porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

20.12.10

Fu o fa

Ahora es cuando mis borradores se triplican, se aplastan, se amontonan. Cualquier hoja cercana a mí, un rato después está escrita y tachoneada una y mil veces. Garabatos indescifrables que un rato antes supieron ser intentos de balances. Balances de esos de los que la gente siempre hace a ésta altura. Que a veces los escribe, otras simplemente los piensa, y algunos capaz que los comentan en una conversación de esas profundas, con amigos, a las 4 de la mañana, fumándose un cigarrillo en el jardín de su casa, cortando pedazos de pasto, mirando el pedacito de luna que se asoma entre la oscuridad de la noche.

Sencillamente tengo que decir que me resulta imposible. Puedo elegir qué postura tomar. Las mismas cosas podría decirtelas como buenas o como malas, como más o como menos. Simplemente contadas desde perspectivas diferentes, con otros ojos, visto un día soleado o uno con temperatura bajo cero. Por eso es que no puedo con los balances. Soy ambigua. Pretendo ser optimista, y hay momentos en los que soy la más del mundo. Pero a veces me doy cuenta que me estoy mintiendo. Y caigo en el pesimismo y todo es lo peor. Lo que da como resultado todo un año de mismos hechos visto de dos formas totalmente diferentes. Indescifrable. Capaz a vos que lees ésto un día te cruce en un bar por Plaza Serrano a las 5 de la mañana, después de que tuve una muy mala noche en la que me sentí asquerosamente usada, charlamos de la vida, y lloramos juntos. Llorás porque te va a dar lástima mi relato y mis penosos sentimientos. También puede pasar que nos crucemos por Plaza Irlanda porque tenemos un amigo en común y yo acabe de venir de una juntada con mis amigos regia, que tenga planes gloriosos para esa noche y que esté yendo a la casa de mis primas que tanto extrañaba. Me vas a envidiar, me vas a querer arrancar la vida de un sopetón.

Ah, eso sí. Jamás un punto medio. Que ni se me ocurra. O blanco o negro, o todo o nada, o bien o mal, o te amo o te odio, o vení o andate. No me vengas con grises, un poco, más o menos, te quiero, o ahí voy. Para cosas aburridas vayan a leer a alguien equilibrado.

14.12.10

Abrazos a lo que fue

El sol se asoma por el horizonte, y un rato después ya está en lo más alto. Ilumina, marca su presencia, irradia luz. Sin embargo un rato después, empieza a caer, a descender, a esconderse. Un rato se saluda con la luna, se ven, se miran. Después el sol desaparece y predomina la noche. La oscuridad, los brillos. Surge un clima especial, que muchos aman, otros odian, y otros nunca van a entender.

El fuego se prende y parece interminable, sin embargo después de un tiempo se extinguió y sólo quedaron cenizas. Cenizas que son el rastro de algo que ya no es, pero que fue. El invierno se instala como eterno, el frío congela las almas, pero es definitivamente pasajero. El calendario lo dice. Y sí, increíblemente, termina. Aparecen las flores, las plantitas, los días largos. La primavera. Cuando recién uno se acostumbra, un golpe de calor te empuja al verano. Qué lindo que es el verano. Pero lo peor, para mí, es cuando empieza el otoño. Cuando al calor y a las buenas vibras de la estación del sol, la absorben las hojas secas, los crunchs. Que, sí, también tienen su encanto.

Ciclos, ciclos, ciclos. Todos empiezan con firmeza, pero en menos de lo que parecía que lo harían, terminan. Terminan para volver a empezar. Pero terminan dejando intriga, dejando duda, habiendo dejado mucho pero a la vez, la incógnita eterna de lo efímero. La sensación inevitable de que si fue, jamás va a volver a ser así, la aborrecida característica humana de no poder disfrutar el hecho de que haya estado y querer volver a prender el fuego, a subir al sol, a abrazar la noche, a retener el calor, a regar una plantita, a pisar una hoja y a ponerse un abrigo.

Eso es. Abrazamos porque no queremos soltar. Porque aunque "lo que esté por venir, sea lo mejor", lo que está ahora, es irremplazable. Termina, y ¿qué queda de eso? Creo que más que "¿qué es la vida?", los filósofos y los intelectuales deberían preguntarse eso. Qué queda de lo que fue. ¿Ya no es? Yo no creo. Todo sigue siendo de alguna u otra forma. No es efímero. Lo efímero está en los humanos. Sí, en nosotros.

1.12.10

Tecnicolor

Mariposas, las extraño en otoño, las deseo en invierno, y en primavera me agotan. Son lindas, me gusta su tierno revoloteo, me acaricia, también me hace cosquillas, pero por sobretodo: me inquieta. Me impacienta, me altera, me acelera, me da escalofríos. Por un rato, pienso que sería mejor tenerlas lejos, pero, Nati, ¿te acordás de cómo las extrañabas en otoño y cómo las deseabas en invierno?

Se suponía que estaban en la panza y yo las tengo por todo el cuerpo. Por una causa que no lo corresponde, por cualquier cosa, pero así estoy programada, ¿no? Para sentir las cosas en situaciones desubicadas, para sentirlas de otra manera, para que me alteren, inquieten, hasta casi molesten; para siempre estar deseando algo anterior.

Igual, estemos contentos, yo estoy contenta. Me gustan las mariposas. Me gusta que vuelen. Que me vuelen y revuelen. Que me inquieten. Me molesta. Pero me gusta, me encanta, me hace sentir. Y aunque pueden ver en esto algún costado pesimista y deprimente, las maripositas me ponen contenta, aunque más inquieta que de costumbre y sin saber cómo actuar. Hasta que se me destroce totalmente la mentira que me cree, voy a ver mariposas por todos lados. Hasta este texto, sumamente negro, yo, lo veo colorido y con bichitos pintando las letras.

Cualquiera confundiría a los bichitos con polillas. ¡No! Son mariposas.

17.11.10

Hoy estás del otro lado

Parece que está de moda vestirse de mentiras. Es perceptible con un caminar pausado y tranquilo, al igual que con uno rítmico y acelerado. La gente luce las mejores falsedades, y se avalan entre sí. Te queda pintado, se dicen. Ya no es cuestión de esconderlas. Llenarse de patrañas se convirtió en un saber común. Se dicen: vos mentís, yo miento, todos lo sabemos, nadie dice nada.

Ya no los culpo tanto. ¡Si hasta el modelo supuestamente supremo calza los cuentos más cuentos de todos! ¡Si hasta en las vidrieras los maniquís visten a mucha honra engaños! Y estas prendas nada tienen de importado. Totalmente nacionales, elaboradas enteramente en casita. Aunque con muy poca atención y para nada perfectas: de lejos pueden ser convicentes y bonitas, pero sólo basta mirarlas un poquito más de cerca para ver las fallas, es decir, lo infundamentadas que las prendas son.

Todo esto es un enredo, entre ropas y mentiras, entre habladurías y moda, entre hipocresía y prenditas de segunda mano. Sólo quería ser un poco sutil. Y para dejar todo un poco más en claro: no miento pero tampoco digo nada. Voy desnuda. Pero ya me voy a vestir, ya voy a hablar. Muy distinta a todos, sí. Sólo estoy esperando a encontrar ese modelito que me quede pintado.

5.11.10

Azucar, flores y muchos colores

Escribí, escribí, escribí, hablé, pensé, charlé, grité, lloré, me quejé. Los critiqué, los sufrí año a año, de a épocas, de a meses. Les regalé lágrimas. Los hice dar vueltas por mi cabeza, buscando soluciones, maquinando posibles respuestas, tratando de entenderlos. Los intenté llenar de todas las formas. Me esforcé por buscarlos de manera física, por encontrar el lugar en donde yacían y se encargaban de absorberme. Los odié por sobretodas las cosas. A los vacíos. Al invierno interno, a lo hueco del alma. A esa nada que me desgastaba. A ese agujero negro que se encargó de desvelarme buscando una salida.

Y como siempre, la respuesta llegó sola.

No era cuestión de llenar un hueco, si no de endulzar lo que estaba. Seguramente cueste entenderlo, pero yo lo entendí muy bien. No van a aparecer conceptos y cosas nuevas que llenen ese vacío. Es cuestión de positivizar lo que está. De hacerlo sonreir, de hacer que le duela la panza de tanto reirse. De que muestre los dientes a la par que yo. Un sobrecito de azucar y ya todo cambia de color. El azucar engorda, lo lindo de mi alma también lo hace y ocupa el agujero negro. Un rato después es como si nunca hubiera estado. Me estoy riendo como loca, al lado del mar, comiendo unas galletitas y tomando chocolatada. Endulzada en todos los sentidos.

Cuando todo brilla, cuando el fuego está más naranja que nunca, cuando las flores se ponen de mil colores, cuando los ojos emanan algo diferente, cuando la arena en las zapatillas te hace cosquillas y cuando un bombo te resuena en los oídos a la par de unos gritos y una buena ducha; cuando pasa eso, cuando te pase, vení y contame que sos feliz. Como yo lo fui. Como yo lo soy. Porque sí, porque van a necesitar un menos más grande que Rusia para ponerme en negativo.

25.10.10

Y tu ciudad se llenará de humo

El 24 de enero etiqueté "deslices revolucionarios", y fue la última vez. Tuve un año poco revolucionado. Sometida al sistema. No me queda otra, siento. Sentía. Niña escolar, que estudia, que quiere que le vaya bien, que se exige, que está bastante sometida a su superyó. Tal vez demasiado, se dice, me digo. Por eso es que mis deslices revolucionarios y mis pequeñas revoluciones no son con el sistema, no son como está de moda que sea. Son de otro tipo. Son, capaz, revoluciones de mí misma y de lo que se supone que tengo que ser. De lo que tal vez otros esperan de mí. Pares, quizás, algún que otro mayor. Pero mis rebeliones no son de las típicas. Quizás eso también haga coherente a ésta etiqueta.

Sin embargo tuve unos diez meses -me asusta el número- sin ellos. Tenía ganas de escribirlos, pero no aparecían. Tengo alguno que otro, un poco berreta, guardado en borradores, pero que me daba verguenza conmigo misma escribirlo acá. Era como forzar una existencia. Mentirles, mentirme.

Y ahora acá estoy. En un período en el que me siento muy así. En el que lo que a otros aflige, a mí me da risa. No, no es que soy cruel y me río de desgracias ajenas. Me río de mambos pelotudos. Me río de las peleas idiotas, de la mala voluntad de las personas, de la necesidad de sobresalir, de las ganas de mostrarse de una forma totalmente diferente a la que uno se supone que es. Carcajeo de las caras de orto permanentes, de los revolucionarios que se muestran en contra el sistema y en realidad son diez mil veces peores que yo, de los que fingen saber y en realidad no saben nada, de los que se quieren mostrar buenos con todo el mundo pero se les nota la serpiente. Disfruto situaciones que un tiempo atrás me habrían angustiado. Ya no voy a llorar por eso, por él, por ellos. Ahora voy a reírme. No voy a esquivarlo, esquivarlos. Voy a ir a buscarlos yo para tener otro buen momento. Porque sí, porque aprendí a tranformar lo malo en bueno, la mierda en arcoiris.

