porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

27.6.13

Perdón

Vi una película de un viaje al centro de la tierra, porque se iba a acabar el mundo por un quilombo climático debido al freno del movimiento de la carga en el núcleo. Algo así. Otra vez: tuve ganas de ver todas las películas del universo. No dejar ni una pendiente. Las buenas, las malas. Me lo propuse, me gustó la idea. Sí, me voy a volver una cinéfila. Me encanta.

Y de repente, también quise aprender mucho sobre ese tema: acerca del mambo de las capas de la tierra, de geografía, del clima, de las catástrofes naturales, de la naturaleza!. Estaría bueno entender bien ese tema, discutirlo, poder explicarlo, acercarme, sumergirme, investigar. Voy a ponerme a leer al respecto. El mundo tiene misterios que no tienen desperdicio, que son, paradójicamente, "de otro mundo".

Pero mañana leo un libro de una ficción basada en la época del peronismo, por ejemplo. Y también mañana elijo leer todos los libros habidos y por haber, todos, convertirme en una culta lectora que se reúne en bibliotecas a discutir literatura con futuros cortazars (pero tomando Nesquik en lugar de café o whisky -o whisky capaz que sí aunque no te niego una birra-).

Y también mañana quiero llenarme de historia argentina: visitar museos, y viajar por el país a conocer las casas de todos los próceres, esa de la mancha de sangre a la que fui una vez en un campamento con la primaria, por ejemplo. Y mirar documentales y que me expliquen, asistir a cursos, saber, saber muchísimo, para además entender el hoy a la perfección sin necesidad de nada más que mi cabeza.

Pasado quizás charlo con un carpintero y quiero sumergirme en el mundo de la madera, y de las charlas; y sueño con una liebre y me muero por entender la vida de las liebres y de los sueños. A veces pienso que quiero apretar un botón y listo. Pero después pienso que todo perdería sentido así y sería igual a nada. Quiero incorporar todos los medios y todos los saberes, todos los sistemas y todos los contenidos. Todo. Todos.

Pero el tiempo. El Tiempo. El tic-tac insoportable. La sensación de que no alcanza, y de que es todo o nada, entonces me voy a dormir la siesta. Lo que mata no es el tiempo, sino la manera en que lo entendemos. Sólo sé que no sé nada (y que quiero saber todo).

24.6.13

Con el mismo dedo que te toco el timbre puedo presionar tu herida

Soy agua y soy fuego. A veces agua dulce, otras salada, otras una que nadie conoce pero me gusta pensar que sabe bien. El fuego que encarno a veces es muy caliente y otras, aunque parezca imposible: otras veces es frío. También soy noche y soy día y soy negro y blanco y un grito y un silencio. Adentro mío también hay paz y un nóbel de la guerra. Tengo por ahí guardadas muchas lágrimas, millones, y obviamente miles de risas. Ambas cosas se escapan cuando me distraigo. Y me gusta que lo hagan. Las dos.

Porque prefiero perder que empatar. Porque si no siento nada para mí no hay motivo de quedarme. Porque los intermedios son peor que morirse. Porque la vida son extremos y todo lo otro no es nada, son huecos, vacíos, pozos. Me encanta saltar, pero si la alternativa es caerme, prefiero eso antes que quedarme quieta. No porque "de los errores se aprende" ni porque "un tropezón no es caída", eso déjenlo para los fanáticos de dichos trillados y de los "te lo dije". Prefiero caerme porque caerse es sentir y sentir es todo, aunque sea triste, aunque duela. Golpeame antes de no tocarme. Gritame antes de callarte. Mirame mal antes de cerrar los ojos.

La nada mata o muere. Por eso yo la trato de matar.

