahogo sólo pude hacerlo con los dos pibes que hacían de oyentes en mi in-intencional show de stand-up. "Pobrecito, no entiende que todos somos una mezcla de profundidad y superficialidades: el que todo el tiempo habla y piensa en serio es más idiota que el que no para de decir boludeces. Y además de boludo es un careta, porque esas tonterías las tiene adentro y niega su exteriorización porque elige quedar como quien recomienda leer Nietzsche en vez de cagarse de risa sin preocuparse porque un rastafari le pueda llegar a recomendar, con superioridad, leer a Nietzsche".

2. Después de mi descargo, y de continuar con esa sarta de estupideces, me bajé. Vi a lo lejos venir a un señor canoso, con rulos, despeinado; responsable de un caminar con un grado de alcohol posiblemente más alto que su perversión (eso supuse). Dobló para donde yo iba, y esas dos cuadras que me separan de Gaona me generaron cierta sospecha, cierta persecución, cierta inseguridad. Perdón, vivo en Buenos Aires, y sin ponerme en un trillado lugar político, tengo que reconocer algunas verdades de quien camina estas calles a estas horas y con algún factor perseguidor encima.

Miré para atrás con los ojos sin mover la cabeza. Le puse más firmeza a mis pasos de los que en realidad tenía. "No te metas conmigo porque se pudre todo, guacho, soy la capa de Flores", traté de transmitir con mi caminar. Pero en esa cabeza borracha se pasaba una película que no tenía nada que ver con lo que la sala de cine de mi cabeza estaba proyectando.

En realidad no lo sé. Pero en los últimos diez pasos me animé a deducir que quizás atrás de esos rulos canosos y borrachos estaba un hombre vacío. Lo había visto quedarse parado en un edificio: obvio me encargué de pensar que estaba esperando a ver a dónde iba yo para seguirme. Pero, ¿y si estaba esperando que bajara la mujer por la que entregaría los sesos? ¿Y si salió de trabajar y aunque estaba muy cansado eligió irse a un bar barato para después poder dar pasos borrachos en busca de esa mujer que él está seguro que le corresponde pero la realidad le niega? ¿Y si mañana no se va a acordar de estos pasos borrachos porque le averguenzaría reconocer que no puede superar a la tipa y que todavía el alcohol le desnuda las entrañas, aclamando que no se olvidó un carajo?

3. Mi cabeza tiene millones de ángulos y se comporta como una calesita, pero, ¿por suerte? nadie tiene la ¿suerte? de ser un robot; y aunque en barrios y plazas distintas, todos nacimos girando en la búsqueda de una sortija y probablemente nunca la terminemos de encontrar.

30.3.14

Moneda

Son las siete y media de la mañana y voy por las mismas calles que caminaba hace aproximadamente ocho horas, pero en el sentido contrario. No sólo ahora hay luz, también tengo el maquillaje corrido, me duelen los pies y mi paso es algo zigzagueante. Saludo al de la estación de servicio, ya me conocen, siempre tan siete y media de la mañana, sola, cantando y zigzagueante. 

Es la misma vereda, el mismo asfalto, los mismos árboles, y sólo pasaron algunas horas, ¿por qué me siento tan diferente? ¿Por qué antes estaba tan "hoy me como el mundo" y ahora vuelvo con más hambre que cuando me fui? ¿Qué buscaba que no encontré? Sale mis yo más despampanante y vuelve una versión mía modesta, insignificante, cabizbaja. No me daría cuenta si no estuviera caminando los mismos pasos que hace un rato, pero acá estoy, solo que al revés, ahora hacia casa, al caparazón; para dormirme, despertar, y ya ni tan cabizbaja ni tan despampanante sentarme frente a la computadora y plasmar esta sarta de estupideces que los dedos escriben sin preguntar. 

13.3.14

A veces me imagino tu cara en la multitud

Flasheo que te cruzo en calles que jamás estarías. La escena está buena, apenas nos miramos, ninguno dice nada, vos vas en auto y yo caminando. Nos quedamos con la sensación de que no tiene nada que ver que nos hayamos visto, que vos no tenías que estar ahí pero justo pasaste, justo también yo, en ese momento; y a vos se te ocurrió mirar para el lado que a mí también. La mejor parte, en realidad, es la escena siguiente: cada uno maquinando con lo que le generó, preguntándose por el destino, por las energías, por la casualidad, habiendo visto al otro más lindo o más feo, más gordo o más flaco, más feliz o más infeliz; sin saber qué nos alegra más de todas esas opciones.