Me río, por ahí, para no llorar. Pero me río. Elijo reirme. Me río de lo que sería para llorar. Me río y me nutro de eso. Lo miro desde afuera. Ahora y para ésto, me gusta ser espectadora.

13.10.10

Mamá y su numero primo

3 de Septiembre

"Miles fueron las veces que traté de sentarme a escribirte, Ma. Siempre me quedé en unas pocas palabras, que a veces lograron tener coherencia y llegar a ser un párrafo, pero al siguiente se perdieron, se desordenaron, se desencontraron y se desentendieron. Y quedó como un párrafo más de esos inconclusos en la historia de mis escritos, que empieza si viajamos tres años en el tiempo, más o menos, o podemos pensar, tal vez, que empieza en mi media década cuando escribí mi primer cuento, el cual todavía recuerdo con lucidez. Quiero decir con esto, que tengo fe de que esta vez sea le excepción, de poder, de una vez por todas, escribirte algo relativamente coherente, que exprese algo más o menos parecido a esto que siento acá adentro que se destaca por lo variable y a la vez permanente que se muestra.

Te odio, te quiero, te quiero matar, te odio porque te admiro, te admiro porque te odio y vos te mostrás intacta, te quiero porque te odio y aún así me seguís queriendo tanto como antes, te admiro porque te quiero aún mostrándote lo opuesto y vos continuás haciendo todo por darme lo mejor y verme totalmente bien. Esa es de las cosas que digo que, en nuestro vínculo, no varían. Tengo la certeza de que puedo convertirme en el peor ser de la tierra, y aún así vos vas a estar al lado mío, tratando de enderezarme, seguramente; queriendome devolverme mi esencia, esa que te (les) debo en un cien porciento. Es que eso me pasa con vos, Ma. Siento que soy vos en yo, que soy exactamente lo que vos hiciste de mí, que soy quien soy por vos. Y va más allá de nuestro parecido físico, y de la diferencia extrema de nuestra forma de ser.

Sí, es cierto, yo también me formé por mi lado, caminé al revés de lo que muchas veces pretendiste, o caminé de costado. Dije blanco cuando vos dijiste negro, hice todo cuando vos no quisiste que haga nada y me quedé mirando el techo cuando pretendías que remueva el mundo. Grité cuando esperabas silencio y me callé cuando pretendías explicaciones. Hice todo menos ordenar mi cuarto cuando me dijiste que ya no daba para más una y mil veces, y me quedé hasta las cinco de la mañana poniendo un poco de órden cuando me dijiste que por favor me vaya a dormir temprano. ¿Y aún así digo que soy quien soy por vos?

Y, en eso consiste la cosa, también, ¿no? En que vos digas A y yo diga B, y todo lo anterior ya explicado que no tengo gana alguna de repetir. Hoy es tu cumpleaños y te pinta el bajón, y te ponés triste porque estás cerca de los cincuenta y a mí, hoy, me toca decirte cosas lindas y no criticarte como decís que hago todo el tiempo. Quiero que sepas que sos preciosa, la más linda para mí, que sos la mujer la cual aspiro a ser (aunque naturalmente no lo creas), que a veces me sorprende tu bondad extrema y que tus defectos, los que tenés porque todos los tenemos y que son insoportables, no hacen más que seguir dejando en evidencia tu bondad y tus ganas del bienestar general. Porque, aunque muchas veces me rompa las pelotas escucharte decir "tolerancia", "paciencia", y esas cosas, tomo esas palabras como leyes para mis relaciones con otras personas y más de una vez me encontré repitiendo tus mismas oraciones en conflictos ajenos.

Gracias por todo, Ma. Esto no me salió como quería, pero esta vez voy a tener que bancarmela porque no quiero que pase este tres de septiembre sin que sepas cuánto te quiero, cuán importante sos, y cuánto influye tu felicidad en la mía. Mucho, mucho y mucho, respectivamente. Aunque me parece una idiotez aclararlo. Feliz cumple, Tere. Gracias por, más que nada, bancarme en todas mis locuras, y aunque te cueste, hacer el esfuerzo por seguir y entender mis cinco mil palabras por milésima de segundo, mis "es el peor/mejor día de mi vida", las peleas con Anita, los llantos sin explicación, los tan odiados y escuchados "voy a repetir", y todas esas cosas que los que vivimos en esta casita con pared de ladrillos y una perra que se llama Pampa conocemos."

Un feliz cumple atrasado y un feliz día adelantado.

5.10.10

Mitolosofía

No siempre lo bueno está más allá, no siempre "está por venir". Y lo más lindo que hay, es poder darse cuenta de que está pasando precisamente en el instante exacto. De que la percepción, por una vez, se ajusta a la realidad. De que el presente deja de ser algo tan efímero y se convierte en algo real. Porque ya estamos hartos de que todo ya haya pasado o esté por venir, y más aún entendiendo que lo único que hay es el presente; un presente permanente, constante, inacabable, indestructible: bendita y malditamente eterno.

Los dragones nos explicaron muchas cosas. Que el ayer ya pasó y que el mañana no existe, que somos muy aburridos por sólo creer en eso que conocemos, que podemos vivir sin fuego, sin agua, y sin aire, pero jamás vamos a poder vivir sin la palabra de cuatro letras que al revés es Roma. Yo aprendí mucho de los dragones. Tuve ganas de tener alas, de ser muy fuerte y gigante. Admiré su filosofía, sus pensamientos, sus sentimientos, su manera de vivir el día a día. Pero por ir por todo, me quedé sin nada.

Podría ahora estar siguiendo sus pasos, pero sin largar fuego por la boca. Sin embargo otra vez estoy con las manos vacías. Estoy muy lejos de cómo me gustaría ser, nuevamente estoy más humana que nunca. A los dragones les llueve como a nosotros, sólo que reciben la lluvia de otra forma. Se nutren. Bailan con ella. Persiguen a sus sombras. Aplauden a la muerte: "¡qué bueno va a ser el abrazo de volver a vernos!". Cometen errores, sí. Pero se acuerdan de dónde estaba la piedra y nunca más vuelven a pisarla. Encuentran en lo malo, algo bueno.

Nosotros nos mimetizamos con un cielo gris y lloramos. Huímos de las sombras, nos dan miedo, representan lo oscuro y nos terminan opacando. Sufrimos la muerte hasta quedarnos sin ganas de vivir, ni de morir, ni siquiera de respirar. Tropezamos y caemos. El dicho popular suele ser mentira. Y pasa el tiempo, y volvemos a trastabillar con el mismo obstáculo. Y de vuelta, y otra vez. Y nos aburrimos de caernos, pero seguimos cayendo. Pero: si tropiezo ya no es fatal, porque yo sé que queda otra vuelta de tuerca más, puede que un tanto no efímero.

De todas formas: continuará (siempre que sigamos tan así, y ellos tan asá)

24.9.10

Primavera dosmildiez

Las flores bailan, las plantas se mueven al rítmo del viento. El viento que está, que se hace notar, que es el factor más determinante en que formulemos la idea de que ésto no es el cien porciento si no el setenta y cinco, pero un setenta y cinco que ya, con el tiempo, se convierte en una integridad, en un cien. Que genera que días previos uno esté contando cuánto falta para ese día lindo por donde se lo mire.

Un día para distenderse. Para relajarse y ponerse las pilas; para taparse los oídos y escuchar el ruido que generan los pies sobre el pasto, y también para acumular gritos, murmullos, risas, canciones, guitarreadas y bandas locas en algún parque de por ahí. Un día, también, para olvidarse de todo y no pensar en nada, y a la vez para tomar conciencia de lo llenos que nos estamos sintiendo, para recargarnos de eso, para llenarnos con eso, para nutrirnos.

Soy una plantita que el invierno y el otoño debilitan, y que la primavera genera que renazca. Soy una plantita más, sí, de esas que viven en la mejor estación, que aguantan en el verano, y que después vuelven a caer. Igual, no soy silvestre. Necesito que me rieguen. Así que risas, amigos, familia, canciones, querida vida: pido que me rieguen. De a ratitos, varias veces por día, mucho cada tanto, pero no se olviden.

Por lo pronto, ahora, tengo ganas de salir a dar una vuelta y sentir todo eso primaveral de lo que alguna vez hablé. Tengo ganas de sentirme como esa primavera del 2008. De mentirme y engañarme con lo que veo, huelo, siento. De exagerarlo al mil, de alucinar calor, olor a jazmines; de imaginar algo que recién está empezando y me alegra pensar que falta muy poquito para que ya no haga falta imaginar y eso que tanto anhelo y tanto me completa se transforme en una total realidad.

11.9.10

El regalo a los reyes

Otra vez una misma secuencia de errores. Esa secuencia que es un error de por sí y envuelve a una seguidilla de otros. En realidad, para hacerlo más complicado, sería: un gran error, que envuelve diferentes situaciones (otros errores) en las que, ahora sí, se da una secuencia de pequeños errores que me destruyen. Perdón por la repetición de esa palabra. No la puedo dejar de decir y no debe ser por que sí, y voy a dejar mi no válida redundancia, porque funcionaría algo así como acto fallido.

Voy a contar, sutilmente, en qué consiste. Primero, anticipos, leña al fuego (pero de la buena) que encienden mis emociones. Por una vez me siento prendida, esa es la palabra. En movimiento de pies a cabeza aunque esté quieta. Con expectativas en algo. Pensando que ésta vez no tiene por qué ser como la anterior. Aunque, después confirmo, que sí tiene por qué. Después planeo. Eso que ya conté miles de veces. Analizo las distintas posibilidades de ese futuro suceso, y actúo en mi cabeza. ¿Qué postura voy a tomar esta vez? De todas formas, no me culpo. Está bien que planee. Tengo que justificarme a mí misma eso de estar prestándome a lo mismo otra vez. Tengo que mentirme y le que ésta vez no me estoy entregando a lo mismo de vuelta. Entonces me hago la, actúo, simulo. Primero en mi cabeza y después se verá (seguramente termine improvisando).

