porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

25.11.09

Huerta

Creí que ya conocía todo. Que entendía como era el ciclo de cada año, en qué consistía cada fecha. Cuándo iba a sufrir a morir y cuando iban a ser etapas incomparables. Parece que la vida se esfuerza en sorprenderme cada vez un poco más, a veces gratamente y otras no tanto. Y claro, no existía razón para que vaya a repetirse. No tenía que haber por qué pasar de vuelta. Pero para mí así iba a ser, y ya estaba casi totalmente preparada como para soportarlo. "Afeitado y sin visitas", dice un dicho popular. Algo así.

Me encargué de fortalecerme todo el año para las terribles épocas de noviembre. Iban a ser horribles, eso prometían. Eso me juraron el año pasado cuando cada día implicaba más de una lágrima, más de un grito, más de una necesidad cumplida de escapar con Brandy a sentarme y llorar más relajada. Mi escape era el patio o la calle. Me sentaba, ya sea al lado del pasto acá en casa o en algún escalón de cualquier edificio con Brandy al lado, y me dedicaba a mirar el cielo y a desear que nunca se vaya. Las siete, ocho de la tarde/noche, ésa era mi hora preferida. La disfrutaba y a la vez la sufría. En un rato iba a acabarse. El sol se iba a ir casi sin que me diera cuenta y la luna iba a aparecer para hacérmelo notar. Fueron épocas difíciles, mucho más de lo que parece al contarlo.
Necesitaba con urgencia que el año termine, no sabía bien para qué. Nunca me hubiera esperado un noviembre tal difícil y sin embargo llegó y me agarró por sorpresa. Lo sufrí como nunca nada. Soy exagerada, sin duda. Pasé cosas peores en mi vida pero ahí me lloré todo, lo que tenía y lo que no, lo que quería y lo que no. Vale la pena aclarar, también, que soy sumamente melodramática y me encanta la novela. Pero en esos tiempos sentía que se me iba el mundo, que iban a faltar siglos para que encuentre algo para disfrutar. Me sentía totalmente vacía. Todo el tiempo me proponía encontrar algo que me llenara, empezar una actividad, etcétera. Y escribía. Era sumamente repetitiva, todos los días me ponía los mismos objetivos y al otro día ahí estaba de vuelta. Llorando en el mismo rincón, escribiendo lo mismo con otras palabras.

El colegio se terminó y supongo que diciembre me llenó un poco. Las lágrimas no aparecían más. Pero seguía desesperanzada. Sintiendo que la vida no me hacía feliz, que no había nada que yo realmente disfrutara.

Las vacaciones llegaron y no sé por qué las esperé con tantas ganas. Las pasadas no habían sido las mejores, habían sido mediocres, como más de una cosa en mi vida. Sin embargo, necesitaba alejarme de todo. Escribí, en algo más privado que ésto, que no ponía muchas expectativas en cuanto a cómo iba a pasarlo, pero sin embargo necesitaba alejarme de mi casa. Respirar de ésto.
Me fui y fueron las mejores vacaciones de mi vida. Otra vez más, me sorprendió. En el momento fue todo tan rápido que casi no me di cuenta de la sorpresa. Cuando volví y tomé conciencia de cómo la había pasado, ahí fue un golpe. Volví y estaba llena de vuelta. Llena y con la mente puesta en: ahora entiendo cómo es la vida, cómo va a ser cada año. Año neutro, sufrimiento extremo en noviembre, y después las vacaciones, para llenarme otra vez.

Ahora estoy sorprendida. Éste noviembre no me vació. Tuve el desgaste común, el mismo que en marzo o en julio. Me di cuenta que cada año me va a hacer darme cuenta que es distinto al anterior, que el mundo está distinto y yo también lo estoy. Aunque insista en que no cambié nada, algo debo haber cambiado.