19.6.13

El lobo


Se acostó. Se tenía que levantar temprano al otro día, tenía que ir a cursar y después al trabajo. Capaz más tarde le quedara tiempo para ir a visitar a sus abuelos, los únicos que le quedaban vivos: hacía semanas que les prometía (y se lo prometía a él mismo) que iba a ir a verlos, pero nunca encontraba el rato. También tenía que estudiar, se estaba atrasando mucho, seguramente no iba a llegar bien para el parcial, qué garrón. Venía dividiendo las páginas de todo lo que rendiría una semana después para que no se le acumule, pero no empezaba nunca, porque encontraba excelentes excusas para arrancar al día siguiente.

Tenía ganas de ir a bailar, era jueves, re podría haber salido hasta las siete de la mañana e ir a la facultad fisura, o no ir, total los viernes tenía un teórico poco importante, que no tomaban lista. Pero no, pensó. Si salía iba a perder todo el día y no iba a poder por fin estudiar para el parcial de Economía I, ese para el cual venía prometiendo estudiar desde hace mucho. Y tampoco iba a poder ver a los abuelos, si salía, entonces no, no salió, se quedó acostado, pero todavía no podía dormirse.

A todo esto, Camila. Qué ganas de verla tenía. No, no tenía ganas; tenía ganas de tener ganas. Porque ella lo amaba, y a él lamentablemente no le estaba pasando lo mismo. Desde hacía meses que pensaba en cortarle, pero no podía. Por un lado, le daba mucha pena. Hacía cuatro años y medio que estaban juntos, además ella era bastante más chica: era demasiada responsabilidad. Por otro lado, no estaba seguro, quizás en un tiempo le renacía el amor, y no valía la pena terminar por una confusión.

            Pero Nicole le revoloteaba en el cerebro, su amiga de la facultad, que no le tiraba ni un poco de onda, pero a él le fascinaba, y más le gustaba que ella tuviera novio, y que él también, y que fueran primos segundos antes que amigos, aunque se habían conocido recién en la UCA. Él nunca le dio a entender nada, porque era solo calentura, pero las ganas le pinchaban la tranquilidad casi todas las noches, y esa no era una excepción.

            Tenía que ir a hacerse unos análisis en la semana siguiente, eso también pensaba mientras intentaba dormirse. Le venía doliendo mucho el pecho, quizás tendría que dejar de fumar, consideraba también. Un atado por día religiosamente desde los 17 años seguramente tendría sus efectos. Pero no, no podía estar pasándole a él, seguro que no, pero por las dudas iba a ir al doctor.

            Dio unas vueltas en la cama, los distintos temas que lo preocupaban saltaban como ovejas que lo despertaban a cada segundo más. Contó uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Contaba ovejas, pero saltaban problemas. Al final se durmió. 
Y al otro día se murió.

16.6.13

Sobrevivir es distraerse

Entonces cerré los ojos. Así, sin pensarlo, cual reflejo. De repente me di cuenta que tenía los párpados extendidos. Como si dejando de ver, todos los otros dejaran de ver. En un vano intento de invisibilizar mi tristeza, frente el mundo y principalmente ante mí misma.

Pero a la angustia la leen las entreñas. Ahí adentro no hay párpado que salve. Pero sí, quizás, afuera, un lápiz y un papel, o un montón de teclas con letras y signos encima.

Es que con los ojos cerrados no se puede llorar.

13.6.13

Fumatela II

El cartel amarillo que dice "alquiler temporario" en mayúscula sigue ahí. También hay otro, pero no en el balcón, sino arriba de la puerta. Igual que hace tres meses cuando el frío mentía invierno. Ahora dice la verdad. A veces.

Es que hoy, justo hoy cuando estuve de vuelta en ese umbral; hoy que otra vez la lentitud del 124 me hizo replantear alguna que otra cosa; hoy nuevamente la temperatura me engañó. Nos engañó.

Pero nadie fumaba en el balcón, y la ilusión era primaveral, cálida, con la violencia espiritual del pacífico septiembre en una rutina polar. Quizás ni tanto. Pero quedaría bien que fuera así.

No sirve escribir en biomas templados. No sirve para nada más que para la triste y trivial tibieza humana. Que, en definitiva, es lo que despierta y se transforma en un simpático monstruo de lava o en un temible muñeco de nieve.