Esos dos primeros pasos los tengo muy claros, creo que lo que sigue no tanto. Puedo resumirlo. Llega el momento de implementar todo eso pensado y de que esas emociones se potencien, supuestamente. Como dije, termino improvisando, o dejando en evidencia que sí me estoy prestando a lo mismo. Pero muchos factores externos me llevan a pensar que ésta vez va a ser diferente, a creer que puedo cambiar a la gente y que soy especial. Así que actúo, mal, muy mal, y después me doy cuenta de que es lo mismo de siempre. Pero ya estoy metida hasta el fondo. Ahí improviso más que nunca. A veces se me da por hacerme valer un poquito, otras me digo "estoy jugada", y otras muchas, para justificar mi mala acción, "estoy haciendo lo que quiero". Lástima que no es así como lo quiero. Para nada.

Lo que sigue es básico, perdón. Llego a mi casa y no lloro porque no vale las lágrimas y sinceramente no me surge. Pero me digo que nunca más, que fue la última vez, y muchas mentiras más. Después pienso en ese primer momento de expectativas y sentimientos hermosos, y me doy cuenta que por lo menos por ahora, lo mejor que tengo es eso, lo previo, "las cosquillitas en la panza", esos sueños de lo que va a pasar en un rato. Siempre los sueños opacan la realidad. Dejá de soñar, Nati.

Sí, el punto es que una semana después estoy haciendo lo mismo. Exactamente lo mismo. Y así la siguiente. Hasta que un día de un vuelque, como en aquella otra secuencia de situaciones hace un año, y cierre ese capítulo para siempre. ¿Y saben qué es lo que pasa después? Un tiempito de otro tipo de sequía (de expectativas, por ejemplo) y agarro a algún otro gil de por ahí. Así funciono lamentablemente.

1.9.10

Extrañar lo efímero

Nunca había entendido bien lo que significaba la palabra efímero hasta hace un rato. Hasta que asumí que todo lo pasado y terminado es efímero. O esa sensación nos deja. Pasó, sabemos que pasó, que estuvo, que nos dejó algo escrito a nosotros y al mundo, inclusive somos concientes de haber llorado su final, por ende podemos afirmar que estuvo. ¿Pero nos acordamos de la sensación que sentíamos cuando lo teníamos en nuestras manos? ¿Recordamos el sentimiento de haberlo poseído alguna vez? ¿Nos imaginamos que eso, en algún otro momento, fue posible?

Tal vez es porque nos acostumbramos demasiado a su ausencia, al punto de que ya nos parece imposible que en algún momento hayamos contado con eso. Creo yo que es una herramienta desconocida pero presente, que nos hace creer que nunca tuvimos eso, porque si supiéramos que contamos con eso en un pasado y ya no lo hacemos más, sabríamos que la felicidad de ahora es vacía, incompleta, que le falta un pedacito (o varios, porque vamos perdiendo cosas en el camino sin parar).

Hoy pensé en Brandy, en su ojo celeste, en su pelaje negro, gris y blanco, en su vejez y también cuando era más chica, en su ojo marrón, en su nariz mojada, en mis charlas con ella, en cómo me gustaba cuando apoyaba su trompa en mi mano. Pensé en todo eso y la extrañé mucho, pero me costó darme cuenta de que alguna vez acá la tuve, en esta misma casa. Me olvidé lo que era tener a Brandy. Me olvidé lo que era hacerle una caricia, me olvidé lo que era que aparezca de la nada en mi cuarto, me olvidé lo que era llegar y saludarla, me olvidé. No me permito olvidarme y sin embargo eso está pasando.

La quiero, la tengo conmigo, prometí que te fuiste pero no fuiste, y sin embargo acá estoy. Haciendo un esfuerzo sobrehumano para poder sentir otra vez su suavecito pelaje entre mis manos. Tratando de utilizar herramientas que no sé si tengo o si existen. Sé que hay un lugar, efímero, para variar, en donde puedo sentirla de vuelta, recordarla, abrazarla, jugar a los detectives. Esta noche voy a hacer mucha fuerza para soñar con ella. No se merece mi olvido en lo más mínimo.

27.8.10

Dulce tic-tac

Para anotar una prueba o una tarea, en estos días, ya no empiezo desde el principio de la agenda a buscar el día. Ahora empiezo desde atrás. Y cada vez avanzo menos, cada vez el hoy aparece antes. Cada vez faltan menos páginas para terminar el 2010, para llegar a la gloria que es el verano y todo con lo que viene.

Siempre hago de estos balances en algún momento. Es algo que me surge, que me pongo a pensar siempre y me sorprende una vez cada 365 días. Me siento a darme cuenta del paso del tiempo, de lo rápido que los días pueden llegar a pasar, de las pocas cosas que hice en tanto tiempo, de los proyectos que tenía y de los que cumplí, de que logré pasar las peores épocas en las que mas vacía me siento, de que no crecí mucho, de que en realidad todavía no sé bien lo que es crecer, de que me divertí mucho pero no me di cuenta, de que un día me voy a despertar y voy a tener treinta y dos años, y al siguiente sesenta y nueve, y al otro ochenta y tres, y para el próximo voy a despertarme -o no- en el jonca.

Algo parecido a lo de HM, exacto. A todos nos pasa un poco así. Vivimos, recordamos, sabemos qué hicimos a la mañana, y qué hicimos ayer, y qué arruguita nueva nos salió. Nos damos cuenta de que se nos oscureció el pelo y de que tenemos las uñas más débiles, de que nos agitamos más para correr, de que el placer de dormir cada vez es mayor, de que ya no crecemos de alto pero sí de ancho, y de muchas cosas más. Pero no nos damos cuenta de que nada es porque sí, de que no es casualidad; no nos damos cuenta del lento proceso, solo pequeñas cositas a las que hacemos oídos sordos porque no nos gustan.

Y el tiempo pasa, y, en realidad, toda la vida estuvimos esperando a que pasara, a que sea el fin de semana, a que sea el verano, a tener dieciocho, a recibirnos, a enamorarnos, a casarnos, a tener hijos, a, a, a... Sí, somos muy contradictorios y contra eso, no podemos. Todo el tiempo estamos esperando a lo que va a venir, pero a la vez le tenemos mucho, mucho miedo al tiempo.

Puedo decir, entonces, que el tiempo me enseñó que la razón por la que le tenemos tanto miedo es porque no podemos controlarlo y no vamos a poder. Aunque me tienta la idea de irme para el '80 y mandarle un beso a Roca, a Juárez Celman y al piloto de tormentas, que me entretuvieron varias tardes y todavía me van a entretener un par más.

Sí, tiempo, te tengo mucho miedo, pero también te quiero. Te quiero porque en en vos donde estoy todo el tiempo, donde todo transcurre; con vos suceden las mejores (y las peores) cosas, y gracias a vos es que podemos experimentar situaciones tan diferentes, y vivir un abanico de cosas a lo largo de nuestra vida. Sí, te tengo miedo pero me gustás. Me gustás porque me gusta cambiar y vos me llevás a eso. En realidad, solo dos segundos de vos me llevan a eso.

14.8.10

Camila y el mapa

Violeta viaja, vuela. Rosa recorre, rueda. Azul avanza, arrastra. Colorado, o colorada, conoce, camina, y también vuela como Violeta y recorre como Rosa, y avanza como Azul. La colorada, la niña de pelo rojo (que parece que ya no es tan niña) se sube a un avión solita. Se despide de los otros cuatro con un abrazo y un par de lágrimas que quieren esconderse y tiene que seguir en la casa de los aviones sola. Dar vueltas, presentarse, mostrarse grande, pasear sus ex-rulitos colorados por varios lugares para subirse al pájaro blanco que la va a llevar a donde quiere ir, al pájaro blanco que en realidad no es pájaro y no sé si es blanco. Subirse al avión.

Se sube y los otros cuatro no saben mucho más de ella. Algún mensajito que no se entiende, la telepatía que no funciona, las lágrimas de los otros cuatro que no quieren esconderse, pero la antes-niña de pelo rojo no quiso mostrar. Porque ella no llora, no tiene que llorar. Está haciendo lo que quiere, lo está haciendo. Por fin, después de tantas vueltas, de tantas idas, de tantas angustias, de tanto imaginar, de tanto estresarse y preocuparse, ahí estába, ahí está, realizando aquello que quiere realizar, que sabe que lo quiere. Lo sabe, siempre lo supo, pero sólo tenía que conocerlo.

Los otros cuatro siguen medio volteados... saben que es lo mejor para la ahora adulta de pelo de fuego. Pero ese egoísmo de "la quiero conmigo" les surge del alma. Una habitación está vacía (por más de que), un espacio en la mesa está libre, unos cubiertos sobran, al sur de San Luis se quejan con ladridos. Todo esto porque la del norte de San Luis pero sin I se fue a cumplir lo que quería hacer. A animarse, a jugarse, a concretar lo que muchos quieren pero pocos se animan.

No hablemos más de los otros cuatro. Esta historia trata de la Santa Roja, esta historia trata sobre de quien se fue de los Buenos-Malos Aires para crear sus aires propios, para escribir su propia historia, para demostrarse a ella y a quienes en algún momento no confiaron que no tiene límites, que no tiene topes, que ella puede más de lo que cualquiera podría imaginarse.

Esto recién empieza, mujer cabello de lava. Quiero (te, acá conmigo, que estés allá, jugar la ya-sabés-qué, abrazarte, pegarte, pelearte, salir con vos, que me cuentes, contarte, tener una foto linda juntas, que me expliques mi nuevo trabajo, irte a molestar a tu cuarto, soplarte en la cara, chatear a pesar de estar a metros de distancia, que estés feliz, que logres todo lo que te proponés, que vuelvas pronto, irme a gesell con vos, que a pesar de la distancia estés siempre conmigo, bailar "adolescente, es un bicho diferente" y hacer una cara fea, jugar al monopoly y terminar peleadas, que me critiques porque abandono libros y series, que me digas "te lo digo pero te va a molestar", que te sientes en diagonal mío porque no soportas que te patee y cómo corto el vacío, que te fastidies cada vez que te pido algo, insistirte para salir juntas y que me prestes tu cédula, que me digas que me corte las puntas ya que son un asco, jugar a la cocinita, que nos acostemos en la casa de los nonos y tengamos una charla; aunque finalmente interrumpida, una marcha para que pampa entre! y tantas cosas...
¿se podrá todo eso a través de skype?)

11.8.10

Enrique IV

Bomba. Que sí, que no, que sí (todo eso en una milésima de segundo). Lo entiendo. Toda una mañana muda, neutra, vacía, cual robotito. No entiendo nada todavía. En el colectivo, leo. Leo y me meto en la historia, salgo de la realidad que no me está sentando para nada bien. Juan Carlos, Mabel, Nélida, Pancho y Raba... tampoco la están pasando bien. Me bajo del colectivo, cierro el libro, camino, casa. Duermo, sueño, otra vez tratando de escapar, pero me despierto. Y después me vuelvo a dormir, y a correr lejos de eso que no quiero saber pero que estoy sabiendo.

