porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

18.5.13

Alt tres

Tengo ganas de que mi alma tenga sexo. De que le mientan, quizás, para así sacarle la ropa. De que se desnude con pasión, de que el vestido quede tirado en el piso, como si no hubiera un mañana. De que la toquen, la manoseen, la besen, la revuelvan por dentro. De que le hagan olvidar los motivos para no desnudarse. De que le den ganas de desnudarse a ella sola, incluso sin tocarla. De que se despierte mañana confundida, insegura de por qué ahora tiene todo al aire. Pero contenta. Aunque dudosa. Pero ya sin vuelta atrás.

Quiero que un alma se desnude con la mía. Quiero que le hagan el amor.

Y que explote.

15.5.13

La palabra prohibida

Para mí, desde el vamos, está todo mal. Se habla de "el" amor. Como si fuera uno. Como si fuera único. Omitiendo que por ser personas distintas, podemos amar de miles de formas; y aún así cada individuo tiene distintas maneras de amar según a quién va dirigido el sentimiento. Pero, igual: seguimos llenándonos la boca de "el amor", pintando corazones rojos, idealizando la sensación, llevándola a un plano en el que probablemente jamás lo alcancemos en nuestra vida.

Primero me indignaba cuando veía a mi mejor amigo, por ejemplo, excesivamente fanático y desesperado por San Lorenzo. Después lo entendí, y le creí tanto, que no creo que mienta cuando él dice que es amor. Veo como lo siente; me lo hace sentir a mí también, y a cualquiera con quien habla, aunque sea de Huracán o Boca Juniors. 

También desconfiaba de la militancia política. Me parecía una ceguera idiota, en muchos casos, injustificada, careta, para aparentar, para sentirse parte. Aunque situaciones de esas no faltan, en ningún rubro, dejé de dudar de la sinceridad de esa cuestión para algunos. Entendí que también es pasión. Que les llena el cuerpo. Que sienten la idea en el alma y moverse por concretarla es un acto profundo de amor. O de enamoramiento. "El amor es burgués y el enamoramiento, militante", como me dijo Maqui. 

Y en la misma bolsa, aunque totalmente otra, aparece la música. A esta altura del texto, obviamente no voy a negar, sino a admirar esa devoción por una banda, un músico, por lo que generan sus notas en uno. Creo que se puede estar enamorado de la música, de una ideología, de un equipo de fútbol. Y aunque ese tipo de emociones, sobretodo en el caso del deporte, para algunos pueda ser superficial y estúpido, a mí me habla de sensibilidad, porque vos podés no entenderlo, pero él lo está sintiendo a flor de piel, y también muy adentro; por todos lados. Y no lo podés negar. 

Lo que no sé bien si creo es en el amor de amor. En esa idea trillada. En el corazón rojo. En ese que se plasma con un beso. En el que es de a dos. En el de los chocolates y las flores. Sí, justo de ese, me atrevo a desconfiar. Porque nunca vi a Gon perder su sentimiento por San Lorenzo (a pesar de los enojos), ni tampoco a Maqui abandonando su alma militante. Jamás encontré a Jaz sin sentir nada al escuchar a Fito. Pero sí supe de personas pisoteando y olvidando a quien solían amar.

Es así: existen muchos amores, pero sólo son reales los que duran para siempre. Si no, no era amor. Era un error.

11.5.13

Lo que no se ve

De tan exacta y precisa que es la sensación ante un día como hoy, se torna imposible describirla. Las palabras le quedan chicas, o muy grandes, porque en realidad es algo tan simple, y a la vez, tan majestuoso. No sé por qué esa necesidad de apalabrarlo. Supongo que para hacerlo eterno. Porque sí. Se va a hacer de noche, va a refrescar, vamos a tener que caer. Lo sé. Y saberlo, quizás hasta le saca un poco de placer (porque no puedo evitar perder un poco de energía en pensarlo).

"La felicidad es encontrar el equilibrio perfecto entre pensar y no pensar". Pero hoy no es un día para hablar de eso, no. La filosofía y las palabras difíciles y profundas son para otro tipo de clima. Con "clima" no me refiero (solamente) a la temperatura, al sol, a la luz, sino más al ambiente, a lo que se percibe, a lo que se respira. Hoy tengo ganas de mirar a una hormiga, o una pared blanca, o un kiosko, o un esmalte de uñas. Pensarlo sin pensar demasiado.

Bueno, entonces encontré la forma de describirlo. Lo logré. Hoy es un día para sentarse en un umbral. Listo, ahora va a existir para siempre.

8.5.13

Descartes de blablablá

La hoja en blanco es infinitud. Quien nunca escribe, probablemente no lo entienda. Significa que en una cuestión de dos minutos, o dos renglones, esa misma hoja pueda ser cualquier cosa, literal y figurativamente cualquiera. Pero ya habrá adquirido una forma: una de esas ilimitadas alternativas. Cada una, eterna, porque una hoja pueden ser dos, tres, cuatro, mil; lo que podemos escribir, también es perpetuo.

Perpetuo e inmortal. Yo voy a morir, vos, tu vecino, tu perro, un mosquito. Lo que plasmes en palabras, jamás. Sí, la hoja puede quemarse; el mundo volver a flashear big-bang, todo reducirse de vuelta a un punto, un átomo, o lo que sea. Pero es como si esas palabras ya no necesitaran de algo material para ser. Serán eternas aún cuando ya no haya nada. Habrán quedado en algún lado, perdidas, quizás amontonadas, confundidas, extrañando a su creador o felices de haberse alejado; pero vivas. 

En mis palabras suele haber muchos "tal vez", "quizás"... Lo sé. Lo sé y lo lamento. Tengo pocas certezas, y soy demasiado fiel a lo que no sé (quizás más que a lo que sí). No me gusta asegurar cosas de las que en realidad, dudo. Como periodista, a la vez: la mejor y la peor. Pero, puede que en realidad las palabras sí tengan final. Sí mueran. Sí se agoten. Tal vez los escritos tengan un deceso, un fallecimiento, una desaparición. Eso será cuando ya nadie les crea.

Entonces prefiero dudar. ¿Quién desconfía de una duda? ¿Quién dispone un hueco en su mente para descreer de quien ya se contradijo mil veces? 

Que mis palabras duren para siempre.