Flasheo, también, que te cruzo cerca de tu casa. Es raro: camino por ahí con esa sensación de "tranquilamente podríamos encontrarnos ahora mismo". Pero nunca pasa. Es tan factible, que no sucede. A veces termino pensando que hay más probabilidades de que te vea en La Quiaca aunque ninguno de los dos vaya a ir nunca. Más de una vez forzamos encuentros "casuales" y terminaron sin darse. Supongo que nada de todas las cosas que pueden unirnos son suficientemente fuertes como para lograrlo.
No tenemos ganas, ya. 
El destino parece decirnos a gritos que no tenemos nada que ver.
A la casualidad no le pinta, tampoco, ni siquiera como para marearnos un poco.
Ni siquiera nuestro instinto, lo más animal (que fue lo último que compartimos y lo primero que nos traicionó desde nuestro "chau para siempre"). 

Flasheo que te cruzo, supongo, porque me olvidé de vos no en el sentido típico "ya no te amo" sino que no me acuerdo tu manera de hablar, de moverte, de reirte, de enojarte. Y menos que menos tu modo de hablarme, moverme, hacerme reir y enojarte conmigo. No me preocupa, sólo me inquieta. Por eso flasheo que te cruzo. Y porque me gustan las escenas de novela, aunque sean sólo en mi cabeza, en el Barrio de Flores, y esté de segura de que si se dan en la realidad serían más lejanas a una telenovela que Garfield cortando una porción chiquita y comiendo todo el resto de la lasaña.

-y digo que ya no te necesito-

4.3.14

Domingo

Me duele el domingo pero es martes. Siempre odié ese lugar común de adjudicarle a un día de la semana un estado de ánimo, un nivel de ganas, un grado de (in)felicidad. Y mirá cómo caí ahí, en ese exacto lugar, pero a mí manera, porque hoy no es domingo, hoy es martes.

Me duele mucho el domingo, no solo un poquito. Una vez dije que lo malo del único día de la semana que tiene nombre de persona es que uno se replantea la vida. Si estás bien con vos, el domingo no te duele nada. Al contrario. Algunas veces me pasó y fue porque estaba distraída, riendo, pateando una pelota, charlando con mi abuelo, dejandome chupar la cara por mi perra.

Me duele demasiado el domingo porque no me duele lo suficiente como para poder llorarlo. Lo tengo atorado en la garganta, sacandome la voz y las ganas. Es que lo que más me lastima es que no hay nada concreto que me esté lastimando, es no poder ponerle un nombre, o quizás no asumir el que tiene por definición: domingo.

Adjudicarle la pena a un día es de cobarde, de cagón, de flojito. No es el domingo, sos vos.

Soy yo. 

18.2.14

ARROBA NATI JOTA

Me pintó escribir esto para dejar algunas cosas en claro. Así como me dicen un montón de cosas lindas, que me cuesta hacerme cargo, también me bardean un montón, y eso me cuesta mucho más asumirlo, y voy a explicar por qué.

Más que con los pibes en general, y con algún estereotipo de mina, yo no me meto con nadie. No critico nunca, salvo cuando me defiendo, cosa que sé que no tengo que hacer pero me irrita que me puteen injustificadamente. Me da bronca porque no me conocen, porque sólo leen cosas que a mí me pinta escribir en Twitter, que no son más que eso: cada tweet corresponde, como mucho, a 10 segundos de mi vida y punto. Obvio que detrás de eso lo pienso y lo vivo (al menos algunas cosas, otras simplemente las observo), por algo lo pongo, pero me rompe las pelotas que me juzguen como persona por una página de internet, ¿quién es el pelotudo, hueco y superficial, al final?