Me despierto, salgo, me distraigo, pero me salió al revés. Todo me hace acordar a una cosa, a lo que está pasando, a lo que está por pasar... Primero no tengo fe, después sí, después no, después estoy convencidísima de que van a encontrar a M de entre los escombros, bien, a salvo; de que vamos a concretar esa psicodelia de la que hablamos; de que vamos a encerrarnos en esa wall que tanto soñamos a ser nosotros sin importarnos nada ni nadie. Pero la esperanza se va, aunque después vuelve, y se va otra vez, y juega conmigo.

Hablo con Dios, o eso creo. Le digo que por favor aparezca, que actúe, que tome posición, que haga saber a todos que ahí está y que haga una "de las suyas". D se tapa los oídos, o no me escucha, o no está de acuerdo conmigo, o tal vez directamente no está. Pero todo sale de otra forma. Porque hoy a la mañana, abro los ojos, y todo seguía igual. Un rato después (parece que la noticia esperó a que la ciudad se despierte para darse a conocer) se me cae el mundo, se me caen las paredes y los techos de mi gimnasio mental. Figurativamente... claro.

Primero me muestro reacia, "ya lo sabía", pero un rato después, me di cuenta que no puedo con mi fe, mi esperanza, mi mente que cree que las cosas van a solucionarse siempre y no es así. Hoy estuve fuera y dentro de mí, iba y volvía de mi ser, me escapaba mentalmente a las palmeras y a la luna, me remontaba en recuerdos y filosofías; salía de la clase de inglés para meterme en los muros donde las cosas podían ser mejor y donde nadie podía interrumpir.

No nos mientan más, que ya estamos hartos. Ahora me cuestiono todo eso de lo que estaba tan segura, las certezas abandonan ese término para denominarse dudas, y no sé si el tiempo es propio de nuestra conciencia. Hoy la realidad me gritó. Tan fuerte que apenas puedo escuchar otras cosas. Pero entre zumbidos y ruidos que no puedo identificar, percibo por ahí: yo creo en el caminante que lucha con viento en contra y aún así va pa' delante.

8.8.10

Tan fácil como eso

Siempre recuerdo con mucha emoción mi infancia. No voy a hacerme la grande, mi infancia, mi "niñez" (utilizo comillas porque, justamente un día como hoy no sé hasta qué punto alguien se debe considerar niño) supongo que terminó hace unos años, menos de diez y más de tres, sin embargo no sé bien dónde está el límite. Tampoco importa.

Cuando recuerdo desde mi uso de razón hasta mis doce o trece años, no puedo evitar sentir nostalgia. Me resulta imposible no desear nuevamente estar pasando por eso, tener problemas básicos, no preocuparme por la opinión de los otros, creer que mis papás tienen la verdad absoluta y que ni se me cruzara por la cabeza hacerles algún tipo de planteo.

Además, extraño sentirme totalmente pura. A veces siento que es cada vez más evidente que abandoné mi inocencia, mi sencillez, y que de a poco estoy siendo eso que desde siempre me prometí no ser. Que "estoy perdiendo mi chiquitita", como una canción de Chiquititas me pedía a gritos que no hiciera nunca. Sin embargo, no tengo dudas de que no la perdí del todo. De a ratos, tengo picos infantiles. Momentos en los que me mando la pendejada más grande y me siento en mi verdadero yo. En algún lugar de mí, mi chiquitita sigue intacta.

Por eso no me siento desubicada por juntarme a almorzar con una parte de mi familia, y después a cenar, a causa del día del niño. Soy una niña, en alguna parte de mí. Sólo que tengo un poco de miedo, miedo de que las cosas se sigan dando como hasta ahora y perder eso que todavía me queda.

Ese miedo, ese maldito miedo, por ejemplo, es ya de por sí una característica evidente de que no soy lo que era. Un nene tiene miedo al monstruo del armario o de abajo de la cama, a los truenos, al cuco. Natalia adolescente, miedo al futuro y al qué dirán. Estoy dejandome en evidencia.

Por todo ésto, es la nostalgia. Extraño no ser rebuscada, extraño preocuparme sólo por un ahora y un ya, extraño ver la vida de una manera simple. Eso es la niñez. Puedo buscar en mil diccionarios, llenarme de definiciones, hablar con Freud y que me hable de las etapas y del desarrollo psicológico, pero para mí, la definición de niñez es tan fácil como esa: el valioso, único, pasajero y bendito momento en el que la vida es simple, y la felicidad, totalmente accesible.

Si encontrás tu chiquitita no la dejes ir, es tu mejor partecita para comprender cómo hay que vivir. Entonces, a vivir como si solo hubiera un hoy. Feliz día a los que como yo, todavía guardan algo.

3.8.10

CondeNADA

Perdón, es que no tengo nada para contar. Escribo y borro, guardo entradas en borradores, lleno archivos de word y también en mi cabeza hay miles de ideas dando vueltas. Las letras y palabras se mueren por salir, las ganas de redactar están tan activas como siempre, pero no. No puedo.

Ya lo dije, lo pensé, lo escribí, lo charlé, lo chateé, lo lloré. Muchas veces. Monopolicé conversaciones virtuales y reales, charlas con Jony y también conmigo misma.

No pisé el mundo para tener historias para contar. No llegué para ser esa en las reuniones que tiene anécdotas apasionantes que todos se mueren por escuchar, no soy de las que acumula vivencias que las escupe en una juntada, y todos se quedan emocionados y con ganas de saber más. No podría jamás escribir un libro autobiográfico ni que tenga algo de mi vida. Sería monotemático y aburrido. Las grandes cosas no me suceden a mí. Le suceden a mi prima, a mi tía, a mi amiga, a esa desconocida borracha que me agarró en el baño del boliche cuando estaban pasando el mejor tema y me contó todo lo que le pasó con su novio, su ex, el que le gusta, el que ama y el que la persigue.

Como dijo Todorov y el pandeterminismo, todo se corresponde. No sé si quiero seguir llenándolos de entradas que no dicen nada, que dan vueltas a los mismos asuntos, que están llenas de palabras pero hasta un renglón les quedaría grande para lo que realmente están diciendo. Roza lo cómico, o lo tragicómico, porque da un poco de pena también. Escribo, me miento, tengo mil millones de entradas, todas muy largas (monótonas y aburridas), y como bonus track: me lo creo. Hasta que, plop! Se rompe la burbuja y me caigo, y me raspo las rodillas, y me sale sangre... Sí, estoy dispuesta a seguir. Tengo muchas lastimaduras y cicatrices por haberme caído en el campito cuando estaba en la primaria. Un par más no van a hacer diferencia.

Es que es así. Soy lectora de historias, televidente de noveluchas, oyente de relatos inquietantes. Estoy condenada a ser una eterna observadora, y con suerte, una narradora testigo. Siempre que mi profesor en la primaria me explicaba éste concepto, me imaginaba a una persona que relataba lo que veía de atrás de un árbol. Un árbol chiquito con plantas y hojas enruladas, y la persona se asomaba y espiaba. No quiero espiar más, quiero espiarme, quiero tener qué espiar en mí misma.

Esa, supongo, que es la cuestión: ser narradora protagonista y dejarme de joder con que "me aburro".

21.7.10

Factor desencadenante

Es probable que me guste pensar que esa seguidilla de situaciones desencadenó algo en mí, al estilo película americana. Algo pasa, y de repente la actitud del protagonista se modifica por completo. O va a buscar al amor de su vida a la terminal, o se va de viaje a hablar consigo mismo, o aparecen muchas imágenes seguidas dando a entender que pasaron esas cosas en un largo tramo de tiempo y que el protagonista emprendió algo, para después ver que finalmente triunfa y termina con un tácito "y fueron felices para siempre".

Como siempre, yo Natalia, inconscientemente me posiciono en protagonista de ese tipo de películas o telenovelas clichés argentinas. Es algo que no puedo evitar, y siempre estoy esperando a que de repente algo pase, me sorprenda, me haga cambiar, me transforme, me lleve a la felicidad completa. Lo contradictorio es que no creo en esa felicidad, siempre me lo digo y se los digo a todos. Pero, parece, que hay algo en mí que sí cree.

La entrada no es porque sí, no esta vez. Justamente algo me pasó, pero no algo que me lleva al cielo en un segundo. Si no algo que me hizo sentir un nudo en la garganta insoportable, una sensación de tristeza infinita. Soy muy exagerada, yo creo que ya lo dije muchas veces. Pero ese algo, o conjunto de algos, creo que me hizo despertar. Es un poco reciente así que no puedo evitar el "creo", pero tengo ganas de cambiar muchas cosas en mí, de dejar de hacer algunas y empezar a hacer otras, de irme bien lejos y pensar y escuchar música.

Entenderán que esos "algos" no se destacan por lo positivo, si no que me hicieron dar cuenta que no estuve haciendo las cosas bien, y de que necesito cambiar un poco. Me posiciona en positivo sentirme tan decidida, por más de que tal vez sea una más de mis automentiras, y que el viernes me voy a un viajecito (por tres días) con mis amigos, con los mejores, y eso es lo que necesito. Pasto, amigos, música y pensar. O, no pensar, justamente no pensar, y volver renovada.

Un viaje sin escalas para ver lo que soy

14.7.10

Me perdí, creo que andaba pensando

Da frío. Ahoga, asfixia, vacía. Aburre, se esconde, aparece de repente. Entristece, deprime, adormece. Adormece sentimientos y emociones, los calla, los aspira hasta sacarles la primavera. Los convierte en inviernos eternos, inviernos sin final, inviernos que no hablan, que no dicen nada, que no llevan a ningún lado.

Es un círculo vicioso. Ese algo apaga todo lo otro, y ese apagón genera que eso a lo que no puedo nombrar se fortalezca. Habría que preguntarse por qué nació por primera vez, pero un día me di cuenta que preguntarse no sirve para nada. Entonces ese maldito algo oscurece lo que debería ser bueno, lo opaca, le saca el brillo, le pone un menos adelante. Por suerte no lo mata, sólo lo duerme un poco.

Reconozco ese algo, sé lo que logra, sé cuando debe venir y sé que es simplemente temporal. No se da siempre, sólo a veces, y sólo en cierta época del año. Llega, y da la sensación de que jamás se va a ir. Lo conozco muy bien, me digo. Ya lo sufrí, ya lo lloré, ya me peleé, ya lo escribí hasta quedarme sin tinta ni palabras. No lo quiero ni sufrir ni llorar esta vez. Tampoco tengo ganas de pelear.

Resignarme no es una posibilidad, odio la mediocridad, huyo de ella, me escondo, me escapo; es el peor de todos los males. Sin embargo, ese algo que me está pasando es, entre otras cosas, el miedo a la mediocridad, a la nada, al vacío, al frío interno, al futuro inexistente, a la reflexión insoportable de lo que está por venir, a la sequía sentimental de la que ya escribí tantas veces, más de las que la sufrí.

