porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

22.5.10

15

Dicen que los quince años de una mujer son muy importantes. Que es de las edades más lindas, que una niña se hace mujer, entre otras cosas. En tan sólo cuatro días, el veintiséis de mayo, dejo los quince. O no los dejo, nunca los voy a dejar, como todo, dejaron una huella en mí. Pero la respuesta a la típica pregunta de viernes a la noche no va a ser más quince. Va a ser uno más. Va a ser dieciséis.

Estuve analizando si la importancia es lo que pasa en ese año con quince años o lo que se fue acumulando de la vida. Entonces pensé un poco sobre mis quince años vividos y también lo que me pasó en ese año en que casi me aburrí (o divertí) de contestar "quince".

En quinces años logré querer, creer querer, y creer odiar. Jamás odié. No me acepté, no me animé a mirarme al espejo. Un día me animé y no me quise. Y aprendí a quererme, o a aceptarme. Me equivoqué, me equivoqué mucho. Me arrepentí algunas veces y otras no. Hice muchas cosas bien y me sentí orgullosa. De otras no me di cuenta. Jugué y todavía me quedan ganas de seguir jugando. Me peleé mucho con mis hermanas y mis papás pero poco con personas fuera del círculo de mi familia. Tal vez me hubiera gustado pelearme un poco más, gritar más mi descontento y desacuerdo con algunas cosas que no soporté escuchar. Crecí en centímetros y en cerebro, y en vivencias, y en madurez. Me hice más chiquitita en orgullo y sigo en proceso. Bailé chiquititas y en boliches, siempre muy mal, siempre de una manera muy particular, pero siempre feliz. Me reí mucho, me reí por primera vez por unas cosquillitas de mamá y desde ahí no paré hasta hace un segundo. Y pienso seguir. Canté en la ducha y en un acto del colegio, y también la canción que me enseñaron en salita de dos. No me olvido de los boliches. Escribí mi primer cuento en primer grado pero la primer historia en mi cabeza aún cuando no tenía uso de razón. No podría escribir todo. Aunque crean que quince años es poco, se equivocan. Quince años tal vez no sea ni un cuarto de lo que me va a pasar, pero prometo que para quien soy hoy es todo. Y es mucho.

Ahora la otra fase. Lo que logré en este último año. Lo que significó para mí esta edad vista como tan dulce y a la vez, diabólica.

Me agarré a las piñas con mi orgullo. Terminamos los dos medio golpeados, pero yo sigo más de pie que él. De vez en cuando tenemos algún encontronazo. También me peleé con mi cerebro que me quiere ganar. Que se piensa que puede más que yo. En general me gana. Pero confío en los dieciséis para fortalecerme y dejarlo nocaut. Logré valorar lo que tengo. Logré hacer lo posible por disfrutar cada momento al máximo porque todo es irrepetible. Transformé equivocaciones en experiencia, lágrimas en palabras, nervios en conocimiento. Supe elegir con quienes no quiero dejar de reir y quiero a mi lado, y a quienes, por más del cariño que les tuve, es mejor tenerles cierta distancia. Aprendí que persevera y triunfarás no es tan aplicable pero que es lindo mientras hacés todo por algo y creés que vas a lograrlo. Me sentí una rebelde y al segundo, la más sumisa del mundo. Lloré, lloré mucho, pero podría haber llorado mucho más. Y como nunca dejo de destacar, me reí hasta que me dolió la panza.

Pero algo tengo que desmentir. Nada de eso de que te hacés mujer es cierto. Lo que sí... ya me puedo considerar con todas las letras una niña en proceso, más comúnmente denominado en la lengua hispana como adolescente.

15.5.10

Inllevable

Quiero dormir, gritar o morirme, contesté. La segunda opción es la que más feliz me haría pero tengo miedo de que los vecinos crean que algo está pasando en mi casa y llamar a la policía. Porque no sería un grito cualquiera, sería el más desaforado del mundo, que duraría más tiempo que cuando un periodista relata un gol en un partido importantísimo y pondría yo, en ese grito, más fuerza que un sumo. Más de esa que siento que me queda.

Dormir me haría bien... muy bien. Pero no puedo. No con lo que siento que me ahoga, no sabiendo que es sábado (aunque salir ni siquiera es una mínima opción), no con este enojo que no se va aún después de cien cepilladas de pelo. Dormir y soñar, soñar lindo, soñar que estoy sumamente bien. Despertarme y darme cuenta que no. O dormir y soñar que tengo la peor vida del mundo, abrir los ojos y ver a mi vida rozando lo perfecto. No puedo dormir.

No tengo los ovarios para sacarme la vida y además amo la vida. La amo tanto que llego, casi, a aborrecerla. Pero de lo que estoy segura es de que me falta mucho por descubrir, y de que quiero vivirla hasta el final, hasta el último minuto, quiero ser parte del Libro Guinness como la mujer que más años vivió. Aunque exactamente ahora, muriéndome estaría un poco más conforme. Pero no. Lindo es vivir, exceptuando momentos en los que nos gustaría estar en otro lugar desconocido para el ser humano.

Entonces ser feliz no es una posibilidad, no ahora. Aunque no entiendan nada, aunque no les importe lo que me pasa, aunque estén encerrados en su "verdad" y les sea imposible ver lo que hay más allá, aunque digan que quieren lo mejor para mí pero en realidad lo único que les importa es demostrar que tienen la razón y que saben todo, aunque crean que la sabiduría únicamente pasa por los años que se vive, aunque estén tan equivocados en algunas cosas y tengan tanta razón en otras... la única opción es seguir acá, frente a ésta computadora, regalándole lágrimas a una razón con mucho sentido para mí ahora, pero que "mañana va a ser sólo una anécdota". Así se supone que es (aunque me gustaría que fuera totalmente distinto).