Otra cosa que me dicen mucho es que me la doy de voz de las minas, de representante de las pibitas, no sé qué. Que escribo como si tuviera “la posta universal”. A ver: yo pongo cosas que pienso, no sean tan pelotudos de pretender que delante de cada tweet ponga “yo pienso que”, creo que eso está tácito, además hay que cuidar los caracteres. Es obvio que es mi punto de vista. Lo que les hace pensar que me pienso que soy eso es que tenga muchos seguidores, pero tengo que decirles que yo arranqué como cualquiera de ustedes con 300 seguidores poniendo cosas y de repente tuve más followers, pero no cambió nada, ¿entienden? No soy un referente de un carajo, soy una pibita normal que escribe cosas en twitter y por algún motivo 60 mil personas siguen. Punto.

“Por las tetas”, otra crítica frecuente. Sí, quizás hay tipos que sí, a los que siempre que puedo les digo: no te fumes mis tweets de mierda, te conviene más guardarte mis fotos escotadas y clavarte una cada tanto. Además de pajeros, boludos. Y otra respuesta que suelo utilizar es: me siguen mucho más minas que chabones, ok, algunas podrán ser tortas, pero no creo que todas.

También se me ríen porque fui a A Todo o Nada “a ganar seguidores”… Les cuento cómo fue. Acababan de hacerme la nota en CQC, estaba en 30 mil seguidores aprox, y un productor del programa de Guido estaba buscando “twitteros conocidos” para “un juego de twitter”. No lo pensé “para ganar seguidores”, agarré y fui, flasheé oleada televisiva y me pintó ir. De ahí me fui con  casi 40 mil seguidores y una tele. ¿quién es el boludo? Es para vos, porque yo lo miro por TV (una grande, linda y nueva).

Por otro lado, me dicen que generalizo un montón, estereotipo a las minas, bla. Obvio que sí, es obvio que no todas las minas somos iguales, que podés ser re “minitah” y no sentirte representada por TODAS las cosas de minitah que pongo, incluso a veces escribo cosas que no tienen nada que ver conmigo. Pero no se me vengan a hacer, tampoco, las rebeldes, las jipis, las “cero minitah” porque hasta la más anti tiene actitudes y pensamientos así, al menos uno, al menos medio. Dejen de relacionar el “minitah” con el color rosa, se puede ser minitah en verde, en multicolor, en negro. Relajen un poco, antis.

Después, bueno, esto es la parte que más me cuesta. Me dicen un montón de cosas copadas, desde que se sienten identificadas algunas chicas, hasta que “soy una genia”, o que “escribo bien” en referencia a mi blog (que es lo que más satisfacción me da). Gracias por eso, gracias en serio, me pasa que la palabra “gracias” queda chica con lo que a mí me hacen sentir esos comentarios. No me estoy comiendo ningún flash de capa ni nada, estoy simplemente siendo sincera con lo que pasa y con como me siento al respecto.

A veces me pasa que no sé qué haría con algunas "ideas" o "giladas" (como le digo en mi biografía) si no las twitteara. Uso a Twitter como registro de esas boludeces que no ameritan un gran texto, que son simplemente eso, un concepto que si no lo pusiera ahí, me lo olvidaría -y tampoco sería tan grave-. Twitter no es "mi vida" pero lo uso y me divierte. Leo mucho menos de lo que escribo, pero las menciones siempre. Me perturba estudiar periodismo y no utilizar a la red del pajarito con ese fin, porque se sabe que es muy útil. Pero no sé cómo se hace, me sale usarlo así y ya fue todo. 


Nos vemos cuando sea más periodista y capa en serio, ahí sí voy a ser referente. Mientras soy una amiga más con muchos seguidores.