No tengo miedo, no tengo dudas de que ese conjunto de porquerías se va a ir y seguramente con la llegada de las flores, de las plantas verdes; se va a ir cuando se dejen de ver las ramas secas y muertas de los árboles y se pueblen de colores y felicidad. Es muy climático, demasiado. Tal vez para llegar a entenderlo y superarlo, simplemente debería haber prestado un poco más de atención en geografía cuando vimos los climas y esas cosas. No estaría ahora tan así, tan NADA.

Allá voy, contra viento y marea. Otra vez una misma pelea. Ni siquiera sé si vale la pena, pero tengo ganas de probar si la suerte me va a acompañar de una puta vez o si es un mito más. Acá estoy, me agarrás despeinada - Con el cuerpo, la mente, y el alma despeinada.

7.7.10

Libertad, ansiedad, un amor, soledad

Alma quería un cambio. Alma quería conocer algo nuevo, quería alcanzar lo que siempre le había parecido inalcanzable. Quería tocar el cielo, ese cielo con el que soñaba cada noche y en cada rato de no hacer nada. Alma se sentía un poco muerta, o estaba tan viva que no llegaba a darse cuenta. Se preguntaba si le estaba faltando sentir porque estaba muy viva y el estar vivo consistía en esa búsqueda, o si estaba tan muerta que se olvidaba lo que era sentir. Se preguntaba muchas cosas y pocas veces obtenía respuestas. Sabía que debía dejar de preguntarse; sabía que debía dejar de buscar. Alma lo sabía. Lo había leido en muchos libros, y se lo habían dicho muchos viejos sabios. Pero su instinto infantil la obligaba, la llevaba, la arrastraba.

Alma era como una pequeña niña que veía algo desconocido y quería acercarse y ver qué era. Reformulo: Alma era una pequeña niña. Todavía tenía tanto por vivir que, cuando se planteaba su pequeña edad, se relajaba, se sentaba, y se ponía a mirar televisión. Todavía me queda mucho, se decía. Pero apagaba la tele. Se miraba al espejo más cercano, y se repetía una y mil veces que era muy fuerte y si lo quería en ese momento, en ese momento iba a lograrlo.

Entonces Almita, porque así le vamos a decir ahora que sabemos sobre su tan infantil actitud, salía de la casa en medio del bosque a buscar. No sabía qué, eso lo iba a decidir después. Pero quería salir. Sabía el camino de memoria, siempre lo supo. Tantas veces amagó con escaparse del bosque y por alguna u otra razón volvió, que le sería imposible no recordarlo. Pero sólo ella podía hacerlo. Corazones y corazones, hoy frustrados, quisieron entrar, pero jamás, jamás nadie encontraba la casita en el medio del bosque.

Almita, muchas veces, se dijo que era cuestión de esperar que alguien llegara. Sabía que si lo hacía, era suficiente como para abrirle la puerta e invitarlo a quedarse. Para siempre. Pero nadie nunca llegaba. Almita, tiempo después, cuando tuvo arrugas y ya casi no tenía fuerzas para recorrer el tan conocido para ella bosquecito que rodeaba su casa, descubrió por qué nadie podía llegar. El camino era tan, tan simple, que lo difícil estaba en no desviarse. Solo quien realmente hubiera entendido la simpleza del camino hacia el alma de Alma podría haber llegado.

Pero, al contarles la historia de Alma, me saltee una parte. Obvié una parte entre su niñez y su vejez. Un día, no se sabe bien cuando, alguien llegó a la casita. Se adentró en el bosque y siguió el camino. Era tan fácil que nadie jamás hubiera imaginado que así se debía llegar. Cuando se vio en frente de la casa de Alma, no pudo creerlo. Saltó la tranquera y entró. No tocó la puerta, y cuando entró, no dijo ninguna palabra. Le hizo cosquillas, le dio un beso en el alma a Alma y nunca, nunca más se fue.

3.7.10

Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir

Había hecho una entrada gigante, pero después me di cuenta que no había mucho que decir entonces dicha entrada descansa en "borradores". Las palabras están totalmente de más, simplemente hay que cerrar los ojos y sentir. Sentir el coreo del himno, tratar de imaginar el calor de esa camiseta albiceleste sobre el cuerpo, sentir. Y, por qué no, llorar un poco. Permitirse. Olvidarse de que "no se puede sentir tanto por sólo fútbol..." y dejarse ser.

Hace cuatro años, yo lloraba. Lloraba porque era injusto, porque el arbitraje había sido muy malo y perjudicado a Argentina. Lloraba una nena de doce años. Hoy llora una de dieciséis porque también fue injusto. No por el arbitraje. Fue injusto porque la garra, la emoción, la fuerza, la sangre y el calor que pusieron esos jugadores no se corresponde con el resultado.

Porque en mi casa se elogiaba la mente fría de los alemanes, mientras que yo pensaba que eso era lo más triste que tenían los alemanes. Porque tal vez con su frialdad al jugar ganaron un partido, pasaron a la semifinal y pueden seguir. Pero perdieron muchas otras cosas, esas que Argentina ganó por todo lo que pone en la cancha, por dejarse guiar por sus emociones, por además de jugar con la cabeza JUGAR CON CORAZÓN.

Y aunque, parece que jugar con el corazón, con el alma, y con la escencia, no lleva a nadie a la victoria en el marcador, lleva a otro tipo de victorias. Porque, no tengo dudas de que la sensación de los alemanes fue casi inexistente, y de nada les sirve ganar así. En cambio nosotros, aún perdiendo, aún estando tristes, tenemos un orgullo argentino incontrolable que nos recorre cada extremo del cuerpo y nos hace acordar de lo positivo de todo esto.

Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir. Si seguir corriendo la cancha de punta a punta con total intensidad hasta el pitido del silbato aún perdiendo cuatro a cero no es morir con gloria, que por favor me vengan a buscar a mi casa así les explico un poco cómo son las cosas. Tal vez en la parte que está erróneo es en "morir", porque al sentir todo esto estamos vivos. Más vivos que nunca.

22.6.10

Mundial-ma

Corridas. Personas apuradas. Colectivos llenos, calles sumamente transitadas. Algo se repite en esa escenografía. Algo se repite en las personas. Algo une. Colores. Blanco y celeste. Celeste y blanco. Mujeres, hombres y niños. Algunos, no llevan nada ni blanco ni celeste. Simplemente se les ve en la cara. Otros muestran bufandas, sombreros, o camisetas por debajo de los millones de abrigos que el momento del año en el que este suceso se da, implica. Como dije, todos están apurados. La calle se torna insoportable. En el colectivo no se puede respirar.

Pero, a determinada hora, las calles se vacían. Las hojas secas y los árboles muertos parecen ser los protagonistas de esta nueva historia. Pero simplemente hay que acercarse a una ventana, espiar un poco. La primera sensación va a ser un calor inmenso. La estufa, el hogar, o lo que sea que emane calor. Pero un rato después se ve un conjunto de personas con las características previamente explicadas alrededor de una pantalla. Y sus caras, transparencia. Se percibe sentimiento, se percibe emoción. Se percibe calor. Ellos son la fuente de calor.

La intriga lleva a ver qué hay en esa pantalla. Qué genera tanto sentimiento, qué es lo que logra tanta unión en una sociedad en la que parece que se vive a base de odio, desigualdades, discusiones. Fútbol. ¿Sólo fútbol...?

Es cariño por la camiseta, por los colores, por el país. Amor por ver esa tribuna llena de personas que se rompieron para poder estar ahí; sensación de querer dejar el cuerpo por cada bandera; ganas de gritar hasta que no te quede ni un hilo de voz en cada gol y en cada error del árbitro; que termine el partido, salir a la calle y compartir un mismo sentimiento con los de River y los de Boca, con empresarios y vendedores de pulseritas, con chiquitos, adolescentes, adultos y super-viejos, con anarquistas, socialistas, marxistas, liberalistas y conservadores, con matemáticos y escritores...

Visto desde afuera, visto sacándose la camiseta, visto desde Marte parece una locura. Parece algo superficial, parece una idiotez, parece que estamos todos aburridos y que encontramos una excusa perfecta para olvidarnos de toda la mierda. Sin embargo desde acá, abajo de este sombrero de Argentina que llevo con orgullo sobre mi cabeza y que me despeina de emoción, excede cualquier cosa. Y pocos pueden entenderlo. O no tan pocos. Cuarenta y un millones de personas dijo la FIFA...

Muchas cosas pueden pasar. Argentina puede seguir ganando y todos llorar de emoción, o, toco madera, podemos perder en la próxima ronda. Pero mi visión optimista de hoy me dice que estas emociones, eso de salir a la calle con mi sombrero ya nombrado, que los autos toquen bocina y compartir una estrofa; esto de gritar un gol con amigos y compartir un abrazo; esto de putear un árbitro al unísono con un vecino; esto de emocionarme cada vez que escucho a los hinchas corear en el himno antes de cada partido; todo esto... no NOS lo van a sacar.

Vamos Argentina CARAJO

14.6.10

Esa piel puede ser particular

¿Pero qué estás buscando?, me preguntó. Lo pensé. Una vez, dos veces. ¿Estoy buscando? Sí, demasiado. Al punto de que ya no quiero buscar más, porque me dicen, y también me digo, que las cosas aparecen cuando no las buscás. Pero me resulta inevitable estar esperándolo e imaginando en dónde, cuándo, cómo, por qué y de qué manera voy a conocer a ese. También me pregunto quién.

Después de un rato fui tipeando: necesito sentir. Me preguntó si nunca había sentido. Me lo pregunté. Sentí, pero sentir para mí fue que me hagan dificil algo y me saltó la caprichosa que quiere aquello que no tiene. Eso no es sentir. O eso no busco. Busco algo mutuo, busco querer y ser querida, busco. Justamente, busco. Error.

Entonces situaciones, que seguramente tengan que tener ciertas características que no puedo descubrir y, por ende, tampoco enumerar, tiene un posible futuro. Me gusta su música, me gusta su forma de ser. No lo conozco. Nada. Pero me acuesto y pienso. Y estoy en el bondi y pienso. E imagino. Imagino qué va a pasar la próxima vez que lo vea, imagino qué va a pasar en dos años. Cuando imagino todo sale bien. Demasiado bien.

No quiero más agarrarme de mínimas situaciones por mi ausencia de verdaderos y concisos sentimientos. No sé por qué, pero no quiero. Siempre soñar me resultó lindo, pero a veces es tan inalcanzable y eso resulta tan evidente que tengo miedo. Tengo miedo de que siempre mis realidades queden opacadas por mis sueños, que cada relación (palabra que jamás pude incorporar en cuanto a mi vida) viva bajo la sombra de aquello que vive en mi mente antes de irme a dormir.

