porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

18.2.11

Dulce condena

Uno sonríe, entonces el otro sonríe más, por ende el primero agranda su sonrisa, razón por la cual el segundo también lo hace, y un rato después una guerra inconsciente e inocente de mostrar los dientes se apoderó del momento.

Una foto color sepia, un ramo de rosas rojas, una carta escrita en cursiva con tinta roja y con las "o" escritas como un corazón. Una luna gigante, miles de estrellas; una noche tan corta como larga. Una canción cantada al oído, un mimo sobre la piel que un segundo después va a estar erizada. Una pelea con gritos en forma de corazón, que dicen odio pero piden besos. Un segundo eternizado en años, un beso lento; largo; silencioso. Recuerdos blanco y negro, recuerdos rojos, recuerdos rosas.


Pero Plutón está más cerca mío.

11.2.11

Sentirlo es mejor

Y así y a esa hora encontré ese ahí. Sentarme, mirar a la luna. La luna que aunque chiquita, incompleta, o "nueva", está, saluda, marca su presencia, baila. La luna que puede estar llena pero uno verla con huecos que son las hojas del tronco del árbol caído que ya no se cae más. El viento caliente hace mover al árbol y representa unas combinaciones alucinantes de sombras, hojas, flores y la luna. Sumados a unos ojos color marrón claro que me miran expectantes, petrificados, esperando un accionar.

Pampa, entendé, ahora el accionar es ese, nulo a los ojos de cualquiera, supremo desde los míos. Sentarse al lado de la parrilla, levantar la vista, y disfrutar de un escenario tan simple como alucinante. Bendita es la luna, Pampa. Tiene luz pero en realidad es opaca. Inspira estando aun siempre quieta y en silencio. La gente nace, ríe, llora, y muere, y de todas formas ella sigue ahí. Magnífico, Pampi. Si algún día hablás con el Dios de la luna, si es que existe, por favor, decile que no creo ser suficientemente grandiosa como para merecer disfrutar de semejante espectáculo.