9.5.10

"Si tenés hermanos caminás mejor"...

De chiquitas nos llevábamos bien. No éramos tan diferentes como ahora, o tal vez eso no se notaba. Nos gustaba jugar al ya-sabés-qué (así se llamaba), a la cocinita, a las barbies, veíamos Chiquititas juntas y soñábamos ser como Juliana doctora o periodista. Supongo que también nos pegábamos, peleábamos y gritábamos. Fuimos creciendo, a eso de mis diez años sufríamos el miedo por algún programa de terror que habíamos visto y, de noche, cuando ya estábamos acostadas, y alguna se acordaba de eso, para no sentirse sola, le decía a la otra "el espíiiiritu...". Algo un poco cruel, tal vez. Éramos niñas.

Y la situación siguió, y tuvimos yo 12 y ella 15, yo 13 y ella 16, y cada vez la diferencia fue más grande, no en años, no en madurez (supongo que ésto fue cambiando en ambas...) si no en forma de ser, pensar, actuar. Tuvimos etapas huracanadas, gritos todos los días, llantos, peleas, nos herimos mutuamente o tal vez yo más a ella. Las vacaciones del 2009 se encargaron de unirnos mucho, creí que duraría, pero los Malos Aires se encargaron de que todo vuelva a la normalidad. Relación distante, falta de interés. ¿Mutua? No creo.

Estuvimos juntas poco tiempo en el verano 2010. Pero la pasamos bien, bastante bien. Sin embargo, otra vez este lugar logra que todo vuelva como antes. O peor. Nunca sentí nada de ganas del otro lado de que la relación sea como la que yo alguna vez soñé, alguna vez me imaginé. Esas amigas-hermanas, que salen siempre juntas, se cuentan todo, son compinches. No pretendo que sea así, o mejor dicho sí, pero me conformaría con mucho menos. Pero con esto no puedo conformarme.

No puedo estar contenta al darme cuenta que a la otra persona no le interesa herirte, no le importa cómo estás ni qué te pasa, no tiene el menor interés en tu historia "amorosa", por más que sea con comillas; le da fiaca decirte que estás saliendo ridícula vestida y lo último que quiere es que aparezcas por su habitación con ganas de charlar. No puedo estar feliz con eso. Saber que yo intenté cambiar cuando me dijeron que era hiriente y del otro lado no se piensa que lo que se dice puede herirme y mucho, que llego a pensar que hasta se aprovecha de cierta cosa que me tiene angustiada para todavía ponerme peor.

Pero no puede ser así, me digo. Somos hermanas. Me quiere. No tengo dudas de eso. ¿Tal vez no se dará cuenta? Tengo que ir a hablarle. Y varias veces lo hice, y nunca tuvo sentido. Ella cree que me victimizo, que finalmente todo me da igual. Pero sufro ésto. Me angustia mucho.

Pensar que en pocos meses se va a vivir tan lejos que pares y pares de horas me duraría ir a verla en el mejor medio de transporte. Pensar que me queda poco tiempo para intentar esa relación utópica que busco (porque ya bajé los brazos...). Pensar que tal vez en unos meses cuando ella ya esté muy lejos voy a extrañarla con todo mi ser y voy a arrepentirme por no haber hecho todo porque la relación sea relativamente buena.

Pero nada puedo hacer. Siento que no depende de mí. Que del otro lado le da igual que seamos mejores amigas, que que ni nos dirijamos la palabra, que nos hiramos siete veces por semana. Sería más fácil si nada me pasara, si a mí también me diera igual. Si no la quisiera con mi ser, si no diera mi vida por ella, si no fuera tan importante para mí como sólo otros tres en el mundo.

Así es.

4.5.10

¿Encéfalo o corazón?

Necesitaba un abrazo, o un mensaje de texto. O esa sensación de estar esperando un abrazo de alguien y de que te mueras de ganas de recibir un sms, pero no de cualquier persona. De una en particular. Pero no hay a quien extrañar, no hay perfume que te haga falta, no hay un roce que estés necesitando.

Todo llega, dicen, y yo también lo digo. Puedo confirmar que las veces que me dejé fluir las cosas que quería que pasen pasaron, y las que quería que desaparecieran dejaron de ser una piedra en mi alpargata. Pero tengo ganas de sentir ahora, de sentir bien, de sentir justificadamente y no por quien sé que no vale la pena (ni esa persona, si el sentimiento que me inventé).

Pero nada puedo hacer más que esperar. Muchos dirán que esperar es un error, sin embargo puedo yo misma decir, por primera vez en mi vida, que me jugué, que me animé, que hice todo lo que pude. Pero no funcionó. Por eso ahora será cuestión de esperar a que mi rival deje de ir para atrás y para delante con el mismo peón, infringiendo las reglas. Que juegue como se debe, que se anime a una torre, a un alfil.

Yo me jugué el rey y lo perdí. Mi feminismo y optimismo me llevan a pensar que puedo seguir el juego con la reina. Pero cambiar de estrategia. Porque sin el rey y sin la reina, no hay ajedréz que pueda llevarse a cabo. Y a pesar de que al nono no le gustaría enterarse de esto que digo, supongo que sería más divertido e interesante jugar sin pensar, mover las fichas por instinto, abandonar los actos pensados y empezar a usar más la médula espinal y el tallo encefálico.