Tengo miedo. Tengo miedo de darme cuenta, algún día, que todo eso no existe, de que jamás va a pasar, y de que solamente voy a poder ser así de feliz en mi cabeza. Y, aunque no hay nada más real de lo que uno se imagina, tampoco existe nada más placentero que tener el cielo en las manos en la vida real. Y aunque parezca contradictorio con lo que algún día escribí, no lo es para nada, porque me declaro de ese grupo al que tanto criticaba.

Hoy soy de esas mediocres que no quiere soñar más porque sabe que jamás va a cumplir aquello que sueña. Salvo que exista la posibilidad de enredarse en el sueño para siempre, y que eso se convierta en mi realidad. Seguro en mis sueños voy a poder amar y envejecer, y escuchar una canción de amor que me recuerde a alguien.

Seguro que sí. Pero no se puede, así que me quedo acá. Donde el sol del mediodía sí quema. Remando contra viento y marea, o tal vez no. Sólo me falta darme cuenta para dónde tira el río y asegurarme que para ahí quiero ir.

7.6.10

Amalgama bendita

Ella trabaja con extrema dedicación, responsabilidad. A veces pienso que demasiada. Siempre dice "sí, dentro de unos meses largo, me jubilo, y no vuelvo más..". Pero no tengo dudas de que disfruta de lo que hace. Y esa manera de hacerlo, siempre con buena predisposición y excelente voluntad es algo que no puedo dejar de admirar.

Él es devoto de la música. Trabaja con ella y también es su compañera fiel en su tiempo libre. Porque escribe. O practica. O escucha. O se junta con el resto de la Creole para tocar un par de temas, aunque creo que con la antiguedad y el nivel que tienen ya no hay posibilidad de mejorar. También escribe. Cuentos y para varios cumpleaños y ocasiones especiales escribió poesías. Es un artista, para sintetizar. Un gran artista.

Ella no sabe jugar al truco. Se negó siempre y se sigue negando. Dice que no le gusta mentir. De chiquita traté de explicarle, inclusive una vez le hice un manual de instrucciones por escrito aclarando que tenía que leer todos los días para por fin aprender. Es probable que lo haya leído un par de veces por pura ternura y respeto (porque no tengo dudas; era inentendible), pero obvio sin resultados aplicables en el famoso juego de mentir.

Él es casi un fanático de ese juego. Lo compartimos muchas veces, tal vez más antes que ahora, y pocas veces pude ganarle. Muchas le recriminé cierta lentitud al jugar, esa misma lentitud que en realidad se llama de muchas maneras juntas (lógica, paciencia, inteligencia, etc). Esa "lentitud", que bien no es lentitud si no algo totalmente positivo, con la que logró ganarme casi siempre. Y logramos ganar cuando jugamos juntos.

Ella es una mujer que se clasificaría como alegre, con ganas de conocer, de tener su ideal y mantenerlo. Obvio, muchas veces discuten con él. Ella va a las marchas aunque mi papá y mi tío le adviertan que es algo peligroso, ella mira programas políticos y de opinión y habla sola. O con el televisor, o con Grondona. Pero sabe lo que dice. Tenga razón o no, admiro sumamente su convicción.

Él es un maestro de las anécdotas. Todos los domingos por la noche tiene alguna nueva para contar o una vieja para recordar. Situaciones siempre cómicas y, si no lo son, el logra darles su toque de humor. Varias veces me encontré repitiendo a alguna de mis amigas cosas que a él le habían pasado y cuando terminé, se me quedaron mirando expectantes a que pase algo y la anécdota había terminado. De a poco me fui dando cuenta que tiene algo especial para narrar, a lo que infantilmente le digo magia.

Siempre me hicieron sentir en su casa como en la mía, nos bancaron a mí y a mis hermanas cuando por alguna situación no podíamos estar en casa, nunca que fui me aburrí, las comidas son las mejores de todas, son tan divertidos que realmente debería costarles imaginarse, suelo tener conversaciones profundas con ambos cada vez que los veo; aprendí, aprendo, y voy a seguir aprendiendo mil cosas de ellos.

Es que es sorprendente, curioso, mágico. Son una mezcla de experiencia y humildad; sabiduría y mente abierta; ternura y humor. Son los dos grandiosos, sumamente grandiosos y los admiro desde lo más profundo de mi ser. Los quiero hasta la luna y hoy sí puedo contestar ¿cuarenta y nueve años con el mismo señor? ¿cuarenta y nueve años con la misma mujer?

Y sí. Si los dos son de lo mejor que tiene este bendito planeta. No podría ser de otra manera.




1.6.10

Tocando fondo

No es necesaria la luna para la transformación. Se da sola. O con una luna metafórica, una luna que más que un satélite es un hecho, o también puede ser un mambo personal. Pero esa luna, sea lo que sea, imposible a veces de definir, nos transforma. Nos lleva a olvidar a quienes queremos y a quienes no, a perder todo tipo de conciencia y a actuar por puro instinto. Ahora somos lobos.

El lobo puede lastimar y lastimarse, puede golpear a otros y golpearse a sí mismo. Es ciego. No ve a quien muerde, a quien patea, a quien hiere tal vez irreversiblemente. Simplemente lo hace. El lobo perdió el criterio, la función simbólica, la capacidad de razonar. El lobo carece de alma racional, diría Aristóteles, y se caracteriza por su alma intuitiva. Que, encima, a veces falla.

El lobo está acá.

Pero el estado lobo es temporal. Es imposible que permanezca. Lamentablemente (y ya van a entender por qué) después de un rato, el lobo vuelve a persona, vuelve a su eje, ya no está más fuera de sí. Es conciente de su alma racional, de sus afectos, de lo que se debe y lo que no. Pero, además, ahora siente. Siente cuando se percata de todo lo que hizo y dijo. Siente cuando no puede creer haber llegado a tanto. Siente cuando se da cuenta que el cuento del hombre-lobo no era solo un cuento ni un personaje llamado Lupin en Harry Potter. El lobo está, ataca, atrapa, asusta, mata, acecha.

El ex-lobo desearía haberse quedado en su estado anterior. Vivía las emociones al extremo y, además, no era consciente del daño que hacía. Estaba bien en su feliz ignorancia. Ahora está arrepentido. Y ya nada puede hacer. Sólo preguntarse: ¿lobo está?, responderse que sí, y no entender cómo fue que de la nada desapareció. Y que algún amigo sabio le conteste: y sí, ninguna fase de la luna va a perdurar por siempre.

Entonces el hombrelobo aprende a tenerle miedo a la luna llena, a adorar las noches nubladas y a decidir permanecer en una casa en cada una de esas fases. Lo que no entiende es que ocultándose nada soluciona... la transformación es, lamentablemente, inevitable. (o eso le gusta creer, porque bien en el fondo, esas explosiones son las que mantienen viva su especie, y lo último que desea es desaparecer)

22.5.10

15

Dicen que los quince años de una mujer son muy importantes. Que es de las edades más lindas, que una niña se hace mujer, entre otras cosas. En tan sólo cuatro días, el veintiséis de mayo, dejo los quince. O no los dejo, nunca los voy a dejar, como todo, dejaron una huella en mí. Pero la respuesta a la típica pregunta de viernes a la noche no va a ser más quince. Va a ser uno más. Va a ser dieciséis.

Estuve analizando si la importancia es lo que pasa en ese año con quince años o lo que se fue acumulando de la vida. Entonces pensé un poco sobre mis quince años vividos y también lo que me pasó en ese año en que casi me aburrí (o divertí) de contestar "quince".

En quinces años logré querer, creer querer, y creer odiar. Jamás odié. No me acepté, no me animé a mirarme al espejo. Un día me animé y no me quise. Y aprendí a quererme, o a aceptarme. Me equivoqué, me equivoqué mucho. Me arrepentí algunas veces y otras no. Hice muchas cosas bien y me sentí orgullosa. De otras no me di cuenta. Jugué y todavía me quedan ganas de seguir jugando. Me peleé mucho con mis hermanas y mis papás pero poco con personas fuera del círculo de mi familia. Tal vez me hubiera gustado pelearme un poco más, gritar más mi descontento y desacuerdo con algunas cosas que no soporté escuchar. Crecí en centímetros y en cerebro, y en vivencias, y en madurez. Me hice más chiquitita en orgullo y sigo en proceso. Bailé chiquititas y en boliches, siempre muy mal, siempre de una manera muy particular, pero siempre feliz. Me reí mucho, me reí por primera vez por unas cosquillitas de mamá y desde ahí no paré hasta hace un segundo. Y pienso seguir. Canté en la ducha y en un acto del colegio, y también la canción que me enseñaron en salita de dos. No me olvido de los boliches. Escribí mi primer cuento en primer grado pero la primer historia en mi cabeza aún cuando no tenía uso de razón. No podría escribir todo. Aunque crean que quince años es poco, se equivocan. Quince años tal vez no sea ni un cuarto de lo que me va a pasar, pero prometo que para quien soy hoy es todo. Y es mucho.

Ahora la otra fase. Lo que logré en este último año. Lo que significó para mí esta edad vista como tan dulce y a la vez, diabólica.

Me agarré a las piñas con mi orgullo. Terminamos los dos medio golpeados, pero yo sigo más de pie que él. De vez en cuando tenemos algún encontronazo. También me peleé con mi cerebro que me quiere ganar. Que se piensa que puede más que yo. En general me gana. Pero confío en los dieciséis para fortalecerme y dejarlo nocaut. Logré valorar lo que tengo. Logré hacer lo posible por disfrutar cada momento al máximo porque todo es irrepetible. Transformé equivocaciones en experiencia, lágrimas en palabras, nervios en conocimiento. Supe elegir con quienes no quiero dejar de reir y quiero a mi lado, y a quienes, por más del cariño que les tuve, es mejor tenerles cierta distancia. Aprendí que persevera y triunfarás no es tan aplicable pero que es lindo mientras hacés todo por algo y creés que vas a lograrlo. Me sentí una rebelde y al segundo, la más sumisa del mundo. Lloré, lloré mucho, pero podría haber llorado mucho más. Y como nunca dejo de destacar, me reí hasta que me dolió la panza.

Pero algo tengo que desmentir. Nada de eso de que te hacés mujer es cierto. Lo que sí... ya me puedo considerar con todas las letras una niña en proceso, más comúnmente denominado en la lengua hispana como adolescente.

