porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

7.2.23

Fantasías antes de dormir 1

Me llega un mensaje de Pablo. Me sorprende la dualidad de sensaciones de imaginar este tipo de oración, entonación y cercanía en sus palabras. Por un lado, sapo de otro pozo, mal. Muy “qué carajos”.  Muy “no da”. Muy “qué lindo se siente pero que fuera de contexto”. Demasiado extraño. Es como si no lo creyera. Es que, a fin de cuentas, es una fantasía, e imaginarlo me genera eso: sensación de imposibilidad completa.

Al mismo tiempo, era tan normal que se dirija de esa forma hace meses. 8 seguro. 6 también. Y quizás hasta 5. Menos no. Pero era lo diario. Aún separados. Cada tanto aparecía así. Y no me sorprendía, ni siquiera cuando ya habíamos cortado. No debería ser tan raro. No debería ser imposible. Si era tan habitual, cinco meses después, ¿por qué no podría pasar? ¿no hay gente que se arrepiente al tiempo? ...que extraña en silencio? ...que un buen día se da cuenta y elige intentarlo de nuevo? Suena posible por escrito pero en mi cabeza te juro que ya no. 

El mensaje dice: “sé que no te esperás este mensaje ni en pedo, pero quería decirte que te extraño mucho. Iba a decirte te extraño mucho mi amor, pero ya no te puedo decir así. Te voy a querer siempre”. El final es para llenarme el orto de preguntas. Porque el principio pareciera que quiere volver conmigo. Pero el final es de esas despedidas con amor que no siven para nada, que sólo dejan preguntas. 

¿Qué haría yo? En vida real supongo que primero pensaría en no responder, obviamente con la intención de que insista y entregue un poco más su corazón o dé un poco de seguridad. Es que eso espero: que yo sienta que cien porciento quiere volver conmigo, que entendió todo lo que hizo mal, que va a ser interesado y dedicado, que no me va a mentir, y que va a gustar tanto de mí y me va a amar tanto, que no voy a tener espacio ni de dudar. Sin embargo, conociéndolo, si yo no le respondo, probablemente él no siga, y con el tiempo, se olvide otra vez. Qué envidia.

Entonces supongo que sí le contestaría. ¿Qué? Recién pensaba en eso. No tengo nada que ocultar. No me interesa lo que en él pueda generar lo que yo diga. Es decir: claro que me interesa. Pero pienso morir en la mía de que las estrategias no sirven. Recién releyéndome lo confirmé: tengo tan claro lo que necesito que no hay nada que una jugarreta pueda conseguir. Voy al nudo del asunto, al fondo, a la clave. Ni me sirve pensar jugadas ni cómo el pueda responder a ellas, porque lo mío va más allá de eso. Yo me entiendo.

“yo te quiero mucho. Y te extraño, en algún momento, casi todos los días. Sólo espero que, si te sigo queriendo así de tanto, alguna vez podamos volver a estar juntos”. Mmm, releo y parece que sigo re enamorada. Y no. Quizás es porque ahora estoy fumada. Siento que ponga lo que ponga me voy a quedar manija y con una necesidad de continuidad y explicaciones urgente. Amo estar planteándome qué hacer frente a algo que nunca pasó. 

“te quiero mucho! espero que estés bien. te extraño seguido”. Muy seco. Qué se yo. BUENO NO IMPORTA LO QUE YO HARÍA REALMENTE. Esta es la prueba de la fantasía. 

En el juego de mi cabeza antes de dormir, le respondo “te quiero yo también y siempre vas a ser muy importante para mí. Besitos”. Es que ya que puedo elegir, en mi mente y mi ideal, yo soy canchera y relajada, y él insiste: me responde algo como que por favor y bla. No sé. La historia sigue en mi cabeza hasta que me quedo dormida. Nunca sé cómo terminan. Debe ser que me duermo muy rápido. Pero el planteo tiene que ser perfecto. Cuando aparece, ya me puedo ir a acostar, sin tele ni podcast. Yo, mi cabeza, y siempre él. Algún él. Que siempre me ama y se la juega por mí. Porque para las malas ya está la vida real.

