porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

20.12.10

Fu o fa

Ahora es cuando mis borradores se triplican, se aplastan, se amontonan. Cualquier hoja cercana a mí, un rato después está escrita y tachoneada una y mil veces. Garabatos indescifrables que un rato antes supieron ser intentos de balances. Balances de esos de los que la gente siempre hace a ésta altura. Que a veces los escribe, otras simplemente los piensa, y algunos capaz que los comentan en una conversación de esas profundas, con amigos, a las 4 de la mañana, fumándose un cigarrillo en el jardín de su casa, cortando pedazos de pasto, mirando el pedacito de luna que se asoma entre la oscuridad de la noche.

Sencillamente tengo que decir que me resulta imposible. Puedo elegir qué postura tomar. Las mismas cosas podría decirtelas como buenas o como malas, como más o como menos. Simplemente contadas desde perspectivas diferentes, con otros ojos, visto un día soleado o uno con temperatura bajo cero. Por eso es que no puedo con los balances. Soy ambigua. Pretendo ser optimista, y hay momentos en los que soy la más del mundo. Pero a veces me doy cuenta que me estoy mintiendo. Y caigo en el pesimismo y todo es lo peor. Lo que da como resultado todo un año de mismos hechos visto de dos formas totalmente diferentes. Indescifrable. Capaz a vos que lees ésto un día te cruce en un bar por Plaza Serrano a las 5 de la mañana, después de que tuve una muy mala noche en la que me sentí asquerosamente usada, charlamos de la vida, y lloramos juntos. Llorás porque te va a dar lástima mi relato y mis penosos sentimientos. También puede pasar que nos crucemos por Plaza Irlanda porque tenemos un amigo en común y yo acabe de venir de una juntada con mis amigos regia, que tenga planes gloriosos para esa noche y que esté yendo a la casa de mis primas que tanto extrañaba. Me vas a envidiar, me vas a querer arrancar la vida de un sopetón.

Ah, eso sí. Jamás un punto medio. Que ni se me ocurra. O blanco o negro, o todo o nada, o bien o mal, o te amo o te odio, o vení o andate. No me vengas con grises, un poco, más o menos, te quiero, o ahí voy. Para cosas aburridas vayan a leer a alguien equilibrado.

14.12.10

Abrazos a lo que fue

El sol se asoma por el horizonte, y un rato después ya está en lo más alto. Ilumina, marca su presencia, irradia luz. Sin embargo un rato después, empieza a caer, a descender, a esconderse. Un rato se saluda con la luna, se ven, se miran. Después el sol desaparece y predomina la noche. La oscuridad, los brillos. Surge un clima especial, que muchos aman, otros odian, y otros nunca van a entender.

El fuego se prende y parece interminable, sin embargo después de un tiempo se extinguió y sólo quedaron cenizas. Cenizas que son el rastro de algo que ya no es, pero que fue. El invierno se instala como eterno, el frío congela las almas, pero es definitivamente pasajero. El calendario lo dice. Y sí, increíblemente, termina. Aparecen las flores, las plantitas, los días largos. La primavera. Cuando recién uno se acostumbra, un golpe de calor te empuja al verano. Qué lindo que es el verano. Pero lo peor, para mí, es cuando empieza el otoño. Cuando al calor y a las buenas vibras de la estación del sol, la absorben las hojas secas, los crunchs. Que, sí, también tienen su encanto.

Ciclos, ciclos, ciclos. Todos empiezan con firmeza, pero en menos de lo que parecía que lo harían, terminan. Terminan para volver a empezar. Pero terminan dejando intriga, dejando duda, habiendo dejado mucho pero a la vez, la incógnita eterna de lo efímero. La sensación inevitable de que si fue, jamás va a volver a ser así, la aborrecida característica humana de no poder disfrutar el hecho de que haya estado y querer volver a prender el fuego, a subir al sol, a abrazar la noche, a retener el calor, a regar una plantita, a pisar una hoja y a ponerse un abrigo.

Eso es. Abrazamos porque no queremos soltar. Porque aunque "lo que esté por venir, sea lo mejor", lo que está ahora, es irremplazable. Termina, y ¿qué queda de eso? Creo que más que "¿qué es la vida?", los filósofos y los intelectuales deberían preguntarse eso. Qué queda de lo que fue. ¿Ya no es? Yo no creo. Todo sigue siendo de alguna u otra forma. No es efímero. Lo efímero está en los humanos. Sí, en nosotros.

1.12.10

Tecnicolor

Mariposas, las extraño en otoño, las deseo en invierno, y en primavera me agotan. Son lindas, me gusta su tierno revoloteo, me acaricia, también me hace cosquillas, pero por sobretodo: me inquieta. Me impacienta, me altera, me acelera, me da escalofríos. Por un rato, pienso que sería mejor tenerlas lejos, pero, Nati, ¿te acordás de cómo las extrañabas en otoño y cómo las deseabas en invierno?

Se suponía que estaban en la panza y yo las tengo por todo el cuerpo. Por una causa que no lo corresponde, por cualquier cosa, pero así estoy programada, ¿no? Para sentir las cosas en situaciones desubicadas, para sentirlas de otra manera, para que me alteren, inquieten, hasta casi molesten; para siempre estar deseando algo anterior.

Igual, estemos contentos, yo estoy contenta. Me gustan las mariposas. Me gusta que vuelen. Que me vuelen y revuelen. Que me inquieten. Me molesta. Pero me gusta, me encanta, me hace sentir. Y aunque pueden ver en esto algún costado pesimista y deprimente, las maripositas me ponen contenta, aunque más inquieta que de costumbre y sin saber cómo actuar. Hasta que se me destroce totalmente la mentira que me cree, voy a ver mariposas por todos lados. Hasta este texto, sumamente negro, yo, lo veo colorido y con bichitos pintando las letras.

Cualquiera confundiría a los bichitos con polillas. ¡No! Son mariposas.