El punto es que ahora estoy más que tranquila, en cinco días se acaba noviembre y todavía no me llegó el supuesto "síndrome noviembre". Si revisan algún texto, van a ver que siempre hago referencias del estilo "y eso que todavía no es noviembre!".

PD: espero no sorprenderme en cuanto a mis vacaciones. Espero que de vuelta sean fantásticas. Aunque, como ya hice referencia en el texto anterior, cuando uno siembra tantas expectativas en algo, en general, parece mucho más mediocre de lo que en realidad es. Voy a tratar de arrancar, escupir, sacar los espantapájaros, poner un sol que raje la tierra para que seque lo que sembré y no sembrar más nada. Ver crecer a las plantas silvestres, sin esperar nada. Sonreirle a las carnívoras y a los tréboles de cuarenta y nueve hojas.

16.11.09

M de mediocre, N de Natalia

Es que sí, me hago cargo. Todo es culpa de mi cabeza. Que sueña y sueña, que se permite poner miles y miles de expectativas en algo, dejando a un lado que cuando uno hace eso, ese algo cuando por fin sucede, parece mucho peor de lo que en realidad es. No sé si me explico, pero tampoco me importa explicarme. La cuestión es que ya empecé a sufrir eso en que puse infinitas (literalmente) de expectativas. Y cayeron las primeras lágrimas de verano. Esas que el año pasado me atormentaban y que ahora se asoman muy cada tanto. ¡Hasta mis lágrimas quieren ayudarme con esa mentira de que algo crecí! Porque ahora en vez de llorar para fuera lloro para adentro sin siquiera darme cuenta. Y el domingo que me dejé ser, que dejé caer esas lágrimas (es gracioso que lo digo como si hubiera sido una elección y tuve que irme de donde estaba porque ya no soportaba ese nudo de garganta, que sólo desapareció transformándose en lágrimas), me di cuenta de que en realidad no crecí nada, que sigo cometiendo los mismos errores, que sigo sembrando expecativas aún sabiendo que después voy a vivir ese algo como una experiencia más mediocre en mi mediocre vida.

Es uno más de esos textos que no tienen un hilo coherente para seguir. Pero yo ya de por sí soy incoherente, no aprendo de nada y cada vez sufro las cosas un poquito más que la vez anterior. Con o sin lágrimas, lo sufro. Me fastidia pensar que eso que tanto necesito y que iba a ser una experiencia inolvidable (percátense de que sigo sembrando expectativas, por dios), va a destacarse, sí, pero por lo mediocre que va a parecer.

Chau.

12.11.09

"Más de lo que mi cuerpo, mente y alma parecen poder soportar"

Falta poco y parece una eternidad. Lo deseo con toda mi alma, sin embargo, todos los julios consisten en anhelar los últimos días de clase. Sé que en otra línea temporal (ja!) estoy deseando con toda mi alma que sea noviembre, sentir ese calor inmenso en los pasillos del colegio, que el sol llene las aulas de luz y también de una calidez incomparable.

Ahora que me acuerdo, el colegio en julio es un asco. Oscuro, frío, sin vida. Sí, me gusta noviembre en el colegio. Pero, claro, como todo, siempre queriendo algo que está por venir. Nunca disfrutando el ahora. Ya ni me quejo porque es algo incambiable, es un defecto que va a perdurar generación tras generación. Pobres mis hijos, Pobres mis nietos, pobre de mí. Pobre de mí que estoy resignada a que la felicidad sea siempre una utopía inalcanzable, pobre de mí que ya acepté que en mi hoy nunca voy a estar cien porciento bien, porque siempre voy a estar esperando ese mañana. (De todas maneras, insisto en que esa utopía es la que nos hace seguir vivos. Imagínense que cuando seymour glass llegó a la felicidad extrema optó por el suicidio porque ya había logrado la experiencia que justifique su existencia. Yo prefiero ser como holden, perdida y buscando, toda la vida buscando. Ese es el sentido de mi vida, sin duda)