17.2.14

Volantes

Me subo al 124 en Neuquén y Caracas, como todos los días, y veo un asiento libre al fondo del lado de la puerta, el último que queda. Me acerco y me siento victoriosa, convencida de que el chico de al lado se da cuenta de lo contenta que me pone haberlo conseguido. Tiene la funda rajada y el borde deshilachado del cuero me raspa los muslos. Como siempre, antes de ponerme los auriculares o sacar El amor en los tiempos de cólera o husmear mi celular, miro. Una chica adelante de mí a la que sólo le veo los rulos llena espacios en blanco en unas fotocopias que están en inglés. Pienso hace cuánto que no hago un "fill in the blanks". Debería anotarme en un curso. El chico a mi izquierda mira su celular en su mano derecha, no presiona ninguna tecla, solamente observa. Lo noto nervioso. En su mano izquierda tiene un papel hecho un bollo, al que cada vez aprieta más. Guarda el aparato en la mochila y despliega el papel. Llego a leer "Empanadas y Pizzas El Camarón - Delivery sin cargo - Segurola 634" y unos cuántos números de teléfono. Ahora que tiene las dos manos libres, se encarga de romperlo en pedacitos. Sus nervios parecen aumentar cada vez más, aunque estoy segura de que inconscientemente lo hace en el afán de disminuirlos. ¿Se habrá imaginado aquel que le dio el volante en mano, cómo iba a terminar? ¿Y el dueño de la pizzería? ¿Qué tanto sirven los volantes, además de para darle algo para hacer con las manos a un ansioso? Nunca no tiré uno a la basura. Jamás me sirvió la información que leí en uno de esos papeles. Miro por la ventanilla porque creo que al joven lo intimido y ya tiene bastante con su inquietud. Sigo por Neuquén, todavía en Flores. Cada, como máximo, tres casas, hay un volante en el piso. Y un tacho de basura a pocos pasos. La chica de rulos sigue completando sus fotocopias, que ahora descubro que son en francés, porque hay palabras que desconozco y parecen pertenecerle a ese idioma. El pibe nervioso se baja y yo decido ponerme los auriculares. "Me gusta estar al lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa", canta Fito Páez en mis oídos. Cierro los ojos un rato. Pasa un tema, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Cuando despliego mis párpados el colectivo ya está por Corrientes, justo pasando por el Abasto. Hay mucha gente, todos caminan apurados, con maletines, mochilas, bolsos. Vuelven. Hay muchos papeles en la vereda. Ahora la distancia es menor: a cada paso de humano se pueden ver mínimo dos o tres volantes tirados. Rojos gastados, verdes oscurecidos, amarillos apagados. Viejos. Pisoteados, sucios, arrugados, olvidados. No entiendo para quién es negocio.

Me bajo del colectivo y apenas hago pocos pasos veo, en la esquina a la que me dirijo, un muchacho repartiendo panfletos. Una cincuentona rubia, de tacos altos, un vestido negro y bastante maquillaje, ni siquiera lo mira cuando él extiende la mano para entregarle uno. Un joven de unos veinte años con una remera de Los Piojos hace lo mismo. Sigo yo, pero ni siquiera atina a ofrecerme. A pesar de eso, extiendo la mano. Levanta la mirada. Frunce el ceño evidenciando que no entiende mi acción y me da un volante. "Gracias", le digo, mostrando los dientes. Es que desde que trabajé de eso trato de comportarme diferente a la mayoría, aunque antes de volantear nunca hubiera hecho como si no escuchara. Me quedo sentada en un umbral en frente del chico. En cinco minutos, diez personas aceptan el panfleto, cuatro le dicen "no, gracias", y doce lo ignoran completamente. De esos diez, ¿alguno usará el servicio en cuestión? Pienso que yo tomé el volante pero ni siquiera lo miré. Siempre hago así. No lo niego, ni lo tiro, ni lo leo. Lo pongo en el bolsillo, no sé con qué objetivo, para en un tiempo encontrarlo roto, convertido en uno de los tantos responsables de los "soy una mugre". Lo despliego, porque antes de guardarlo lo abollé (aunque no tengo conciencia de eso). "DentalUP - Consultorios odontológicos - Consulta sin cargo". Cruzo corrientes y empiezo a caminar por Junín, Hay un negocio al estilo Once cada un par de lotes, algunos ya están cerrados. En una persiana baja veo pegados, uno al lado del otro, seis papelitos chiquitos de color fucsia con la foto de una mujer desnuda que dicen "Sharon" y un número de celular. Recuerdo cuando una vez, en ese mismo lugar, una amiga arrancó unos de ese estilo y me dijo que ella lo hacía porque podían estar relacionados con la trata de blancas. Yo le pregunté qué sabía ella sobre si la chica estaba de acuerdo o no, que quizás estaba impidiendo que alguien trabajara. Me agarré de ese argumento porque ella en su discurso defiende la prostitución como un trabajo de algunas mujeres que no debe ser discriminado ni prohibido. No me acuerdo qué me contestó.