20.7.21

Something about us

 Era reciente y yo ya estaba metida hasta la nariz. MUY reciente. 

A la gente le gusta decirme enamoradiza pero confunden el enamorarse siempre con siempre quererse enamorar. Soy la segunda, aunque en este caso cada parte de mí se sentía encantada con cada parte de ese otro. Rápido, intenso y mucho, como aprendí que empieza el amor. Al menos en mi vida fue así. Por eso creía que ese era el comienzo de otra gran historia. Por eso creía que tenía que ser amor. 

Del otro lado sólo recibía señales confusas. No soy de esas personas que agrandan las cosas, de hecho todo lo contrario. Estoy siendo pesimista porque todo andaba demasiado bien, pero yo necesitaba un poco más. Porque yo cuando siento, siempre siento un poco más. Porque cuando siento, siempre siento mucho.

Estaba en modo mambo e inseguridad, en esas dudas del amor que son odiosas cuando las transitás y te hacen sentir débil; pero que extrañás cuando hace mucho no te involucrás con alguien. Él me explicaba que estaba en un momento muy atolondrado y desordenado de su vida y que por eso no estaba tan "en la mía". Me cuesta entender esas cosas porque para mí el amor mata todo y cuanto más "en una" estoy, más me gusta tener alguien en quien descargar y compartir esa etapa conflictiva. Sin embargo hace mucho me esfuerzo por entender que el "no todos somos iguales" no es solo una frase superficial que suena bien, sino que también lo que para mí es causa-consecuencia para el otro no lo es y no por eso siente menos. Me costaba. Aún me cuesta.

En el medio de chats discontinuos y esfuerzos míos por no avasallar, subió una historia con una canción en la que hablaba algo de "quizás no es el momento, quizás no soy yo" y un emoticón de un corazón roto. Se me aceleró la respiración, acepto que primero de alegría. Probablemente era cierto todo lo que me decía y, ¿estaba más metido todavía de lo que yo creía? ¿Efectivamente alguien podía estar enganchado con alguien como para dedicarle una canción de amor en Instagram, pero a la vez no poder entregarse? Por un lado ratificaba que mis generalizaciones de causa-consecuencia en cuanto a emociones y relaciones son una mierda errónea. Yo moría por, de una vez por todas, terminar de asegurar esto. Y en segundo lugar me daba una confirmación de sus sentimientos que me hacía suspirar y poner la piel de gallina.

Al rato se me vino lo peor: era DEMASIADO para nuestro "vínculo" liviano, no podía ser por mí. Es decir, yo soy una loca de mierda que ya estaba en todo ese mundillo de mariposas, pero el resto de los mortales no flashea tanto. Entonces la conclusión fue asesina, sobretodo después de esos suspiros y esa piel de gallina: seguro era para otra. La ex, una paralela a mí, una con más entidad. Debo decir que por unos ratos permanecí en un limbo extraño entre las dos. Una que no tenía sentido, la otra que era tan mala que mi optimismo no permitía creerle del todo. ¿Cuál era real? Y, peor, ¿cómo saberlo?

Mi genio no me permite esperar o soltar una duda. Siempre lo digo, tengo más curiosidad que dignidad. Así que, medio al paso, le comenté que me había gustado la canción que había compartido. Si era para mí, se iba a notar. Sino, iba a salir con un comentario al paso y listo, era obvio que era para otra y eso me iba a servir para salir de un lugar donde no había la reciprocidad que yo esperaba. 

"Sí, se separó Daft Punk, me quiero morir", me escribió.

El corazón roto no era para mí, ni para la ex, ni para otra; era para Daft Punk. 