15.5.10

Inllevable

Quiero dormir, gritar o morirme, contesté. La segunda opción es la que más feliz me haría pero tengo miedo de que los vecinos crean que algo está pasando en mi casa y llamar a la policía. Porque no sería un grito cualquiera, sería el más desaforado del mundo, que duraría más tiempo que cuando un periodista relata un gol en un partido importantísimo y pondría yo, en ese grito, más fuerza que un sumo. Más de esa que siento que me queda.

Dormir me haría bien... muy bien. Pero no puedo. No con lo que siento que me ahoga, no sabiendo que es sábado (aunque salir ni siquiera es una mínima opción), no con este enojo que no se va aún después de cien cepilladas de pelo. Dormir y soñar, soñar lindo, soñar que estoy sumamente bien. Despertarme y darme cuenta que no. O dormir y soñar que tengo la peor vida del mundo, abrir los ojos y ver a mi vida rozando lo perfecto. No puedo dormir.

No tengo los ovarios para sacarme la vida y además amo la vida. La amo tanto que llego, casi, a aborrecerla. Pero de lo que estoy segura es de que me falta mucho por descubrir, y de que quiero vivirla hasta el final, hasta el último minuto, quiero ser parte del Libro Guinness como la mujer que más años vivió. Aunque exactamente ahora, muriéndome estaría un poco más conforme. Pero no. Lindo es vivir, exceptuando momentos en los que nos gustaría estar en otro lugar desconocido para el ser humano.

Entonces ser feliz no es una posibilidad, no ahora. Aunque no entiendan nada, aunque no les importe lo que me pasa, aunque estén encerrados en su "verdad" y les sea imposible ver lo que hay más allá, aunque digan que quieren lo mejor para mí pero en realidad lo único que les importa es demostrar que tienen la razón y que saben todo, aunque crean que la sabiduría únicamente pasa por los años que se vive, aunque estén tan equivocados en algunas cosas y tengan tanta razón en otras... la única opción es seguir acá, frente a ésta computadora, regalándole lágrimas a una razón con mucho sentido para mí ahora, pero que "mañana va a ser sólo una anécdota". Así se supone que es (aunque me gustaría que fuera totalmente distinto).

9.5.10

"Si tenés hermanos caminás mejor"...

De chiquitas nos llevábamos bien. No éramos tan diferentes como ahora, o tal vez eso no se notaba. Nos gustaba jugar al ya-sabés-qué (así se llamaba), a la cocinita, a las barbies, veíamos Chiquititas juntas y soñábamos ser como Juliana doctora o periodista. Supongo que también nos pegábamos, peleábamos y gritábamos. Fuimos creciendo, a eso de mis diez años sufríamos el miedo por algún programa de terror que habíamos visto y, de noche, cuando ya estábamos acostadas, y alguna se acordaba de eso, para no sentirse sola, le decía a la otra "el espíiiiritu...". Algo un poco cruel, tal vez. Éramos niñas.

Y la situación siguió, y tuvimos yo 12 y ella 15, yo 13 y ella 16, y cada vez la diferencia fue más grande, no en años, no en madurez (supongo que ésto fue cambiando en ambas...) si no en forma de ser, pensar, actuar. Tuvimos etapas huracanadas, gritos todos los días, llantos, peleas, nos herimos mutuamente o tal vez yo más a ella. Las vacaciones del 2009 se encargaron de unirnos mucho, creí que duraría, pero los Malos Aires se encargaron de que todo vuelva a la normalidad. Relación distante, falta de interés. ¿Mutua? No creo.

Estuvimos juntas poco tiempo en el verano 2010. Pero la pasamos bien, bastante bien. Sin embargo, otra vez este lugar logra que todo vuelva como antes. O peor. Nunca sentí nada de ganas del otro lado de que la relación sea como la que yo alguna vez soñé, alguna vez me imaginé. Esas amigas-hermanas, que salen siempre juntas, se cuentan todo, son compinches. No pretendo que sea así, o mejor dicho sí, pero me conformaría con mucho menos. Pero con esto no puedo conformarme.

No puedo estar contenta al darme cuenta que a la otra persona no le interesa herirte, no le importa cómo estás ni qué te pasa, no tiene el menor interés en tu historia "amorosa", por más que sea con comillas; le da fiaca decirte que estás saliendo ridícula vestida y lo último que quiere es que aparezcas por su habitación con ganas de charlar. No puedo estar feliz con eso. Saber que yo intenté cambiar cuando me dijeron que era hiriente y del otro lado no se piensa que lo que se dice puede herirme y mucho, que llego a pensar que hasta se aprovecha de cierta cosa que me tiene angustiada para todavía ponerme peor.

Pero no puede ser así, me digo. Somos hermanas. Me quiere. No tengo dudas de eso. ¿Tal vez no se dará cuenta? Tengo que ir a hablarle. Y varias veces lo hice, y nunca tuvo sentido. Ella cree que me victimizo, que finalmente todo me da igual. Pero sufro ésto. Me angustia mucho.

Pensar que en pocos meses se va a vivir tan lejos que pares y pares de horas me duraría ir a verla en el mejor medio de transporte. Pensar que me queda poco tiempo para intentar esa relación utópica que busco (porque ya bajé los brazos...). Pensar que tal vez en unos meses cuando ella ya esté muy lejos voy a extrañarla con todo mi ser y voy a arrepentirme por no haber hecho todo porque la relación sea relativamente buena.

Pero nada puedo hacer. Siento que no depende de mí. Que del otro lado le da igual que seamos mejores amigas, que que ni nos dirijamos la palabra, que nos hiramos siete veces por semana. Sería más fácil si nada me pasara, si a mí también me diera igual. Si no la quisiera con mi ser, si no diera mi vida por ella, si no fuera tan importante para mí como sólo otros tres en el mundo.

Así es.

4.5.10

¿Encéfalo o corazón?

Necesitaba un abrazo, o un mensaje de texto. O esa sensación de estar esperando un abrazo de alguien y de que te mueras de ganas de recibir un sms, pero no de cualquier persona. De una en particular. Pero no hay a quien extrañar, no hay perfume que te haga falta, no hay un roce que estés necesitando.

Todo llega, dicen, y yo también lo digo. Puedo confirmar que las veces que me dejé fluir las cosas que quería que pasen pasaron, y las que quería que desaparecieran dejaron de ser una piedra en mi alpargata. Pero tengo ganas de sentir ahora, de sentir bien, de sentir justificadamente y no por quien sé que no vale la pena (ni esa persona, si el sentimiento que me inventé).

Pero nada puedo hacer más que esperar. Muchos dirán que esperar es un error, sin embargo puedo yo misma decir, por primera vez en mi vida, que me jugué, que me animé, que hice todo lo que pude. Pero no funcionó. Por eso ahora será cuestión de esperar a que mi rival deje de ir para atrás y para delante con el mismo peón, infringiendo las reglas. Que juegue como se debe, que se anime a una torre, a un alfil.

Yo me jugué el rey y lo perdí. Mi feminismo y optimismo me llevan a pensar que puedo seguir el juego con la reina. Pero cambiar de estrategia. Porque sin el rey y sin la reina, no hay ajedréz que pueda llevarse a cabo. Y a pesar de que al nono no le gustaría enterarse de esto que digo, supongo que sería más divertido e interesante jugar sin pensar, mover las fichas por instinto, abandonar los actos pensados y empezar a usar más la médula espinal y el tallo encefálico.

25.4.10

Como si tuviera tres

¿Qué es lo que importa? ¿Lo que quiero hacer yo, lo que me va a dejar satisfecha, lo que me va a hacer una persona conforme con mis actitudes, o cómo me va a ver el otro, cómo me van a ver los otros, cuál va a ser la etiqueta que me va a corresponder?

¿Qué es mejor? ¿Que te tengan como una vueltera e histérica y todos te busquen, pero llegar a tu casa y sentir que te quedaste sentada y no hiciste lo que tenías ganas; o poder volver, tirarte en la cama, sonreir mirando el techo y decir "qué bien que estuve"? Pero si hacés lo que tenías ganas, ¿vale la pena esa conformidad, sabiendo que lleva consigo el no lograr lo que estabas buscando?

¿Qué estaba buscando? ¿Cuál era mi objetivo? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Busco conformidad conmigo misma o cumplir mis objetivos? ¿Que los medios me hagan sentir alguien frontal y decidido, a pesar de no lograr lo que quiero, me basta para estar bien? ¿O de verdad busco eso que estoy buscando? ¿O lo busco solamente para tener algo que buscar, y es por eso que con conformarme con los medios le alcanza, valga la redundancia?

¿Qué pasaría si logro lo que estoy buscando? ¿Lo seguiría queriendo? ¿Dejaría de buscar o seguiría buscando lo ya encontrado? ¿Empezaría a perseguir otra cosa, otro sueño, otro deseo? ¿Sueño porque me gusta soñar o porque quiero concretar mis sueños? ¿Deseo porque es lindo tirarse en la cama e imaginar situaciones que nunca van a pasar o porque algún día quiero poder escribir en este sitio tan incoherente que lo hice?

¿Mi lista de cosas que me animé a hacer es positiva o negativa? ¿Implican que logré algo, que ya no tengo más nada que buscar? ¿...o que soy una persona más feliz consigo misma porque se animó a algo que no se iba a animar? ¿Está bueno lograr o está bueno intentar? ¿Tiene sentido caminar o lo mejor es llegar rápido a destino?

¿La vida es el camino y el destino? ¿O el destino, supuesto objetivo, es la muerte? ¿Entonces sólo tenemos que dedicarnos a vivir sin proponernos cosas? ¿O hay que proponerlas e intentarlas y así verdaderamente dedicarse a vivir? ¿Intentar lograr sabiendo que no vas a lograrlo pero que aún así ahí está la magia? ¿U omitir que es imposible y pelear con uñas y dientes por lo que deseás?

Hay una sola respuesta: no preguntarse tantas cosas. Y remar. Porque tanto como si crees que lo significativo es buscar y seguir buscando, no hay quien busca mejor que quien da todo. En el caso de considerar que hay que lograr eso que te proponés, de que si no lo lográs carece de sentido, remá, rememos. Porque por lo menos a mí algunas cosas no me vienen en bandeja.

24.4.10

Impulso

Estoy tristísimamente sorprendida.
No voy a hacer un texto larguísimo porque sólo quiero destacar algo
http://was-aslip.blogspot.com/ sube todos mis textos, tiene mi mismo perfil, el mismo título...

No puedo entender cómo alguien puede faltarle tanta personalidad y tampoco comprendo qué satisfacción puede darte tener un sitio en el que nada es tuyo.

¿Saben a qué me obliga?
A ponerme paranoica. A que me de mucha bronca. ¿Para qué mierda uno se desvive en sus palabras, se esfuerza porque relativamente otros puedan comprenderlas, se pasa un buen rato tratando de que quede algo coherente aunque la propia cabeza se niegue? ¿Para que venga una piba y lo ponga en su página y lo firme como suyo?

