Anoche era una más de risas, anécdotas, bailes ridículos y otros no tanto, gente indeseable y gente excesivamente deseable, hasta que pasó. Hasta que salimos, con mi mejor mejor amigo Nacho y un pendejo cruzó y nos pidió las papas fritas. Nacho se las dio. Nos pidió dos pesos. Nacho se los dio. Y, la tercera es la vencida, me dijo el tan esperado pero hasta entonces nunca vivido por mí "dame todo".
A todo ésto otros dos estaban encima de Nacho apurándolo de una manera peor que a mí, amenazándolo con tener un arma que tanto ellos, como Nacho, como yo sabíamos que no tenía. Le di mi celular que lo tenía en la mano. Puedo rescatar algo gracioso. Cuando agarró mi tan viejo y roto celular, se le cayó la tapa y la batería al piso. En el momento no me reí, pero ahora lo recuerdo y pienso que por la mente de este gran hijo de puta pudo haber pasado un "mirá lo que me vengo a robar", un celular que nuevo gracias sale cien pesos y encima esta todo roto. Ojalá no le sirva para nada.
Mientras me sacaba el celular, yo balbuceaba. Hablaba, le decía que me deje el chip o no sé qué cosa más. Después me dijo "plata, plata, dale", de una manera que me asquea recordar. Le di veinte pesos, no tenía más, y se fueron. Seguimos caminando con Nacho. No podíamos creer lo que nos había pasado.
Fuimos a buscar a un policía, porque estos pibes seguían ahí, pero cuando fuimos con el buen señor trabajador de la justicia justamente los que nos robaron se habían ido. Y con nuestras cosas, por supuesto. Pero fue vivir algo bastante raro, que el policía palpe a los que quedaban ahí, que me miren con esa cara de "me estás acusando", que yo me haya estado sintiendo siendo la mala de la película cuando acababan de sacarme algo que era mío sin ningún derecho.
Obvio nada apareció. Después cuando le conté a papá esa parte me confirmó que fue en vano. Pero yo soy de esas que no les gusta perder la esperanza, de esas que tiene que sentir que por lo menos hizo algo para revertir la situación o para cambiar un poco las cosas.
Me enteré que el policía que nos fue a acompañar lo hizo de buena onda y pura bondad porque esa no es su zona, que a él no le corresponde. "¿A quién?", le dije. "Es zona liberada". Me llené de bronca y empecé a hablar rápido y a quejarme. Todo puede resumirse en que le dije que no puede ser así, que si se sabe que se roba mucho las 24 hs. del día y que siempre son los mismos pendejos de mierda, no haya nadie. Básicamente es una invitación a decir que roben ahí, que no va a pasar nada porque nadie controla.
Cuando cuento lo sucedido recuerdo la impunidad con la que este pibe me decía "dame todo". La recuerdo y me da bronca. Me da bronca pensar que tengo que dar algo que tengo por esfuerzo (por ahora no el mío, si no el de mis padres, pero el día de mañana sí), algo que es simplemente mío y no tengo por qué darle a otro.
Yo era de esas bastante tolerantes a la hora de hablar de los ladrones, que tal vez lo hacen por necesidad, etc. Y cuando me acerqué a donde estaban los amigos de los que nos robaron con el policía, lo confirmé. Dormían en colchones en el medio de una de esas plazoletas de 9 de Julio. Sin embargo ya no me da pena. O, mejor dicho, se me cruza la sensación de bronca extrema con lástima.
No los justifico y nunca más voy a justificar a chorros. Porque vino, nos pidió papas fritas y se las dimos. De buena fé o por miedo, pero lo hicimos. Pidió dos pesos y se los dimos. Alguien así no merece ser comprendido. O tal vez lo merece desde algún extraño puntos de vista, pero mis escasos quince y la bronca que me llena el alma, el cerebro, cada extremo del cuerpo; no me deja comprender nada más que que quiero lo que es mío. Que no es mucho pedir, ¿no?
No quiero vivir en este mundo ni en esta ciudad. Mamá y papá me piden que viva con miedo, y no puedo enojarme con ellos, porque es la sociedad la que lo pide. Son nuestros gobernantes los que no hacen nada por que estemos más seguros, que liberan las zonas en las que más roban cuando tendría que ser al revés.
Gobernar a un país con miedo es más fácil. Es como dar de comer a unos perros con hambre. Agarran cualquier cosa. Tal vez Cristina, por el gobierno nacional, y Macri, por CABA, sean muchísimo más inteligentes que todos los que sufrimos. Seguramente lo sean, porque los que tienen catorce celulares de todos los tamaños y colores; y millones y millones de pesos en su bolsillo son ellos, y la que ahora tiene un celular de $100 roto y viejo menos, y 20$ que le faltan en el bolsillo, soy yo.
¿Querían miedo? miedo llegó.