Llego a mi casa y en el desorden de mi escritorio veo una pila de volantes. El de arriba de todo dice "Inglés - 2 x 1 - Profesora particular - Clases individuales". Justo que hoy recordé que lo tengo pendiente... Sin embargo, no tengo con quien ir. Me falta uno. Que a una persona le sea útil el volante que recibe debe ser tan complejo como encontrar al amor de la vida, a la media naranja. Todo tiene que cuadrar: la zona, la necesidad, el precio, ¡que lo agarre y lo lea!. Parece más fácil un amor correspondido.

3.2.14

Amor en cuatro ruedas

Eran quizás las siete de la mañana, como tantas otras mañanas de sábados y domingos él la llevaba a la casa y tomaba ese camino que sólo él tomaba. De fondo podían sonar dos tipos de música: o esa banda de rock nacional con temas tiernos que los identificaba, que ella proponía para que los besos en los semáforos se pudieran sentir hasta literalmente erizar la piel; o algún tema de boliche que él elegía porque "¿por qué siempre querés escuchar cosas tristes?". De todas formas, excepto los momentos claves en consecuencia de la combinación de sentidos que generaban las canciones (si es que ella ganaba el duelo musical tácito); la experiencia era neutra. El recorrido le parecía simplemente lógico y nada de lo que sus ojos veían por la ventanilla parecía tener algo de poético, dulce, especial o memorable. 

El tiempo pasó, la rutina del viaje de las madrugadas de los sábados y los domingos fue tornándose esporádica hasta desaparecer. Algunas veces ella anda los mismos recorridos, también en el asiento de acompañante, aunque de algún amigo, familiar o afortunado. Esas mismas calles que antes no le generaban nada, hoy las mira desde otro andar y parecen mucho más lindas, como si el haber sido testigo de lo que fueron les diera una esencia especial. De fondo, si puede, elige poner esos temas de los que él se quejaba, aunque ahora están teñidos de gris.

Hoy anda por ahí y sonríe. Con el dolor por el final, con el amor por lo que fue, con las dudas de ¿por qué?, con las certezas de haberlo sentido. Pero sonríe. Porque no hay sonrisa que no cueste algo de dolor, ni dolor que pueda anular un amor que (ella te lo jura por los besos en el semáforo) existió.

21.1.14

Tormenta

Hace mucho calor, en el colectivo las chicas en mini-short transpiran los asientos y al bajarse, para secar la vergüenza, arrastran el short, sumamente pegado a su cuerpo. A los gordos les caen gotas en la cara, las que tratan de eliminar con sus dedos, disimuladamente, como si el resto de las personas no les vieran la cara brillosa y las otras gotas que están en el abismo del pelo, a punto de caer y ser asesinadas por esas extremidades gordas y también, transpiradas. Las viejas más chetas se tiran aire con un abanico antiguo pero distinguido, mientras que las pasadas-de-adultas con otro poder adquisitivo se airean con un folleto arrugado. Cuánto más calor hace, más torpe parece ponerse la gente, más roces innecesarios se generan, más apretado se ve el colectivo. Los que están adentro hace mucho que no miran para afuera, pero recuerdan un cielo encandilante y una atmósfera densa y pesada.

De repente, llueve. Así como si hace media hora el sol no hubiera copado todos los sentidos. Como si las nubes hubieran entrado sigilosa y lentamente por algún costado del cielo, porque nunca se percibió el momento de transición. Entonces, al revés: como si de un segundo al otro, hubieran aparecido nubes. Pero eso tampoco, nunca pasó. La única certeza es que de repente hay nubes. Y un par de gotitas, chiquitas. Y algunas más, y un poco más fuertes. Y de repente se huele lluvia, se ve lluvia, se escucha lluvia, se toca lluvia, se toma lluvia. Los 5 sentidos, ahora, están pasados por agua. Lluvia, nivel: tormenta. Lluvia, nivel: me resigno a mojarme sí o sí porque no hay manera de zafar. Lluvia, nivel: tengo miedo de que se me arruine lo que tengo en la mochila. Lluvia, nivel: no entiendo la gente que espera en un techo a que "pare de llover", ¿y si no para?

Lluvia. Lluvia, nivel: siento que no va a terminar. Lluvia, nivel: no te quiero ver nunca más en la vida y ya ni me acuerdo cómo se sentía cuando había sol y nos gustaba transpirar juntos.