Sé que la vacía es ella y no yo. Pero no puedo evitar sentirme muy mal, triste, absorbida. Siento que alguien me esta absorbiendo, no sé. La verdad que nunca me lo hubiera imaginado.

Porque, no es un texto. No son dos. Son absolutamente todos desde noviembre del 09. Me niego a creerlo. Y perdón por exagerar pero bueno. Así me sale
Finalmente, y por suerte, lo borró. O le cambió la página o no se sabe. Ya me voy a enterar igual. Gracias a todos y perdón por este desliz, porque fue el mayor desliz, llegué de bailar a las 7 de la mañana, y cuando me enteré no pude dejarlo a un lado, necesitaba descargarme. Gracias a todos en serio!

19.4.10

Un lleno bien jugoso, por favor

No, nada me viene bien. Cuando no hay sentimiento de ese tipo que navegue por mi cabeza (corazón, alma, etc; éso que siente), siento que nado en aire, que bailo sin música, que canto sin voz, que escribo sin tinta. Pero entonces cuando algún sentimiento del ya nombrado se asoma, amenaza con irse, pero finalmente se asienta, tampoco me siento feliz.

Por un lado, cuando me detengo a analizar un poco, da lástima que yo considere sentimiento de ese tipo a lo que estoy sintiendo ahora. Todo deriva en una sola cosa que no paro de repetir: ausencia de dicho sentimiento real, concreto, duradero, mutuo, normal. Pero quiero olvidarme de eso. Creo que quiero vivirlo como telenovela, como película, como esos libros de amor tan bien escritos que te hacen llorar. Aunque me de vergüenza conmigo misma vivir de manera tan plena y regalarle lágrimas a algo que, comparado con verdaderas historias en las cuales soy observadora, es insignificante. A pesar de que podría jurar que en mi cabeza es más real que cualquier cosa.

Pero esa misma historia que me hace sentir viva, protagonista; que me hace sentir que tengo en quién pensar cuando escucho Im' yours, es la misma que me angustia. Tenerlo en mi cabeza es relativamente sano; pero cuando pasa a vida real y queda evidente que nada de eso va a pasar, que no puedo concretar eso que sueño, que esas ganas seguramente se mueran en simplemente frustraciones, me doy cuenta que no sé si es tan sano, que no sé si es tan positivo, que no sé si es tan color de rosa.

Entonces, ahora, que me angustio por ésto, releo el primer párrafo y me percato de que no quiero otra vez sentir esa crudeza de sólo ver al mundo por los ojos, de sólo poder aplicar el verbo "sentir" al frío del invierno, a lo rugoso de una rama o a un dolor de cabeza.

Es que hay dos tipos de vacíos. Ese vacío de emociones, ese que te hace sentir muerta y que suele ser muy amigo del invierno. Y también está el vacío que llena. El vacío que te demuestra que te falta algo, pero te hace SENTIR que te falta algo. ¿No sentir que algo te está faltando o sentirlo, pero también sentirse vivo? Esa es la cuestión.

El sonido no se propaga en el vacío. La felicidad tampoco. Pero seguramente, acelerando en alguna de las dos carreteras posibles del vacío, llegue viva a destino. Sin vacío. El tema, ahora, es cuál de los dos caminos elegir. Si es que se puede elegir, claro.

15.4.10

Secuencia: impulso-sonrisa

Cansada de caminar me vino la idea a la cabeza. ¿Por qué no? No daba. ¿Pero cuál es el problema? Estoy grande. Dale... A todo esto seguía caminando, seguía pasando casas, puertas, timbres. ¿Y? Está mirando la señora. Ya no mira más. Bueno. Toqué timbre.

Me sentí bien. Toqué el timbre de la casa siguiente, y de la otra, y de la otra. Después me di cuenta que me había estado mirando un señor y no me sentí mal, me sentí todavía mejor. Seguí caminando y cantando bien fuerte. Y tocando timbres.

Es algo más que voy a agregar a mi lista ridícula. Si no entendían las cosas que ponía, no se preocupen, son todas tan o tal vez más insignificantes que ésta. Pero simplemente tuve ganas y lo hice. Mientras me negaba rotundamente porque no correspondía, pensaba en que si tuviera una lista de "las cosas que quise hacer y por limitaciones estúpidas no hice", tendría que agregar esa no-tocada-de-timbre.

Entonces pensé que no quería tener que hacer una lista nueva, y tampoco quería agregar algo a la lista que tengo en el cerebro de cosas que me morí de ganas y sin embargo no hice. Esa lista que siempre repaso cuando quiero angustiarme porque me quedo en el molde.

Hoy bailé. Con una cosa así de estúpida, así de tonta, en un día nublado y frío. Y me compré un libro también. Y me dieron un 6,5 en una prueba de historia del cual no estoy orgullosa para nada porque había estudiado un montón. Y no entendí nada de biología, pero dormí una siesta bárbara. Además Pampa me llenó de besos pero también me fastidió porque no paró de morderme la media, el pie, y comerse diarios.

Escuché mucha música y escribí frases que me identifican y gustan en el cuaderno que ahora le destino a eso. Me compré dos pañuelos muy lindos pero para eso tuve que caminar y morirme de frío. En fin. Supongo que así es como se va dando ésto del otoño. Por eso lo odio, por esa mediocridad, ni tan bueno, ni tan malo; ni frío extremo, ni calor; ni lluvia, ni sol.

Sin embargo esto de los impulsos me sienta verdaderamente bien. Le da un toque de calor, de luz, de sonrisas. Soy una buena combatiente. No voy a hacer como Urquiza que iba ganando en la batalla de Pavón y se retiró. Y, además, aunque estuviera perdiendo, seguiría luchando con uñas y dientes.

Porque las sonrisas, que son el medio para combatir, también son el fin.

11.4.10

Pampa

Acababa de discutir con papá y mamá por algún motivo sin demasiada importancia, estaba muy de mal humor. Iba a salir a la noche y tenía pocas ganas, estaba hablando por celular con Nacho. Daba vueltas por la casa, por el living, por el pasillo, por la cocina, otra vez por el pasillo y de vuelta al living. Estando ahí veo que alguien queda del otro lado de la puerta, pero no toca timbre. Me acuerdo de el presentimiento que había tenido unas horas antes de "hoy llega", aunque papá y mamá me lo negaron. Algo se movía entre las manos del señor/señora, no llegaba a distinguir. Entonces me volví a la cocina.

Mamá y papá se fueron los dos al living. Me quedé en la cocina. "Creo que llegó, Cami", le dije a mi hermana. "¿Qué?". Nos asomamos desde la ventana de la cocina. Y ahí estaba. Un señor, una señora, mamá, papá, y quien ahora descansa atrás mío tan dulcemente. Pampa.

Cami se quedó en su cuarto y a mí se me empezaron a caer las lágrimas (no entendía por qué). De repente, justo la canción que escuchaba decía "unos mueren, otros nacen, y este corazón renace". Brandy. Lloré más. Pensé que alguna vez hace muchos años, así estaba llegando Brandy a mi familia. Y yo todavía no existía. Y ahí estaba Pampa, por llenar un vacío en una familia, pero nunca, nunca reemplazar.

Mamá y papá hablaban en el living con los dueños y Pampa, que todavía no era Pampa, daba vueltas por ahí. Mamá vino a la cocina y me preguntó por qué lloraba. Noté en su cara esa expresión de felicidad que pone cuando hace algo que nos satisface a nosotras. Esa cara de felicidad ella porque yo voy a estar feliz. Me llena.


Cami me preguntó "¿por Brandy?". Le dije que sí y me dijo que ella también se había angustiado. Al rato mamá trajo a Pampa por el pasillo y su ternura, simpatía, juventud, sus cuarenta pícaros días me llevaron a dejar de llorar y acordarme de que éste momento lo estaba esperando hace tiempo.

Hoy estuvo medio insoportable, no deja de morder todo, diarios, los escalones de madera, mi pie, mi pantufla, las manos... Pero no puedo dejar de hacerle mimitos, darle besos y jugar con ella. Me desperté con su llanto, todavía le da miedo estar sola, y me quedé con ella dos horas seguidas. Jugamos, nos peleamos, charlamos (si hay gente que le habla a las plantas, ¿por qué yo no puedo hablarle a Pampa?), se durmió, se despertó, tomó mucha agua, me comió la pantufla y traté de retarla aunque me salió pésimo.

Es color chocolate, color café, color tierra. Sus ojos todavía no podemos darnos cuenta. A simple vista parecen marrones, pero puedo jurar que son verdosos. Verla dormir y sentir cómo respira me relaja. La contradicción entre la imágen de cafeína que puede darme su color y la paz que da verla dormir es casi shockeante. No puedo dejar de mirarla. Realmente me está haciendo bien esto de tener a alguien como Pampa. Pampi.
(No hace falta aclarar que, Brandy, seguís a h í, como dije aquel día, te fuiste pero no fuiste. Sos y serás, en mí por lo menos, para siempre)

6.4.10

Relato de invierno (la otra cara)

Bañarme a eso de las siete, cuando ya está oscuro y frío, aunque ya me haya bañado a la mañana, sólo para disfrutar de ese fresquito difícil de explicar, después del agua caliente; el viento frío ambiente. Ponerme mi pijama celeste bien abrigado del perro verde que siempre pensé que era una rana, las pantuflas y sentarme en la mesa de la cocina a esperar la comida caliente.

Un domingo sin nada que hacer, nublado pero sin lluvia, suficientemente frío como para tener ganas de quedarse en la cama hasta muy tarde y, recién al momento de levantarse, no sacarse el pijama celeste bien abrigado del perro verde que siempre pensé que era una rana, si no recién hasta bañarse y disfrutar lo nombrado anteriormente.

Viajar en el auto de papá, saber que afuera llueve y hace mucho frío. Ver las gotas caer por las ventanas, escuchar la lluvia en su inmensidad pero estar protegido, abrigado, adentro de una remera, de un buzo, de otro buzo, de una campera, de un auto.

Llegar al calor de tu casa (por un lado la parte climática y por otro, la sensación de estar en casa) después del frío exterior, ir sacándose las ropas cual capas de cebolla, cerrar la puerta y dejar de sentir el duro invierno; o sentirlo de otra manera. Observar desde la ventana, desde la mirilla de la puerta, desde el noticiero o simplemente imaginarlo.

Un guiso recién hecho, un abrazo que abrigue, una frazada bien gruesa, noches casi eternas, camperas bien abrigadas, besos reconfortantes, cachetes rosados, pieles blancas y frías, labios rojos.

Definitivamente no era tan malo. Inclusive ya espero a todo esto que se viene con los brazos abiertos. A ponerse una campera y sonreirle a las bajas temperaturas, entonces.