Desde entonces ando por la vida entendiendo que todas mis teorías y suposiciones son un gran error aunque no pueda dejar de hacerlas, que casi nunca nada es tan bueno ni tan malo como yo creo, y que ojo con los corazones de Daft Punk porque nos pueden poner muy felices o muy de orto pero casi siempre significan que se separó una banda y nada más.

9.5.21

Madrid

Madrid me hace acordar a vos

Igual no conozco Madrid. Cuando fui, no estaba ahí. Recién nos dejábamos. Estaba muy adentro mío tratando de curarme, estaba con vos en Buenos Aires adivinando dónde realmente estabas; estaba en Mar del Plata repasando nuestros momentos juntos a ver si encontraba alguna pista; estaba el día en el que te conocí a ver si podía irme más temprano de ese bar. 

Madrid me hace acordar a vos, a mí, pero no a Madrid. Fue por una escala entre vuelo y vuelo, fue un sólo un día que fui a Madrid. Sin embargo puedo jurar que no estuve en Madrid. No conozco ni un punto turístico, ni el Palacio Real, ni el paisaje hermoso citadino que igual sí subí a Instagram. En Madrid te conocí más a vos que a Madrid, aún cuando nunca estuvimos tan lejos como ahí en cualquier sentido y dimesión que uno quiera imaginarse. Hurgué tanto en vos y en mí que no me acuerdo ni de la Plaza Mayor. No me acuerdo. No estuve ahí.

Dirán que disfruto de este alzheimer viajero y europeo que me visita, dirán hasta que lo exagero para tener algo para escribir; entonces en el afán de contradecirlos (más a mí que a ustedes, porque ¿creen que se siente bien una mediocre piba de clase media al no recordar absolutamente nada de la única ciudad primermundista que pisó en su vida?)... en el afán de contradecirlos hago doble click y zoomeo sin parar en cada espacio de mi cabeza que con mucho optimismo pienso que puede tener que ver con algo de mi amnesia española... y funciona.

No sé qué calle es, bueno, tampoco pretendan tanto. Es zona céntrica y hoy mismo prenden las luces navideñas. Para ellos, el primer destello que adelanta las fiestas de fin de año es un alto momento. Me lo contó alguien hace un rato. Es Madrid en noviembre pero a mí me suena todo bastante a Microcentro en julio. La temperatura es parecida pero creeme que por más crudo que pueda ser este invierno español, yo tengo mucho más frío debajo de la piel.

Salgo a caminar porque siento la obligación de conocer, al menos, algo. La culpa de la piba de clase media en la ciudad primermundista y el pasaje caro, no mucho más que eso. Sin destino, sin preguntar qué no puedo irme sin conocer, sin googlear ni si caminar para arriba o para abajo; avanzo 50 metros para algún lado. Tal vez menos. Entro en el primer local que veo y pienso que si compro algo, ya significa haber estado.

Es un negocio de valijas. Puta madre, ya tengo dos acá y dos más en Buenos Aires. Quizás me viene bien un carry on más. Visualizo uno que me gusta, es el más barato de todos, 42 euros. Está en violeta y en negro y a mí me gusta más el violeta pero igual agarro el negro. Vos hace mucho que necesitás un carry on. Al final no usaste el descuento de la tarjeta que te conté que tenías en agosto. Lo llevo, seguro que volvemos y para qué quiero yo otra valijita rosa, si esa negra la podemos usar los dos. 

¿Lo único que rompe mi amnesia madrileña tiene que ver con vos? Lo único que rompe mi amnesia madrileña tiene que ver con vos. Porque llevé una valija que nunca te di y dejé en ese local de la calle que no recuerdo, el último pedacito mío que ahora me queda recuperar. Es que días, meses, años después; uní todas mis partes, claro, excepto esa piecita olvidada en Madrid. Tendré que volver a buscarla. 

Volver, ¿a dónde? si no conozco Madrid.

