porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

10.11.12

Cuando la tarde moría (como moría lo nuestro)

Es como volver a meter en la heladera el pote de Casancrem vacío. Como no tirar esa lapicera que definitivamente no anda más. Como seguir guardando la remera de Mickey que ni siquiera usás de piyama.

Es difícil despedirse, incluso de las cosas, incluso de manera inconsciente de una birome que claramente no te interesa, ni la querés, ni te perjudicaría empujarla al precipicio del tacho de basura. Sin embargo, la guardás, como al pote de Casancrem y a la remera de Mickey. Y mañana, mañana vas a querer escribir algo y maldecir al ver que no funciona; vas a querer hacer más sabrosa una tostada y vas a putear porque el puto pote esta putamente vacío; vas a ponerte de mal humor cuando busques algo que te querés poner y no lo encuentres, y digas "¿para qué mierda guardo tanta ropa al pedo?".

Y así es. Y así, también, es como no te despedís de tantas otras cosas, de relaciones, de miedos, de costumbres. Relaciones que ya no te generan lo mismo, miedos que ya no tenés, costumbres que ya no te sirven. No, no están presentes todo el tiempo, pero están amontonados en algún rincón. Y también, desde ese rincón, te van perturbando de a poquito, como la lapicera, como el pote de Casancrem, como la remera de Mickey. 

Renovar la cartuchera, limpiar la heladera, reordenar el placard. Es como eso.