Igual, la templanza es tan mediocre que puede llegar a ser mucho más fría que un iceberg y más caliente que el fuego. Yo ya ni sé qué prefiero, solo sé lo que me respondió mamá cuando le pregunté por qué la sopa se enfriaba y el helado se calentaba: "Todo vuelve a la temperatura media". Ninguna comida es rica a temperatura ambiente, pensé.

7.6.13

La función del arte 4

Si quiero, hago árbol de la leña caída, transformo en cocodrilo a una cartera, saco mágicamente un dedo tras malabares con mis cigarrillos. La abuela de Caperucita se come al lobo, la casa del primer chanchito es imposible de derrumbar, las princesas despiertan con besos descontrolados a príncipes dormidos, y Cenicienta sale a escabiarse a las doce y uno. También el amor existe, los muertos reviven y las noches son eternas. Se ficciona todo: ficción y realidad.

"Límite" y "frontera" son simples decires, no tienen concepto correspondiente, son onomatopeyas, significan como decir "auchushcu" y "aggrrrrghgh". A veces las palabras son veloces autopistas, otras, rutas congestionadas; otras veces, simples calles con rítmo normal que no dan nada para decir. Ahí se dividen los dos únicos tipos de seres vivos que hay en el mundo: el que le encuentra lo especial, y el que cambia el recorrido en busca de otro con algo emocionante. Los que continúan y siguen viviendo en ese "nada para decir" están todos muertos.

4.6.13

El Hernán de los castillos

De chicos nos gustaba construir castillos de arena y después pisarlos. Cuánto más grandes y sofisticados fueran, más placer daba destruirlos. El incentivo para esforzarse era únicamente ese. Ah, y la foto, obvio, siempre la foto, que aunque mamá insistía, todos queríamos guardar un recuerdo de esa torre grandiosa (que vale la pena aclarar que pocas veces en la historia de la humanidad un castillo de arena se habrá parecido a un castillo).

Los escombros de color de una escala de marrones por su distinto nivel de humedad, típica de las playas argentinas, nos entristecían un poco, porque ya había terminado la diversión de levantar el castillito y saltarlo. Pero no importaba tanto: era cuestión de un “¡mirá ese caracol!” o “quiero ese barrilete” o “mamá, dame plata para un helado”, para que se terminara la angustia.

Hace poco me perdí en estos recuerdos porque me encontré con que a vos nunca se te hubiera olvidado la costumbre de armar y desarmar a tu antojo, de inventar reinos que pocos se parecían a ellos pero que los creímos como chicos, de con cualquier mambo distraerte al instante de haberlo demolido.

Casi me vuelvo a perder. Casi digo “lo que construímos”. El único que puso las manos fuiste vos. Yo era la hija más chica de los de la carpa de al lado que aplaudía y te festejaba todos los chistes. Y que me quería quedar a vivir ahí. En ese coso que en lo que más se pareció a un castillo de arena fue en el componente principal. Hoy, ni los restos quedan. El viento se llevó todo. Hasta las ganas de armar uno nuevo.

2.6.13

Rezo al diccionario

A mí los sentimientos me salen en palabras. No es algo bueno. Seguramente no. Porque aunque son de lo más puro que hay, los sentimientos son LO más. El extremo. La esencia por definición. Entonces quizás me mareo en letras, me distraigo en cómo ordenarlas, en lugar de simplemente dejarme ser a esa sensación sin ponerle título. Es como que ya me hice tan devota de las palabras que no puedo disfrutar o sufrir algo sin saber qué es, o sin acercarme a saberlo, o sin creer saberlo. Sin nombrarlo.

No me acuerdo bien, pero alguna vez en Filosofía aprendí una doctrina, o un chabón, o un mambo, que creía que primero estaban los nombres y después las cosas; y otro que planteaba la inversa. Creo que ya sé a cuál pertenezco, a mi pesar. En realidad, ni sé cómo se llama. Entonces, no. Mi religión, desgraciada y afortunadamente, son las palabras. Y punto.