28.4.21

Cómo te llevarías con mi nuevo yo

Me pregunto cómo te llevarías con mi nuevo yo. Que ya no es tan nuevo, pero sí es muy yo. Ya no me pongo tan mal cuando alguien me putea desde otro auto sin motivo, y si llegara a tener algún toque con alguien, creo que podría pasarle los datos y todo ese show burocrático de los seguros, sin llorar ni llamar a mi papá. Cuando vuelvo de jugar al fútbol, no queda en casa ni un rastro del caucho que traigo en los botines. Soy ordenada ahora, ¿podés creer? Hasta tengo como un TOC con los platos. Apenas termino de comer, incluso todavía masticando el último bocado, tengo que ponerme a levantar la mesa. 

Me pregunto cómo te llevarías con mi nuevo yo. Fantaseo un rato imaginando encuentros y charlas. En casi todas vos te sorprendés de qué cambiada estoy. En casi todas yo me termino yendo como una diva, sin querer llenándote de perfume con el movimiento de mi pelo al irme. En casi ninguna me doy cuenta de que quizás al lado tuyo sólo existiría mi viejo yo. En casi ninguna me doy cuenta de que ese viejo yo no estaba tan mal para mí. 

Me pregunto cómo te llevarías con mi nuevo yo, fantaseo y me divierto hasta que de alguna forma todo se convierte en angustia. Me doy cuenta: ya es tarde. Y no sé si tu nuevo vos a mí me va a gustar, porque más bien me huele a que sos el mismo disfrazado de otra cosa. Y a mí ya no me gusta el de antes ni tampoco los disfraces.


Ya no me pregunto cómo te llevarías con mi nuevo yo, porque aunque se saque los botines en la cancha antes de volver a casa, no es tan distinto en realidad. Pero sí mucho más feliz. 

Ah, y ¿viste que te dije que cambié eso que odiabas de que me afecte cuando me bardean manejando? Bueno, sí, es verdad, ya no lloro. Ahora me pongo al lado, bajo la ventana y los puteo. No te gustaría, pero a mí sí. En eso sí es distinto mi nuevo yo: me gusta como soy y con eso me alcanza.

18.3.21

Al horizonte

 Fue acá mismo, en mi balcón, que una noche abrí Google Maps y me fijé exactamente en qué dirección quedaba tu casa. Miré bien, era en el medio de esas dos antenas rojas. Creo que vivías lo suficientemente lejos como para que no pudiera encontrar precisamente tu edificio, así que miraba al horizonte, justo atrás de esas dos luces coloradas. Fue así que dije: "te amo". Jurando que te llegaba. Como quien abre un Whatsapp, ve a la persona en línea y le dice "escribime". ¿Qué? ¿Nunca lo hicieron? 

Lo repetí varias veces. Ya no necesitaba el Maps, me acordaba perfectamente dónde era. Con el tiempo supe que no sólo nunca te llegó sino que vos tenías también tus teamos pero en vivo y a otra persona. Creo que durante unas semanas lo seguí haciendo pero reemplazando el "te amo" por un fuck you, entre risas, pero con cierta liberación; tal vez algo cuestionable, pero ¿quién puede juzgar un ingenuo fuck you de la mano de un roto? Tan inocente que jamás nadie se enteró hasta estas palabras; que de todas maneras tienen el tinte de que ninguna persona nunca sabrá si son ciertas o son un cuento más. Son mentira. Son verdad.

Hoy, en la misma silla, en el mismo ángulo, un poco en chiste, otro poco con ese recurso de permitirme contrastar mis estados y notarme recauchutada pero entera; otra vez miro entre las dos antenas. Quedaría mejor que escriba que no te dije nada, pero es mentira, porque sí lo hice. Se me cayó de la boca: "te perdono".

Creo ya ni siquiera vivís ahí, pero ¿qué cambia? Si igual nunca te llegó. Si igual siempre fue para mí.